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Opinión: Peligro de negociar con un dictador

"¿Acaso el presidente Biden está dispuesto a sacrificar el futuro de Venezuela para bajar el precio de la gasolina un poco?", escribe Jorge Ramos.

Joe Biden. Foto: AFP
Joe Biden. Foto: AFP

Siempre es peligroso negociar con un dictador, porque su único propósito es quedarse en el poder. Y hará todo para conseguirlo.

Por eso es una mala idea que Estados Unidos negocie con el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, para obtener petróleo. Las ventajas, según expertos, son mínimas. Los niveles de producción de Venezuela no son lo suficientemente altos como para compensar la pérdida del petróleo ruso y el precio de la gasolina en Estados Unidos no disminuiría mucho. En cambio, las probables consecuencias para los venezolanos son enormes: más represión, menos libertades y el alejamiento de una posible salida democrática a mediano plazo.

El pasado 8 de marzo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prohibió todas las importaciones de gas y de petróleo de Rusia. Es una sanción contundente por la invasión rusa a Ucrania.

Una delegación de Estados Unidos viajó a principios de este mes a Caracas para reunirse con Maduro y, de acuerdo con cinco fuentes que conocían las conversaciones y hablaron con la agencia de noticias Reuters, discutieron el posible levantamiento de las sanciones estadounidenses al petróleo venezolano. Ni Maduro ni la Casa Blanca quisieron confirmar esta información y, aparentemente, no llegaron a ningún acuerdo inmediato. Pero poco después de esa reunión fueron liberados dos de los estadounidenses de los ocho encarcelados en Venezuela, varios de ellos desde 2017. Todos los rehenes -¡todos!- deben ser liberados inmediatamente.

Aún no está muy claro qué espera el gobierno en Washington con este acercamiento después de años de tensiones. Pero no está mal recordar que las sanciones y presiones estadounidenses (y de varios países más) a la dictadura brutal de Maduro tienen como objetivo el promover un cambio democrático y proteger, en lo posible, el respeto a los derechos humanos. No tiene ningún sentido alejarse de un dictador para acercarse a otro.

El acercamiento inicial del gobierno de Biden a Venezuela ha sido tan crítico que hasta la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha mostrado una sana distancia. En una conferencia de prensa reciente, insistió que Estados Unidos no reconoce a Maduro como presidente legítimo y, ofreció un consejo a los periodistas: dijo que ella no le dedicaría mucho tiempo a la posibilidad de “importar, en este momento, petróleo de Venezuela”.

Pero la pregunta persiste: si Estados Unidos ni siquiera reconoce a Maduro como presidente, ¿qué fueron a hacer altos funcionarios del gobierno de Biden a Caracas? Las arepas en Miami son tan ricas como las de Venezuela. No hay que irse tan lejos.

Lo que Maduro está buscando es sencillo: que Estados Unidos lo reconozca como presidente legítimo de Venezuela. Pero ni Estados Unidos ni Europa deben reconocer a Maduro como presidente. Ni por todo el petróleo de Venezuela.

¿Acaso el presidente Biden está dispuesto a sacrificar el futuro de Venezuela para bajar el precio de la gasolina un poco?

Tristemente, tras la visita de la delegación estadounidense a Caracas, se repitió por todos los lados la famosa frase atribuida al exprimer ministro británico Lord Palmerston: “Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”.

Estados Unidos aún está a tiempo de corregir. Un dictador es un dictador. Y a pesar de las enormes presiones que está provocando la guerra en Ucrania, no se puede criticar a un dictador para negociar con otro. Hasta en las guerras hay una línea moral que nunca se debe cruzar.

(*Periodista ganador del Emmy, es el principal director de noticias de Univision Network)

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