LA ENTREVISTA DEL DOMINGO

María Inés Fariello: “Se está ante una saturación de los test y rastreos”

La matemática e integrante del GACH indica que la capacidad de testeo del país y, sobre todo, de rastreo está llegando a su capacidad máxima.

María Inés Fariello, matemática e integrante del GACH. Foto: Estefanía Leal
"La percepción de riesgo la tiene que ir incorporando cada uno. Es un tema de conducta”. Foto: Estefanía Leal

La matemática que advirtió sobre el auge de los contagios en Montevideo, ahora indica que la capacidad de testeo del país y, sobre todo, de rastreo está llegando a su capacidad máxima. Fue María Inés Fariello junto a otros científicos, quienes habían aconsejado que se aumentara el número de rastreadores. Aunque sabe que con eso no basta y que se requiere un cambio de conducta humana para contener el aumento de los contagios.

-¿Estamos en niveles de transmisión comunitaria del SARS-CoV-2?

-Cuando empiezan a detectarse casos de personas sin nexo epidemiológico conocido, es decir, personas que no vinieron de viaje ni se contagiaron de otra persona con COVID, lo que está pasando ahora, es que los casos sin nexo vienen en aumento y, por tanto, tenés evidencia de mejor circulación del virus que no se está detectando. Es gente que se entera que está enferma porque tiene síntomas y se la hisopa, gente que estuvo en contacto con un infectado, pero no lo sabe.

-¿Quiénes son esos de los que no se sabe su nexo epidemiológico?

-Entre los 20 y 60 años no hay diferencias entre quienes tienen nexo o se desconoce el nexo. En niños, en cambio, son muchos menos los sin nexo. Básicamente porque el niño no se te contagia por ahí, casi siempre se sabe dónde estuvo, con quién estuvo. La vida del niño es más controlada.

-¿Cómo aumentó el porcentaje de esa transmisión comunitaria?

-Es un número errático, pero que se ha ido estabilizando acorde aumentaron los casos. Por ejemplo: en setiembre hubo alguna semana en que se alcanzó un 25% de positivos sin nexo. Pero una cosa es un 25% con poca gente, donde cualquier positivo nuevo te hace cambiar el porcentaje, a un 25% con los valores de ahora.

-Entonces, ¿cómo fue la evolución?

-Está en aumento. Cuando fue la última conferencia en Presidencia, Fernando Paganini había dicho que era uno de cada cinco. Ahora, en estas últimas dos semanas, ya se está en uno de cada cuatro sin nexo. Además, ahora se está ante una saturación de los testeos y rastreos.

-¿Hay manera de saber si las medidas impulsadas por el gobierno están causando efecto?

-Por ahora no. El número R -que es la cantidad de contagiados que surgen de un positivo, en promedio y en un período dado- oscila y un día puede bajar, pero al otro día subir. Hay que esperar varios días para confirmar la tendencia.

-¿Las medidas fueron las adecuadas?

-La toma de medidas es competencia del gobierno. También es cierto que las medidas fueron pensadas en base a los datos de unos días antes a que se tomaran las decisiones y justo, en simultáneo, se dio una aceleración. En ese momento era imposible verlo, porque siempre uno observa una foto con retraso. Te enterás cómo estaba la cosa casi con dos semanas de retraso.

-¿Si hubiesen podido ver esa aceleración antes, hubiesen sugerido medidas más drásticas?

-Con el diario del lunes... son dudas que se instalan.

-¿Cabría pensar en el “quedate en casa”?

-Las medidas más drásticas siempre tienen su contraparte. Al principio debatimos la posibilidad de aconsejar el teletrabajo para todo el mundo, no solo para los públicos. Pero imagínese una rotisería en pleno Centro de Montevideo. Si no hay trabajadores en los edificios de la zona, esa rotisería deja de funcionar.

-¿Dónde hay más riesgo y habría que apretar más?

-Las reuniones privadas, en lugares cerrados, sin tapabocas y cuando duran mucho tiempo, son de riesgo. El problema es que no sé qué tanta potestad un gobierno para meterse adentro de tu casa y decirte qué hacés o no hacés. Algunos ámbitos laborales están siendo de riesgo. Una opción sería decretar la obligación del teletrabajo en el sector privado y ya no solo exhortarlo. Si hacés un poco más de eso, en la práctica ya están en un lockdown sin toque de queda declarado.

-¿Tiene sentido un confinamiento?

-Está la estrategia que se popularizó a comienzo de la pandemia: el baile del martillo. Es una estrategia que consiste en tomar medidas fuertes cuando notás que la gráfica de casos aumenta mucho, para achatarla. Luego aflojás-sube-nuevas medidas y así... Australia impuso un lockdown de tres semanas, en julio, y logró que le mejorara notablemente la marcha de contagios. Pero a su vez hay consecuencias que no son solo epidemiológicas: salud mental, economía, temas sociales. Si el confinamiento es voluntario, puede pesar el “respeto” que la sociedad le tenga al virus. En abril, cuando nadie sabía nada, el acatamiento de la cuarentena fue muy alto. Ahora es menos probable -más con el calor- que la gente se encierre.

Personas con tapaboca en Montevideo. Foto: Leonardo Mainé
Personas con tapaboca en Montevideo. Foto: Leonardo Mainé (Archivo)

-¿Que, por el contrario, no convendría prohibir?

-Hay cosas que son sanas y de bajo riesgo. Hacer deporte al aire libre, en un parque o la rambla sin demasiada gente alrededor y dejando distancia, es bueno. Juntarse en una casa, con todo abierto, poco tiempo, con tapabocas y de a dos o tres amigos, es bajo riesgo. El problema es si ya son más amigos, más tiempo, menos distancia, menos ventilación. La percepción del riesgo la tiene que ir incorporando cada uno. Es un tema de conducta y para eso no hay prohibición o habilitación que valga.

-Hay colegios que adelantaron el fin de cursos, ¿eso mueve la aguja?

-La literatura internacional es clara: las escuelas son la consecuencia y no causa de la pandemia. Cuando la circulación del virus no es muy alta, en los colegios hay pocos brotes. A la inversa, cuando crece, se disparan. En la escuela se detecta bastante rápido el brote y es más fácil controlarlo. Sabés quiénes van, quiénes no.

-¿Cuánta gente se estima pudo haber infectada, pero nunca fue reportado su caso?

-Estamos en un proceso de revisión de esos datos. Pero más que la cifra, lo interesante es la tendencia: el reporte venía en aumento, cada vez se reportaba más, y en noviembre dejó de crecer. Eso coincide con el aumento de casos sin nexo, con la saturación del sistema de rastreo... es un combo.

-¿A partir de qué número se dice que se pierde el control?

-En muchos países se vio que cuando la tasa de positividad (la cantidad de test positivos sobre el total de realizados) supera el 5%, la curva quebraba y explotaba. En Argentina, donde la tasa de positividad está arriba del 20%, tienen un 60% de positivos sin nexo. Ese es el escenario que no se quiere llegar. La inversa es Nueva Zelanda que apenas tiene un 6% de casos sin nexo y una tasa de positividad bajísima. En el último brote que tuvieron, por ejemplo, pensaron que eran dos brotes separados y tras secuenciar el genoma del virus descubrieron que era el mismo brote que saltó de una ciudad a otra.

-Argentina se dice que testea muy poco. ¿Uruguay?

-Lo ideal sería volver a estar por debajo del 2% de positivos sobre la cantidad de test que se realizan, como estuvo durante varios meses. No hay una cifra mágica ni estática, pero sí hay que aumentar el testeo para que el porcentaje sea bajo y no te queden muchos positivos sin haber testeado. Eso además demostraría que estás testeando de más y no te queda gente con retraso para ser testeada.

Autos esperan en las instalaciones del LATU por el test de coronavirus. Foto: Francisco Flores - Archivo El País
Autos esperan en las instalaciones del LATU por el test de coronavirus. Foto: Francisco Flores - Archivo El País

-¿Cuál sería la tasa de positividad por departamento?

-Esos datos no aún están. Se está trabajando para obtenerlos.

-¿No hay manera de saber si en Montevideo se testea mucho o poco?

-Yo no los tengo.

-Cuando los focos y las conferencias apuntaban a Cerro Largo, usted dijo que el epicentro estaba en Montevideo. ¿Qué la hizo darse cuenta de ello?

-Es un tema de inercia. Montevideo es mucho más grande que cualquier ciudad del interior. No es lo mismo frenar una bici a 40 kilómetros por hora, que a una moto a 40 kilómetros por hora, que a un camión a 40 kilómetros por hora. En las ciudades del interior se toman unas medidas y podés cortar el fuego más rápido. Incluso en Treinta y Tres, cuando su gran brote, en un momento había 3.000 personas en cuarentena. Eso significa focalizar tanto que tenés a un 10% de la población local en cuarentena. La única excepción en el interior es la ciudad de Rivera. Allí se comparte la ciudad con Livramento que está en rojo todo el tiempo y donde por más medidas que se tomen es imposible bajar la guardia. Además, es la ciudad binacional con más tamaño, Chuy es mucho menos poblada. Hay lugares del interior en que no hay casi circulación. Entonces cuando aparece un caso, lo agarrás más tempranamente. La gente se conoce, es más fácil saber quién estuvo con quién, dónde estuvo el foco.

María Inés Fariello, matemática e integrante del GACH. Foto: Estefanía Leal
"En ciertos países se vio que cuando la positividad supera el 5%, la curva quebraba y explotaba”. Foto: Estefanía Leal

-¿Tiene sentido que un montevideano, si se va al interior, haga cuarentena?

-Es una opción. Tal vez podrías hacer una especie de cuarentena previa al viaje en Montevideo para luego vacaciones. Ojo que Canelones y San José, al menos al sur de la ruta 11, tienen una dinámica muy similar a Montevideo.

-Tiempo atrás usted comentó sobre los modelos matemáticos que predecían una catástrofe si no se hacía nada. ¿Siguen vigentes esos modelos?

-En realidad, la primera vez que hablamos sobre la pandemia fue una semana antes del famoso 13 de marzo. Me había preguntado por la probabilidad de que viniera el virus. Mi respuesta había sido: “en cualquier momento”.

-¿Y los modelos siguen vigentes?

-Son los mismos. Lo único que en ese momento uno tomaba el supuesto de que no había ningún control, ninguna medida no farmacológica para disminuir la contagiosidad, no había distancia ni tapabocas. Eso se fue ajustando. Por entonces no teníamos idea de nada. Se pensaba que el virus si no hacía nada contagiaba entre dos y seis personas y luego podías estimar cómo crecía la epidemia y cuándo llegaría a su pico máximo. Ahora, en cambio, el número de gente que contagia cada persona, en promedio, es menor: porque hay medidas de distancia, de mascarilla, rastreo...

-¿Estamos en la primera ola?

-Sí. En Uruguay hubo pocos contagios y nos encerramos todos. Al punto que hubo un momento de casi nula circulación del virus. Desde setiembre empezó a subir, lo hizo más en octubre y mucho más rápido en noviembre. ¿Qué pasará de ahora en más? Es difícil saberlo. Puede haber pequeños cambios, sin entrar en pánico, que podría hacer variar los resultados: voy a la placita con mi hijo, uso el tapabocas si tengo cerca a otros padres. Me junto con menos gente... todo eso ayuda.

Uruguay hará test a los vacunados
Enfermera prepara una dosis de una vacuna contra el coronavirus. Foto: AFP

-¿Qué porcentaje de la población deberá vacunarse para, artificialmente, lograr la inmunidad comunitaria?

-Todavía no hay una buena estimación. Se hablaba del 50% de la población, pero en Manaos, Brasil, se detectó que hay un 75% de la población infectada y no se habría llegado a la inmunidad de rebaño. Así que, por ahora, es difícil saberlo.

-¿Usted recomienda, como hacen algunos países, que quienes se vacunen también se sometan a un test serológico para ir midiendo la inmunidad?

-Sí, probablemente se haga en Uruguay. Es una buena estrategia para tener información local de cómo, luego de un tiempo, permanece o no la inmunidad.

-¿Los niños entrarán, algún día, en el esquema de vacunación?

-Eso va a depender de la disponibilidad de vacunas, la efectividad para esas edades y la prioridad de gente que se quiera vacunar primero.

-Si la vacuna llegara cerca de abril, como anunció el presidente: ¿cuál sería el tiempo razonable hasta que se logre la inmunidad?

-Depende del tipo de vacuna y enfermedad. En el caso de la gripe hay que vacunar todos los años. Es muy poco tiempo que pasó del COVID-19 para saberlo.

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