ENTREVISTA

“A la elite del fútbol llega 1,4 cada 1.000 niños”, dice Garay, DT de las inferiores de la selección durante más de 10 años

Se fue junto con Tabárez, reconoce que la llegada de Alonso generó “un revulsivo” a nivel interno, aunque alerta que la sub 15 no juega desde hace un año.

Alejandro Garay. Foto: Francisco Flores.
Alejandro Garay. Foto: Francisco Flores.

Durante 35 años Alejandro Garay se dedicó a dirigir divisiones inferiores de cuadros locales. En 2010 se sumó al proceso de Washington Tabárez, hasta fines de 2021. Es uno de los profesionales que más sabe de formación de jóvenes futbolistas y sostiene que enseñar en valores es clave para ser un deportista de elite. También sostiene que los más pobres corren con desventajas, que luego logran suplir con miles de horas de juego.

-¿Cuántos años hace que se dedica a dirigir formativas?

-Desde 1987, con algún corto período en el que no trabajé o dirigí en primera división. Me lesioné a los 26, me rompí el ligamento cruzado, me operé y a los 28 dejé. Jugué en Cerro, Rampla, Cerrito y un tiempo en Venezuela. Mientras intentaba recuperarme hacía el curso en el ISEF, y después empecé a trabajar desde este otro lugar en Cerro, Rentistas, el Tanque, Danubio, Nacional y, cuando el maestro (Tabárez) volvió de Sudáfrica, en 2010 me convocaron para la selección sub 15. Fueron 12 años de trabajo en sub 15 y un tiempo en sub 17. Me fui el 31 de diciembre.

-¿Cómo cambió en todos estos años el fútbol de formativas?

-Hoy sucede en la sociedad, y en el fútbol también, que aparecen estímulos que los jóvenes no pueden elaborar. Hoy es mucha la información que está en las redes y no están preparados para asimilarla. No los preparó la casa y no los preparó el colegio para generar juicios de valor sobre esa información, entonces ellos la incorporan y copian hábitos que a veces no son los mejores. En esos aspectos es en los que trabajábamos más en la selección y en los que yo creo que hay que trabajar con los chiquilines.

-En materia de profesionalización, ¿también cambió el trabajo de los más jóvenes?

-En sub 15 todavía se logra mantener un espíritu amateur. En la selección del maestro Tabárez había una metodología que él llamó de las tres “e”: enseñar, entrenar y evaluar. Entonces estaba involucrada la parte futbolística, pero también la personal, que tenía que ver con el desarrollo humano. El proceso trabajó en hábitos. Lo que diferencia a un futbolista de elite de los otros es saber asimilar esos hábitos.

-¿El contexto condiciona a la hora de llegar a ser un deportista de elite?

-Mucho, pero también es verdad que hay excepciones. La tecnología y la ciencia han ido paliando algunas carencias, pero nunca puede hacerse que un individuo incorpore aquello que no tuvo desde su gestación hasta los mil días de vida. Si mis padres son adictos, yo seguramente voy a dar ventajas. El futbolista que está preparado integralmente es el que tiene mayor capacidad de decisión y la toma de decisión en el juego es determinante.

-¿Cómo incide la alimentación? ¿Se encontraban con casos de chiquilines que no estaban bien alimentados?

-Claro, eso sucede. Cuando les tocaba convivir con la selección mayor les decíamos: “miren como comen, como se alimentan”. Porque claro, muchos chiquilines iban a comer para llenarse. El que pasó hambre quiere comer todo lo posible. Entonces, incorporar los hábitos es desestructurar cosas que ellos tienen desde que nacieron. Lo que pasa es que claro, hay que pensar que algunos de ellos tuvieron que pelear para pinchar antes que un hermano una milanesa.

-¿Los clubes intervienen para que los jóvenes se puedan alimentar bien?

-Eso es normal, tanto por casos de carencia como de abundancia. El entrenamiento de los niños no termina en el campo, porque a veces te llaman a vos antes que a sus padres. Se dan casos de episodios de violencia en la casa, y las adicciones son pan de todos los días. Esas cosas nos llegan a nosotros, porque lo primero que construimos los entrenadores es confianza con los chicos.

-¿Hay casos de jugadores que vienen muy bien pero el entorno termina conspirando contra ellos?

-Sí, o sufren un episodio serio desde el punto de vista social que psicológicamente lo descalabra. Lo he visto: desde perder un hermano por un hecho de violencia o problemas de adicciones, a tener que ir a visitar a un papá a la cárcel.

-¿Les cambia la manera de jugar?

-Tanto así que algunos desaparecen. Los clubes no están todos preparados para estas situaciones. El maestro se pasó mucho tiempo pidiendo asistentes sociales. Antes se pedían entrenadores para goleros, con Tabárez se pedían recursos para atacar el componente humano, que muchas veces es el que causa mayores estragos.

-Antes la historia del jugador de fútbol parecía ser siempre la de Maradona: el niño pobre que sale del campito (o del potrero) y se convierte en estrella. ¿Esto sigue siendo así o la alta competencia actual hace que a los más pobres les sea más difícil llegar que a los otros?

-Muchos futbolistas siguen saliendo de esos lugares más pobres. Es más, salir de esos lugares los favorece mucho en las primeras etapas de aprendizaje. El chiquilín de clase media a veces da mucha ventaja, porque muchos viven en apartamentos. Los otros generan habilidad en espacios más libres, donde tienen más tiempo para el juego, donde muchas veces sus padres no están. El niño de clase media, o alta, a veces se queda con la empleada que no lo deja salir, y juega solo en ciertos horarios, cuando va al baby fútbol o a la escuelita de fútbol. Otra cosa que pasa es que este es un deporte que se aprende jugando, por eso las escuelitas deberían copiar lo que pasa en el campito: dejar jugar sin condicionar el juego. Los europeos, por ejemplo, hablan de sujetos en desarrollo del talento o expertos. El sujeto experto es el que tiene un acumulado de 10.000 horas de trabajo organizado; se trata de personas que tuvieron 1.000 horas por año de trabajo metódico, organizado y pensado en una década. A veces acá nos encontramos con un chico de 16 años que tiene más de 10.000 horas de juego. Tienen ya todas las habilidades incorporadas y lo que les falta son hábitos e interpretación del juego.

-¿Y eso es por el juego en la calle?

-Claro, y es lo que nos hace diferentes. Por eso de América siguen saliendo los jugadores distintos. Y aprenden en el uno contra uno, en el dos contra dos, en el “recha”, o en un partidito en la playa… A veces pasa que un chiquilín de seis de un barrio juega mejor que uno de nueve de otro, porque el de nueve baja del apartamento. En esos casos hay que hacerlos jugar entre ellos, y el de nueve va a empezar a aprender lo que ya hace el de seis. Y el de seis va a crecer también porque el otro le va a exigir más.

-¿Hay familias que ven en sus hijos la posibilidad de salir de la pobreza?

-Un joven futbolista es para muchas familias la posibilidad de salvarse, y eso no está bien. Pasa mucho con los jóvenes que vienen de la carencia. Es una mochila que no están preparados para cargar. Esto lleva a que haya un cambio de roles. El padre y la madre deben tener que tener el rol que les corresponde, y no porque un niño gane un dinero importante puede pasar a ser el dueño de la casa. Y estas son cosas que pasan.

Alejandro Garay. Foto: Francisco Flores.
Alejandro Garay. Foto: Francisco Flores.

-El proceso Tabárez se caracterizó por exigir más que jugar bien, ¿se preocupaban de evitar situaciones como estas?

-Si el proceso tuvo algo bueno, fue ese tipo de mensaje. Yo los boletines con las notas, y eso de hacerme cómplice de los padres para influir en que generen buenos hábitos, lo venía haciendo desde Rentistas en 1990. Siempre lo hice porque entiendo que el fútbol tiene que ser una herramienta educativa, para inculcar valores y para forjar líderes para la sociedad. Se hizo con los chicos que están ahora jugando en la selección, y da gusto verlos. Saludan, respetan, no se están metiendo en escándalos, son sanos. Esto no existía antes del proceso Tabárez. Lo incorporamos nosotros. Igual que darle importancia a cada uno de los eslabones de la organización, desde el que corta el pasto al que limpia el baño. Si a mí me interesa que la cancha esté bien, está bueno mandarle un mensaje al canchero felicitándolo cuando así lo está.

-¿Pero cómo afecta la plata en este proceso de inculcar valores?

-He visto de todo. He visto multimillonarios precoces y gente adulta en la mitad de la vida, a los 40 años, sin nada luego de vivir eso. Parte de la formación desde muy chicos es que ellos se puedan preparar para el día después.

-¿Cómo se maneja la esperanza y la frustración de los chiquilines?

-De entrada hay que decirlo. Si alguno se confundía se le decía: “este mes no venís y si levantás las notas volvés el que viene”. La selección tiene una llegada impresionante y hay que aprovecharla; si se hace esto levantan la nota siempre, seguro. El prestigio de Uruguay creció mucho luego de Sudáfrica, lo que llevó también a que aparezcan más representantes, y esto puede confundir a algunos.

-¿El peso de los contratistas era menor antes?

-A raíz de la construcción de una nueva imagen todo el mundo empezó a mirar a Uruguay. Ahí apareció el representante y hay que convivir con él, porque es necesario para las operaciones económicas. Si uno pretende que la familia no incentive el acceso a cosas materiales rápidamente, hay que pedirles también a los representantes que no lo hagan. El premio tiene que venir luego del esfuerzo. Si un chico que tiene problemas de calzado, que le cuesta comprárselo porque la mamá es doméstica y el papá es albañil, recibe de buenas a primera 10 pares juntos, estamos en un problema. En la selección lo primero que decíamos era que para jugar en la selección no se necesita representante, porque uno de los discursos que se repite es: “yo te pongo en tal lado”, y eso no es verdad. Hay clubes que compran zapatos todos iguales y los representantes les dan otros. Lo gratificante es ver que la mayoría entienden cómo es esto, y no me refiero solo a los que llegan.

-¿Dice que el fútbol deja enseñanzas de vida, más allá de si llegan a ser o no profesionales?

-Algunos pueden llegar a la primera división y otros no, pero hay tipos que uno se cruza en la calle y son felices de haber pasado por el fútbol. No llegaron porque a veces no se llega.

-¿Cuántos llegan?

-A la elite el 1%, y que logren mantenerse el 0,14%. Es decir, de cada 1.000, 1,4%. Me refiero a Cavani, Suárez, Valverde, Bentancur, Godín… y medio que parás de contar. Porque después los otros ya están un escaloncito abajo. A nivel local el porcentaje sí aumenta muchísimo. Hay un 40% que con hábitos, con preparación, más allá de sus condiciones, llegan, generan un sueldo y siguen estudiando, o trabajando. Con mediano éxito incluso pueden llegar a una liga de tercer orden y juntar un dinerito. A veces a los niños no les gusta la Secundaria, pero muchas veces los fomentábamos en la selección a que por lo menos hagan algo en la UTU, porque con un curso de electromecánica ya se meten una herramienta adentro que si se desmorona lo otro pueden salir adelante. Otras cosas que les decíamos era que con los primeros pesos se abrieran una cuenta en el Banco Hipotecario. Capaz que triunfaban y se podían comprar 20 apartamentos, pero capaz que no… Y hay algunos que hacían caso y me decían a los años: “Pelado, me compré el apartamento”, y eso es una gran alegría, porque sabés que hicieron una base.

-¿Cómo afectó la pandemia los procesos de formación de nuevos jugadores?

-Muchísimo, y eso se va a ver cuando estas generaciones sean más grandes. Hay que tener en cuenta que nuestra competencia de juveniles no es buena. Está focalizada en la zona metropolitana y quedan afuera un montón de chicos que a veces vienen del interior profundo, y pueden terminar siendo figuras. La pandemia cortó más esto. Nosotros competíamos con el celular, que en la selección no podían bajarlo del bus. La pandemia lo que hizo fue incentivar el uso de celulares y se multiplicaron también los niños sedentarios. Son generaciones que van a pagar en la competencia. Hay países que pasaron lo mismo pero tienen más opciones, porque hay más población. Cuando esto pase hay que entender que el problema no son los directores técnicos, sino que tuvimos el covid-19 y que eso generó consecuencias.

-¿Hay una continuidad del proceso Tabárez?

-No estoy tan encima, no podría decirlo. En lo que es la sub 15 diría que no. De hecho no entrenaron en todo el año. En noviembre de 2023 compiten y no entrenaron. El encare ha sido diferente. Hay otra orientación. Pero todo es valioso y perfectible. Quizá no esté mal lo que están haciendo. Los chicos ingresan a la sub 14 y a veces a los dos meses se los podía citar a la selección. Quizá eso sea mucho, para ellos y también para todo el entorno familiar. Quizá eso fuera una flaqueza del proceso anterior. Ahora tienen un año de competencia y recién ahí van a poder pasar a la selección.

-¿Y no se pierde un poco del control que había antes?

-Se pierde un poco lo que hablábamos en cuanto a hábitos que hay que ayudar a que se generen. Nosotros cortamos los festejos excesivos después de un gol, y eso de enojarse cuando uno pierde. Y eso era todo un trabajo que llevaba tiempo. Eran chiquilines de Nacional, Peñarol, Defensor, de lo que sea, y trabajaban unidos. Pero entiendo que se puedan cambiar cosas.

“Los vi bien; creo que pesó el debut”

-¿Cómo vio a la selección contra Corea?

-La vi bien. Yo tenía algunas discusiones con amigos que decían que no podía poner a Godín. Yo les contestaba que si Godín estaba bien, yo lo ponía. En eso le acertó. Creo que pesó el debut. Pero además Corea es un buen equipo, son muy veloces.

-¿Es una continuidad del proceso?

-Ha habido cambios. De hecho en los últimos partidos de la eliminatoria hubo un revulsivo que fue positivo, hay que ser honestos. También es verdad que con ese fixture el Maestro también podría haber clasificado. También hubo incorporaciones nuevas que sacudieron el equipo. Y yo sigo teniéndoles mucha fe, y deseo que les vaya bien, porque los conozco y hay afecto.

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