ENTREVISTA

Enciso: “En Argentina hay sectores que ven con buenos ojos que se firme un TLC con China”

El embajador de Uruguay en la vecina orilla cree que hay margen para negociar con el gobierno de Fernández y que es importante abrirse al mundo.

Carlos Enciso. Foto: Juan Manuel Laurens
Carlos Enciso. Foto: Juan Manuel Laurens

Al embajador uruguayo en Argentina, Carlos Enciso, todavía le dura la satisfacción por la extensa celebración en Buenos Aires de un nuevo aniversario nacional cuando, en un café sobre la avenida Libertador, se anima a opinar sobre las tratativas de Uruguay de avanzar firmemente hacia un TLC con China, pese al recelo de Argentina, país en el que, según dice, hay quienes ven con “buenos ojos” sumarse al acuerdo con el gigante asiático.

-En su discurso al pie del monumento de Artigas de Buenos Aires, usted dijo el pasado jueves que ahora es momento de “mirar hacia adelante” y que entre Uruguay y Argentina hay que asumir “los desafíos que nos impone el mundo”. ¿Fue un guiño al afán de apertura internacional de Uruguay y de flexibilizar el Mercosur?

-Lo que hice fue marcar muy telegráficamente la concepción de nuestro gobierno y del presidente Luis Lacalle Pou de que no hay contradicción, sino una búsqueda complementaria. Lo que está pasando en los tiempos actuales tiene conexión con nuestra raíz histórica, nuestra lucha por el esquema de la confederación de la Liga Federal Artiguista y después de los patriotas que lograron la independencia en 1825. Integración, sí; historia común, sí; pero tenemos que poner acento también en los temas de pleno siglo XXI, que son importantes para la gente, para la sociedad, para nuestra economía, para nuestro país. Y uno de ellos es, sin renegar ni mucho menos de nuestra identidad y nuestro pasado, abrirnos al mundo. Más en un país como el nuestro que, al no tener una fuerte matriz industrial y por tener una escala mucho más chica que nuestros vecinos, depende de la capacidad de inventiva y de innovación. Por eso tenemos que abrirnos a diferentes mercados, ya sea en Asia, África, Medio Oriente, Europa, Estados Unidos o donde sea.

-¿Dice que están agotadas las relaciones comerciales con la región?

-Yo creo que están consolidadas, pero sin vislumbrarse mucho un posible crecimiento.

-¿Por qué no?

-Porque competimos por lo mismo. Porque la soja, la carne, los lácteos, es parte de lo que también aquí (en Argentina) producen de buena forma.

-¿Esto hace que pierda aún más sentido el Mercosur a mediano plazo?

-No, porque el Mercosur es un proceso todavía en transición, no consolidado. Hoy no es una zona de libre comercio. Es, a lo sumo, y ni siquiera, una unión aduanera imperfecta. Evidentemente no hay una moneda común; evidentemente no hay políticas macroeconómicas que se puedan coordinar. Y todavía hay dificultades a veces para el cruce de bienes y servicios. Pero es necesario para muchas empresas que tienen su nicho aquí. La balanza comercial es desfavorable, pero los 300 y pico de millones de dólares que exportan pequeñas y medianas industrias de Uruguay para acá son clave para Argentina, porque es casi el único mercado. Entonces, eso se tiene que mantener, no vamos a echar para atrás. Nadie busca romper nada. Pero con eso solo no da, porque los productos hoy de punta que exporta Uruguay, que dan valor agregado y que dan trabajo, pertenecen a rubros donde hoy ni Argentina ni Brasil nos compran. Obviamente, granos acá no vamos a vender y carne tampoco. Y sí a Rusia, sí a China. Argentina tiene sus mercados mundiales también en ese tema, entonces sanamente competimos. Hay nichos interesantes, como el software, la informática, información, algunos servicios... Perfecto, pero eso se va a seguir dando. No excluye que podamos seguir avanzando, como lo dijo el Poder Ejecutivo, en un acuerdo con China, en una exploración con Turquía, en ver qué pasa con Irlanda o con algún país del continente africano.

-¿Y cómo están, precisamente, las relaciones con Argentina, a raíz de este contexto? En su discurso del jueves las definió como “óptimas”, pero “siempre perfectibles”.

-Con nosotros bien, yo no tengo nunca manifestaciones negativas. También es cierto que las negociaciones del Mercosur no pasan por la embajada. Entonces la misión nuestra tiene una relación buena, según los temas, con los ministerios respectivos. Pero hay cooperación y buena acogida en general.

-Pero de lo que usted puede percibir, ¿no hubo algún desgaste en el vínculo a raíz del sistemático intento uruguayo de flexibilizar el Mercosur?

-No, no. En nuestro nivel está todo muy bien. A mí me abren las puertas con más o menos rapidez, pero me han abierto todas las puertas que he precisado por alguna gestión para compatriotas, desde migraciones hasta sanidad, desde ministerios hasta gobiernos municipales, gobernaciones, etc. Siempre es perfectible y siempre es mejorable, y estamos en eso. Pero hay una muy buena relación. Se volvió al eje histórico, que en anteriores circunstancia se había perdido un poco.

“¿Quién dice que para algunos sectores de nuestros vecinos el TLC no sea algo favorable?”.

Carlos Enciso. Foto: Juan Manuel Laurens
Carlos EncisoEmbajador uruguayo en Argentina

-¿Hasta dónde cree que se puede cinchar de esta piola de vocación aperturista en el Mercosur?

-Tal vez la pregunta la puede evaluar con más elementos la Cancillería, pero en algún aspecto yo creo que las posiciones en los ámbitos de las cumbres del Mercosur han estado claras. En la última nuestro presidente fue firme. También, obviamente, hay una postura clara de Argentina, pero de forma muy afable, civilizada. Clara, pero con los matices respectivos. Ahí seguirá el ámbito de negociación. Yo soy levemente optimista en cuanto a que de a poco Uruguay vaya ganando en la agenda concreta, en la legitimidad del planteo. No estamos diciendo nada extemporáneo ni fuera de una lógica internacional. Si hay algo que no debería sorprender, es la postura actual del gobierno uruguayo. Lo de plantear un Mercosur reformulado y aggiornado, fue dicho mucho antes del primero de marzo de 2020.

-Pero si Uruguay sigue por este camino, algo que Lacalle ha repetido que así será, ¿no cree que indefectiblemente habrá un correlato negativo en la relación con Argentina?

-No creo, porque lo primero que harán los países, las cancillerías, las instituciones y los sectores será ver qué áreas y temas se afectarían, y esto será trasladado al bloque. Esto no va a ser algo improvisado o abrupto. Yo no veo que haya una cosa rupturista, al revés. Capaz que es una punta integradora. Porque además, si vamos al caso -no para Paraguay, porque no tiene relaciones comerciales con China porque las tiene con Taiwan, y vaya si eso es reflejo de un bloque flexible- para Argentina y Brasil, para muchos productos y muchas áreas, el mercado chino es fundamental. Entonces, evidentemente, cuando nosotros informemos e ilustremos sobre nuestros avances, ¿quién dice que para los sectores tal o cual de la economía de nuestros vecinos no pueda ser también favorable suscribir el acuerdo?

-¿Cree que Argentina realmente se integraría al acuerdo con China junto con Uruguay, posibilidad que se mostró dispuesto a analizar el presidente Alberto Fernández en la reciente cumbre del bloque en Asunción?

-A ver... (piensa). El gobierno y el estamento dirigencial argentino es muy grande. Hay muchos matices, muchos componentes y yo creo que hay gente a la que, sin entrar en particularidades, hasta le puede servir que Uruguay avance y evaluar sumarse en determinado momento. Hay sectores económicos, y hasta por qué no decir del estamento público, que pueden ver con buenos ojos nuestro posible avance con China.

-¿Ha intervenido por el conflicto sobre la puesta en marcha del Sistema Riachuelo, a cuyo monitoreo conjunto Argentina se niega? ¿Cómo ha visto este episodio?

-He estado informado lateralmente porque esto lo lleva Cancillería y la Comisión del Río de la Plata.

-¿Pero le preocupa que el tema tome una dimensión más grande?

-Yo creo que no va a pasar eso, porque es un tema que está en la agenda, pero no veo posibilidades de no ponernos de acuerdo a mediano plazo. Creo que en pocos meses tendría que aclararse un poco la situación, pero no tengo muchos más elementos.

-¿Le sorprendieron las recientes declaraciones del presidente Fernández al dirigirse al fiscal Diego Luciani -que pi- dió se condene a Cristina Fernández de Kirchner-, sobre quien dijo que esperaba que no hiciera “lo mismo” que el fiscal Alberto Nisman?

-No puedo hablar de la política local. No quiero ser descortés, pero quiero seguir trabajando aquí en la Argentina, ¿me entiende? (Se ríe).

“El grupo Dale está integrado en el país”

-¿Por qué aceptó ser embajador?

-Primero, porque el presidente pensó que podía hacer una buena labor. Estimo yo que fue así. Y es un gran destino, un gran país, con el que tengo mucha relación personal, por diferentes circunstancias. Yo estaba designado a la Corporación Nacional de Desarrollo, que es un importante organismo también, pero el desafío aquí era muy interesante y acá estamos.

-¿Dónde va a estar en 2024?

-Puedo estar acá o quizá no.

-Bueno, ¿pero dónde le gustaría?

-Eso va a depender de mis amigos de Florida y del presidente. Y de mis amigos del Partido Nacional. Por ahora estoy trabajando contento. Es una buena pregunta, pero capaz que para el año que viene, no para este.

-¿Cómo lidia con el freno a la labor política que implica este cargo? ¿No le preocupó eso?

-Bueno, obviamente toda acción o decisión tiene a veces sus obligaciones y limitaciones. Pero en la balanza igualmente el resultado es positivo. Además uno hace política en el sentido amplio de representar institucionalmente al país. Es todo un honor poder ser embajador aquí.

-¿Cómo está Dale como sector?

-Dale se integró en la última elección con Aire Fresco. Diferentes amigos, de forma inorgánica, porque no hay una organicidad y yo no puedo hacer política partidaria, están en gran medida integrados en los distintos departamentos.

-¿Va a ser clave en 2024 como grupo político?

-Ahí caigo de nuevo en la limitante que tengo como embajador. Será algo que, en todo caso, veremos el año que viene.

“En el caso Marset no hubo responsabilidad política grave”

-¿Cómo vio la polémica que se dio en Uruguay en torno a la entrega del pasaporte al narcotraficante Sebastián Marset, cuando estaba preso en Dubái, que derivó en la interpelación a dos ministros? ¿Vio algún viso de irregularidad en lo sucedido?

-No. A mí, si bien tenía una información muy genérica, a través de la gente nuestra del Poder Ejecutivo, me extrañaba que de esto se hiciera una interpelación. El tema, como lo probó el propio miembro interpelante (el senador Mario Bergara), era plausible de aclararse. No había elementos de responsabilidad política grave e importante. Quedó claro, por las decisiones sobre todo del ministro del Interior, que hay temas a veces que son de gran complejidad en la coordinación interministerial, y en este caso se dio por salvada la situación. La impresión que me da es que es un episodio que se diluye con todo lo que se dijo.

-Pero si hubiera pasado en la órbita de su embajada, ¿la información de que hay una persona con las características que tenía Marset, detenido, con un extenso prontuario e investigado por narcotráfico, que está pidiendo un pasaporte, no la reportaría a Cancillería?

-A ver, al tener un dato tan directo y claro uno puede tomar recaudos. Pero cada misión diplomática es un mundo, cada país tiene su complejidad. En nuestro caso, por ejemplo, el cónsul está deportando presos uruguayos, está visitando las cárceles, y hay incluso algunos temas que ni siquiera pasan por los servicios más jerárquicos del Ministerio de Relaciones Exteriores y el consulado. Y hablo en términos generales. Porque hay miles de gestiones por mes -por fe de vida, certificados, pasaportes, renovaciones, residencias legales- que se inician acá. Entonces, yo entiendo que a veces es muy difícil que se puedan conocer todos los detalles de cosas que suceden a nivel de los servicios.

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