ENSEÑANZA

“Hay personas que no querían decir por qué estaban (protestando en la ANEP) o no lo sabían”, dice la madre de la reforma

Adriana Aristimuño es doctora en Educación y es una de las principales jerarcas detrás de los cambios que impulsa el gobierno.

Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé
Adriana Aristimuño. Foto: Leonardo Mainé

La reforma educativa de Germán Rama tenía un solo líder: él. Era el rostro político, pero también la cabeza técnica de lo que se quería hacer. En esta nueva transformación que impulsa el gobierno de Luis Lacalle Pou esto no está tan claro. A nivel político no hay dudas: Robert Silva es el gran impulsor y defensor de los cambios. Pero en el ámbito técnico, según confiesan varios actores de la ANEP, el trabajo fuerte se hace desde un pequeño despacho del piso 9 del edificio del ente autónomo -ubicado detrás de la Plaza del Entrevero y que antes perteneció a Pluna. Allí vive más de 10 horas al día Adriana Aristimuño.

Esta doctora en Educación, que elige siempre el perfil bajo, escucha, sonríe, pero enseguida niega con la cabeza. “No comparto esa separación -dice, amable-, porque creo que Robert también cumple con los dos roles. Mi rol es técnico, por supuesto. No escapo a esa responsabilidad. Pero no estoy sola en esto y el liderazgo es de él, que se involucra incluso más de lo que yo pensaba. Se mete en los documentos, los corrige, me los manda de vuelta y los vuelve a leer”.

En la oficina entra solo lo que se ve: un escritorio -sobre el que descansan varios papeles y el monitor de una computadora que se apoya sobre una pila de libros- y una mesita redonda con cuatro sillas, en la que se han debatido muchos de los cambios que el gobierno pretende poner en marcha desde 2023. En una pared hay un pizarrón que marca mes a mes los pasos que la ANEP dará hasta el año que viene, en otra una cartelera que cuenta con la misma información pero de forma más detallada -y el cronograma avanza hasta 2024-, en otra dos bibliotecas algo desordenadas que acumulan libros hasta desbordarse y frente a estas hay una pequeña ventana que, sin embargo, devela una hermosa vista de Montevideo.

Desde aquí el ruido del tránsito se siente como un susurro. Sin embargo, el martes pasado, cuando un grupo de sindicalistas quiso ocupar el edificio, las “bombas brasileras” se escuchaban allí como si las estuvieran tirando desde una distancia mínima. Ella estaba en su oficina mientras todo sucedía, mientras desde la ANEP se advertía a los manifestantes que el edificio no iba a desocuparse y que no se iba a permitir a quienes protestaban contra la reforma que tomasen el lugar.

La relación de Aristimuño con los sindicatos no ha sido buena. En abril de 2018, en una nota publicada por El País, ella -que en ese momento formaba parte del colectivo multipartidario Eduy21, que pedía cambios en la enseñanza en el último gobierno de Tabaré Vázquez, y que hoy sigue operativo aunque con mucha menos exposición pública- señalaba al respecto: “En Finlandia, que tanto hablamos de Finlandia, que tan admirable es su sistema, que tanto lograron trabajar con los sindicatos, lo que en realidad pasó fue que en la década del 70, cuando se sentaron las bases del sistema educativo y la sociedad finlandesa, las peleas con los sindicatos fueron a cuchillo. Acá no hay atajos (…) Si alguien tiene miedo a enfrentar a los sindicatos, está frito”.

Algunos de los que se oponen a la reforma le recuerdan de vez en cuando, incluso mostrándole recortes de esa nota, su posición en cuanto a la eterna puja con los sindicatos. Hoy ella se limita a decir lo mismo que Silva: que la reforma se hará, pese a quienes se oponen; y que se han abierto a los profesores todas las instancias para que se expresen, pero, al final de cuentas, las transformaciones en la educación son una decisión del gobierno.

“Si una persona está en un sistema y este cambia, las personas deben adaptarse”.

-¿Cómo vivió los episodios de los últimos días con los sindicatos y gremios?

-Con tristeza, porque ni siquiera es enojo. Es triste ver que la educación en vez de unir, puede dividir. Hay cosas que tienen que ver con la militancia, gente que va a lugares y no sabe muy bien para qué está. Tengo una anécdota personal, pero ilustrativa. Hace 10 años, dando clases en un posgrado, estábamos analizando la reforma de Rama. Cuando terminé mi exposición un muchacho que estaba sentado en el fondo de la clase me dijo: “Yo en los 90 ocupé un centro educativo y la verdad es que nunca supe muy bien por qué estaba ocupando. Y ahora me doy cuenta que estaba completamente equivocado”. Esto me muestra que puede haber otros que estén en esa situación.

-¿No está subestimando a los manifestantes?

-Por lo que vi en los medios, el otro día había personas que no querían decir por qué estaban ahí o no lo sabían.

-Los sindicatos dicen que la reforma se está apurando. ¿Es el tiempo un enemigo?

-Creo que no. Hemos pensado bastante lo que queremos hacer y tenemos muchos diagnósticos. Hay problemas que vienen desde hace mucho y que los tenemos muy estudiados. Entonces, recurrir al argumento del tiempo puede ser una estrategia para demorar, para bloquear cuando uno no comparte. Cuando uno tiene más tiempo puede hacer las cosas con más holgura, pero no sé si en este caso teniendo más tiempo llegaríamos a otro resultado. El tiempo es un estresor en cualquier proceso, pero me formulo la siguiente pregunta: si tuviéramos más tiempo, ¿los sindicatos adherirían a lo que estamos planteando?

-¿Tiene una respuesta?

-Tengo mis dudas.

-¿La pandemia hizo que se pierda tiempo y ahora se tienen que apurar algunos procesos?

-En tren de ser muy sincera, la pandemia nos distrajo con algunas cosas que eran de urgencia. Pero mentiría si dijera que yo no seguí trabajando en la transformación de las cosas de mediano y largo plazo. Cuando dicen que la transformación va lenta, me da la impresión que esas personas no saben el tiempo que lleva prepararla. Son procesos complicados. Si uno quiere hacer algo con diálogo, tiene que someter documentos ante distintos colectivos. En fin, hay quienes dicen que vamos rápido y otros que vamos lento.

-¿Quiénes dicen esto?

-Algunas personas del gobierno de la coalición, que quieren resultados visibles más rápido. A ellos les digo que miren los Centros Espínola, que dio su trabajo armarlos desde cero y que sin embargo en 2021, en plena pandemia, empezaron a funcionar.

-También hay jerarcas que pertenecen a la coalición y que, en privado, confiesan que no entienden la reforma educativa. Si usted la tuviera que explicar en pocas palabras, ¿qué diría?

-Se cambia la propuesta educativa por una más actualizada y más cercana a la vida real de los estudiantes. Esperamos ver más proactividad por parte de los alumnos, más trabajo en equipo, en proyectos. Se incorporan prácticas de evaluación que siguen más al estudiante a lo largo de su historia, por eso por ahí en algunos años no va a haber repetición.

-¿Se van a eliminar materias?

-No, se van a crear espacios nuevos con materias electivas. Va a aparecer Tecnología en secundaria, por ejemplo. Sobre todo lo que cambiará es la metodología en el aula con más trabajo en proyectos.

-La reforma, entonces, implica trabajar en proyectos dentro del aula y también evaluaciones a partir de los logros de los alumnos. Los sindicatos sostienen que el plan es preparar a los estudiantes solo para el mundo del trabajo, solo para tareas utilitarias, descartando una formación más integral de las personas. ¿Qué opina de esto?

-Creo que decir esto es no entender lo que estamos haciendo. Los contenidos tienen múltiples efectos: algunos más inmediatos -saber hacer- y otros que son más formativos, estructurales del desarrollo, que quedan para siempre. Nosotros apuntamos a las dos cosas. Yo comparto que hay que mantener las formaciones que no forman para el mundo del trabajo, pero forman la mente.

-Más allá de la resistencia de los sindicatos, para que la reforma se ponga en marcha se necesita el apoyo de los mandos medios: inspectores, directores, adscriptos… ¿Existe ese apoyo?

-Ya hay inspectores y directores con los que estamos trabajando. Hemos hecho reuniones con todos los inspectores del país durante el primer semestre, en las que se habló de las competencias y los fundamentos de la reforma. Hay 2.000 inscriptos para un curso de formación con inspectores. Y, además, en octubre o en noviembre haremos cursos para docentes que empezarían el año que viene la transformación.

-¿Pero estas personas están comprometidas con los cambios?

-Tienen un compromiso profesional, porque es mucha la gente que quiere cambiar la educación. Quienes no quieran, veremos cómo se comportan. Si una persona está trabajando en un sistema y este cambia, la forma de trabajar que tiene es sumarse a ese cambio.

-¿Están preparados para los conflictos que puedan darse el año que viene?

-Lo que nosotros esperamos es que haya racionalidad de todas las partes y que las personas que no estén de acuerdo, se acerquen y vean las cosas positivas de nuestras propuestas. Las Asambleas Técnico Docentes (ATD), sobre todo las de primaria y secundaria, rechazaron en mayo la enseñanza por competencias. De todos modos, en agosto los invitamos a participar de la elaboración de los programas y aceptaron. Es decir que hay, aun teniendo opiniones contrarias en cuanto al enfoque, espacios de acercamiento. Hay puentes que nosotros queremos cruzar.

La reforma abarca más de un período de gobierno

El gobierno tiene algo claro: la reforma no muere el 1° de marzo de 2025. Así que el próximo gobierno, sea del color que sea, debería continuarla. “La reforma comienza en los primeros años de primaria y secundaria, y la idea es que en 2024 ya se inicie en tercero y cuarto, y en 2025 en quinto y sexto. O sea quedaría en marcha. Pero nosotros propusimos períodos de revisión curricular de 10 años, para que estos impliquen a dos administraciones, por lo menos. Así es como se hace en muchos países, se implementa un nuevo cu- rrículo, se va monitoreando y se van encontrando cosas para mejorar”. En cuanto a la posibi- lidad de que se decida volver para atrás en los cambios, advierte: “Trato de tener mente positiva y no pensar en lo que temo, porque hay tanto en jue-go que me paralizo. Confío en que haremos las cosas suficientemente bien para que el que venga después las sostenga”.

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