¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuándo dejamos de cenar? ¿Es saludable hacerlo?

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Todos ya hemos escuchado alguna vez que para mantenernos saludables, cuando se trata de alimentación, lo mejor es comer cinco veces al día o cada tres horas. Pero también hay expertos que recomiendan el ayuno intermitente. Entonces, ¿cuándo se trata de la cena, qué es mejor, olvidarla o incluirla todos los días?

Vale aclarar que si se tiene algún padecimiento, es importante consultar con un nutriólogo profesional que recomiende la dieta correcta con base en factores personales como edad y peso. No obstante hay algunas investigaciones que pueden ayudarnos a entender cuál es la mejor manera de alimentarnos.

Muchos creen que si evitan cenar bajarán de peso. Pero, incluso si se obtiene ese resultado, es probable que estemos afectando nuestra salud. Un estudio realizado por el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reveló que el “ayuno nocturno” puede provocar un déficit de nutrientes como proteínas, vitaminas y minerales, y ralentizar el metabolismo.

Otro de los riesgos es presentar hipoglucemias, es decir, bajos niveles de glucosa, lo que podría ocasionar pesadillas, sensación de parálisis en todo el cuerpo, sudoración excesiva y dolor de cabeza por la mañana.

Por otra parte, si no cenás y han pasado muchas horas desde tu última comida, es probable que sientas hambre y, por ende, que no descanses de la manera correcta. Además, despertarás con ganas de comer de manera más abundante lo que podría llevar al aumento de peso.

Por otra parte la Fundación Carlos Slim explica que si no cenás seguramente almacenarás la energía de la siguiente comida y, podrías experimentar dificultad para despertar o levantarte de la cama, además de frecuentes dolores de cabeza durante el día, cansancio, sueño, mal humor, irritación, falta de concentración, entre otros síntomas.

Saltarse comidas, incluyendo la cena, también puede hacer que el metabolismo se vuelva más lento, lo que puede provocar un aumento de peso, y no solo eso, un estómago vacío conducirá al desarrollo de gases lo que puede ocasionar indigestión e irritación.

Vale la pena aclarar que todo lo anterior aplica cuando dejar de cenar se convierte en una práctica común, saltarse esta comida de vez en cuando puede no tener un impacto adverso en nuestra salud. 

Por otro lado, cenar está bien pero no debemos comer justo antes de acostarnos. De acuerdo con Cleveland Clinic cuando comés tarde en la noche vas en contra del ritmo circadiano de tu cuerpo, es decir de la manera en que tu cuerpo ajusta su sensibilidad a la insulina.

Tu cuerpo es más sensible por la mañana para ayudarte a ponerte en movimiento, pero la resistencia a la insulina aumenta por la noche, razón por la cual las calorías adicionales provenientes de la cena se almacenan como grasa mientras duermes en lugar de quemarse durante el día.

Otra razón por la que comer tarde es malo es porque tendemos a tomar decisiones menos saludables sobre lo que consumimos pues suele ser parte de nuestra rutina de relajación nocturna. 

Con base en lo anterior lo mejor es ingerir la última comida del día al menos un par de horas antes de ir a la cama y, respecto a los alimentos más recomendables, los nutricionistas de Cleveland Clinic proponen la siguiente lista:

- Verduras al vapor o crudas son la mejor opción.
- Zanahorias o brócoli con hummus para tener un toque de más sabor.
- Una manzana con una cucharada de mantequilla de cacahuate.
- Un poco de fruta con un pequeño trozo de chocolate negro.

Estas opciones le brindarán a tu cuerpo proteínas y algo de grasa saludable, al mismo tiempo que te ayudarán a sentirte satisfecho. Y si no podés resistir la tentación de algo dulce, prestá atención a las cantidades y comé solo 1 o 2 galletas en lugar de todo el paquete. 

Como ya mencionamos hay algunos alimentos más recomendados para cenar e, incluso, podemos darnos un gusto algunos días de la semana, pero hay algunas comidas que sí es mejor evitar para poder dormir bien.

- Olvidá todo lo alto en grasa y azúcar, como el helado.
- Cafeína: y no solo hablamos de una taza de café, sino de los refrescos y otras bebidas con alto contenido de azúcar que, además de afectar el sueño, influyen en el aumento de peso.
- Alcohol: además de las calorías adicionales, puede perturbar el sueño.