Sexualidad

Historias de piel: Educación Sexual en vínculo con otros

La Educación Sexual Integral afronta desafíos que la llevan a complejizar sus clásicos temas y modos de intervención.

historias de piel

Ante una abundancia de datos que pretenden oficiar de información, así como frente a la escasez de espacios y tiempos reflexivos disputados por la narcotizante vertiginosidad de las redes, la Educación Sexual Integral afronta desafíos que la llevan a complejizar sus clásicos temas y modos de intervención. Es por eso que deberá siempre basarse en evidencias científicas e interdisciplinarias, en el diálogo respetuoso (aunque no por ello menos pasional) entre argumentadas posiciones políticas, religiosas y morales, así como en el trabajo emocional-actitudinal para dejar de culpabilizar el placer responsable, facilitar el conocimiento y respeto por el propio cuerpo, y desnaturalizar las jerarquías que habilitan la discriminación y la violencia.

Ante ello, esta educación hoy atacada por sectores conservadores acostumbrados a pensarse a sí mismos (desde la impunidad de sus certezas) como la única opción válida y posible de vivir, se ve impulsada a constituirse en un espacio dentro del ámbito formal y no formal, en el cual poder (re)aprender a aprender con otros desde la empatía y las relaciones de cuidado, para ser y convivir en vínculo con las diferencias en clave de diversidad. Metodología educativa que permitiría abordar los prejuicios sexuales en general, así como aquellos conspirativos que sostienen que la Educación Sexual es un instrumento de manipulación poblacional para “estimular” precozmente la sexualidad en las infancias y “apropiarse” de ellas, “imponer” el aborto, “derrocar” a la familia y “abolir” la heterosexualidad y la diferencia hombre-mujer.

Por eso se apunta a facilitar desde una pedagogía crítica experiencias de sentir-pensar con otros (esos que siempre interpelan porque “exceden” lo que uno cree ser), en pro de cuestionar el adoctrinamiento unidireccional que la escuela moderna históricamente ha ejercido junto a otros dispositivos ideológicos de disciplinamiento (policial, sanitario, familiar, religioso, etc.). Se enfoca a estimular el intercambio más allá de velocidades y guerras de odio “twitteras”, con el fin de cuestionar y aminorar la compulsión a exaltarse para “reaccionar” con celeridad contra la opinión de otro desde una “ingeniosa” discrepancia que logre “aplastarlo”

Aspecto que alerta sobre la necesidad de manejar retóricas más humildes, prudentes y hospitalarias (y no “políticamente correctas”) que permitan argumentar más allá de eslóganes que sólo refuerzan posiciones políticas o identitarias, a la vez que ofician de prótesis lingüísticas inhibidoras del pensar. De este modo se haría posible legitimar la propia posición como opinante a partir de argumentos, y no sólo porque haya “libertad de expresión” y se crea que por eso se puede decir lo primero que sale de un antojadizo ego infantil.

Tal vez en todo eso radique el verdadero y temido sentido “sub-versivo” por el que es estigmatizada la Educación Sexual Integral por parte de algunos sectores, en tanto facilitaría la visibilidad emocional y política de cuerpos no seriados, permitiendo la posibilidad de escuchar y construir un deseo tanto singular como colectivo (no sólo sexual-genital). Un deseo que habilite la potencia creadora propia de la transformación que todo sujeto puede experimentar desde lo vincular, también, como resistencia al adoctrinamiento ejercido por una hegemonía y un mercado que mata los sueños de realización, en tanto que normaliza las mentes, los cuerpos y los sexos al instruirles respecto de quienes son y que deben anhelar desde que llegan a este mundo.

Una educación sexual que integre el reconocimiento de la diversidad de cuerpos y sensibilidades, deberá a su vez cuestionar el centro antropocéntrico y humanista-moderno-occidental del pensamiento único, incorporando la mirada ética hacia los cuerpos de los demás animales cada vez que analiza la opresión, las relaciones de poder y las lógicas binarias de la diferencia sexual, racial, deseante, etc. (entre las que se encuentra la especista diferencia humano-animal).

Ante el reciente terremoto racista ocurrido en EEUU, el cual revela una vez más las tristes jerarquizaciones y cosificaciones de vidas que la discriminación reproduce, resulta prudente tener en cuenta que las implicancias éticas y políticas de la clasificación de cuerpos deberían ser entendidas más allá de los homo sapiens. Que el Antiespecismo (movimiento contra la discriminación y opresión de seres vivos animales autónomos y sintientes en función de su especie) ya ocupa un lugar destacado en los modos de abordar la violencia tanto hacia los humanos, los demás animales y el ecosistema, dejando de ser visto como “ocurrencias” que unos pocos quieren “imponer” desde una justicia romantizada por mero amor a “los animalitos”.

Antiespecismo que sin embargo sigue sin ser reconocido desde muchos sectores de los movimientos sociales contra la discriminación, de la misma forma que es infra valorado por el sistema político-legislativo (al girar gran parte de la economía en torno a la explotación y asesinato de otros animales), y que incluso el sistema educativo formal aún no lo toma como línea transversal y ética de su currículo a pesar de la evidencia de una crisis ecológica global sustentada por la apropiación, cosificación y devastación extractivista de tierras, personas y otros animales.

Con ello se evidencia que se desconoce como política la opresión especista (por más que muchos sistemas legales de diferentes países reconozcan el derecho animal y el estatus jurídico de personas no humanas de los mismos), y que se hace caso omiso de que este tipo de inferiorización por especie podría estar operando tanto sobre los animales no humanos como sobre los humanos, cuando son simbólica y materialmente “animalizados”.

Una Educación Sexual Integral y ciudadana en vínculo con otros, privilegia por tanto la novedad pedagógica del encuentro, potenciando lo que ocurre cuando se facilita el despliegue creativo de cuerpos y mentes que se experimentan habilitadas para explorar, desear, aprender y cuestionar. Una educación que amplía la concepción de ese “otro” con el que y para el que interviene, llevándola más allá de una restrictiva mirada humanista eurocéntrica y colonial, en pro de la valoración, cuidado y dignificación de la naturaleza, el mundo vegetal, los ecosistemas y todos los animales más allá de su especie.

Conocé a nuestro columnista
Ruben Campero
Ruben Campero
Psicólogo, Sexólogo y Psicoterapeuta. Docente y autor de los libros: “Cuerpos, poder y erotismo. Escritos inconvenientes”, “A lo Macho. Sexo, deseo y masculinidad” y “Eróticas Marginales. Género y silencios de lo (a)normal” (Editorial Fin de Siglo).

Fue co-conductor de Historias de Piel (1997-2004, Del Plata FM y 2015 - 2018,
Metrópolis FM). Podés seguirlo en las redes sociales de Historias de Piel: Facebook, Instagram y Twitter y en su canal de YouTube.

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