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Se casó con el amigo de su hija, 19 años más joven: “Enfrentamos todos los prejuicios”

"Lo de la edad quedó en segundo plano", declaró con orgullo Silvia Salsamendi sobre la unión con Pablo Ortiz, el amigo de su hija con quien se casó a los 42, mientras él tenía 23.

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Foto: Facebook Silvia Maria Salsamendi.

“Enfrentamos todos los prejuicios. El mundo nos separaba y nosotros insistimos en ganar la batalla”, menciona con orgullo la argentina Silvia Salsamendi, una mujer que tuvo tres parejas, cinco hijos y una vida de obstáculos. Luego de tantas dificultades, encontró el amor en donde menos lo esperaba: en Pablo Ortiz, un amigo de su hija. 

¿Amor prohibido? Para ellos, no. Aunque han sido protagonistas de infinidad de comentarios por la diferencia de edad, están seguros de que lo importante es amarse. De los coqueteos pasaron al noviazgo y de ahí restaron unos pasos para subir al altar. Se casaron sin la presencia de la familia de Silvia, ya que los padres y los hermanos no aceptaban la relación.

“Contra todo pronóstico, cumplí mi sueño de la niñez: ¡casarme por Iglesia y de blanco! Fue emocionante. Era mi primer vestido de novia. (…) La familia de Pablo estuvo, pero ni mi papá ni mi mamá ni mis hermanos quisieron venir. Sentían que era como una burla”, contó la mujer a ‘Infobae’.

Un camino de amores

Silvia tenía un pasado de altibajos, caracterizado por la rebeldía. Había dejado su hogar muy joven para vivir con Luis, su primer pareja. Formaron una familia con tres hijos, pero ella no se sentía plena.

“Lo cierto es que Luis se fue mostrando cada vez más posesivo. ‘No te pongas esto, no hagas tal cosa’…”, recordó. Al ver que sus amigas sacaban adelante una carrera universitaria, se matriculó para estudiar Derecho. No fue fácil; debía limpiar casas para recaudar dinero con tal de sostenerse económicamente. Solo que el estudio no mermó sus andanzas.

Se reencontró con un joven, amigo de su tío, que le gustaba desde tiempo atrás. “Lamentablemente sucumbí y nos hicimos amantes”. Eso se extendió por cuatro años. Silvia mantenía una relación secreta y trataba de que su hogar con Luis no se derrumbara. Le fue imposible y terminó dejando a ambos. Con un título de abogada y soltera, empezó a aprovechar esa fase de su vida. “Cuando los chicos se iban con el padre, salía a bailar. Disfrutaba de la libertad”.

Ahí apareció el tercer hombre de su vida, cuatro años menor, con el que tuvo el cuarto hijo sin esperarlo. “Yo no quería decirle, ¡habíamos salido muy poco! Al final, lo llamé y se lo conté”. Contrario a lo que tenía en mente, se estableció con este nuevo novio. No obstante, en su búsqueda por la felicidad, tocó fondo.

El quiebre

Yuli, una de sus hijas que había nacido por cesárea y había estado en incubadora, se enfermó. A los 12 años, los desmayos, la sangre y el malestar se apoderaron de ella hasta que murió en medio de diagnósticos errados y negligencia médica.

Descubrió que la hija sufría un síndrome extraño, el Goodpasture, mediante el cual el sistema inmunitario destruye los tejidos corporales sanos. Silvia se armó de valor para buscar justicia, denunció a la clínica y, como abogada querellante, logró que sentenciaron a la institución de salud por homicidio simple por dolo eventual.

Trató de continuar con la relación con su tercera pareja, pero fue inevitable que tras la pérdida de su hija quisiera emprender otros rumbos. Así llegó Pablo a su vida, 19 años menor, con el cuál empezaría una nueva fase.

¿Cómo se conoció con el amigo de su hija?

Su idilio comenzó en 2003. Brenda, una de sus hijas, llevaba constantemente su amigo a casa. El chico, que para aquella época tenía 19 años, “era muy serio y formal”.

“Venía a visitar a Brenda y se quedaba charlando conmigo. Mis amigas me empezaron a decir que parecía muy interesado por mí”. Durante dos años cruzaron palabras. Él le pedía asesoría en casos judiciales y ella no lo evitaba. Pablo se sinceró tras tantos meses; le confesó que era su amor platónico.

Entre encuentros cortos, una noche apasionada cambió todo. “Yo tenía 42 y él, 23. Esa noche lloré en y me di cuenta de que estaba profundamente enamorada de un imposible. Con el correr de los días traté de poner fin sin lastimarlo. No pudimos”.

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Foto: reproducción Facebook Silvia Maria Salsamendi

Afrontaron a todos. Brenda aceptó que su mamá se enamorara de su amigo. Pero sus otros hermanos lo vieron con renuencia. Sin embargo, con el paso de las semanas,  terminaron apoyando al vínculo. El siguiente paso fue decirle a la familia de Pablo.

“La primera respuesta fue que cómo podía ser, que era mucho más grande y que tenía hijos, que podría ser mi madre… A lo que yo respondí que no era mi madre, que era la persona que yo había elegido para compartir mi vida y, un poco a la fuerza, lo tuvieron que aceptar”, destacó.

Se casaron en 2010 en una boda que cumplió el sueño de Silvia. Aunque los padres de ella no asistieron, ahora ven a su yerno con adoración. Intentaron tener un hijo, pero la menopausia lo impidió. Aun así, él es padrastro de cuatro chicos. “No puedo imaginarme mi vida sin él. No nos imaginamos el uno sin el otro. Lo de la edad quedó tan en segundo plano”, concluyó.

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Foto: reproducción Facebook Silvia Maria Salsamendi.
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