Columna

Historias de piel: Sexo fuera de serie

El sexólogo Ruben Campero reflexiona como se ha ido industrializando la experiencia sexual hasta convertirnos en verderas máquinas.

Sexo Fuera de Serie
Sexo Fuera de Serie

“¡Te pasaste!”, “¡estuviste fuera de serie!” Expresiones como estas se solían decir en sorprendida alabanza cuando alguien se destacaba por su proceder. Pero ¿cuál sería la naturaleza de esa escala que marca cuando algo “se pasa” (de lo “normal”)? ¿qué modelo debería ser reconocido en su repetición serial a través de los comportamientos, de modo tal de justificar que suene “llamativo” cuando alguien se muestra inusualmente singular y “se excede”, o queda “por fuera” de la serie esperada?

No es casualidad que dichas exclamaciones sean contemporáneas de modos de producción industrial, que para estandarizar los productos fabricados en líneas de montaje habrían impuesto una “matriz” también para los deseos, pensamientos y acciones. De modo tal de disciplinar y normalizar los cuerpos y las subjetividades, y extraer de ellos el mayor rendimiento tanto en las fábricas como en las escuelas, las familias, las cárceles, las iglesias, e incluso en las camas. Tal disciplinamiento, si bien permitió “templarnos” para sostener estructuras colaborativas (aunque para ello se naturalizara la explotación de humanos y demás animales), también empobreció el despliegue creativo que va de la sub-versión a la multi-versión de lo que llamamos realidad.

Hoy por hoy buena parte de los sistemas industriales que maquinizan cuerpos, seguirían siendo desplazados hacia países “no centrales” como modo de invisibilizar la explotación extractivista, tal y como se hace al emplazar los mataderos de otros animales fuera de las ciudades, con el fin de que no se escuchen los gritos ni se huela la muerte de lo que luego se consume.

Si bien modos virtualmente abstractos de flujos financieros dicen ya no necesitar tanto de la energía de trabajo de cuerpos docilizados para determinar las economías, en tanto que lograrían moldear las subjetividades por medio del consumo (también seriado) de instantáneo placer y libertad individual en función de cálculos de deuda, lo cierto es que los comportamientos humanos aún siguen siendo evaluados en función de una matriz de normalidad más o menos generalizada como parte de una cadena serial-productiva.

No todo se explica por factores socio-económicos en la medida que interseccionan con lo psicológico, simbólico, biológico, etc. Sin embargo cuando una persona tiene un encuentro sexual con otra(s), generalmente suele activarse a nivel vincular la obediencia no consciente hacia una “serie” normalizada que indica cual es la secuencia y ritmos, e incluso las partes del cuerpos, con las que se debe tener esa relación sexual, para que la misma “rinda” como el producto “terminado” en el que se cree que el acto debe constituirse.

Cuando luego de una relación sexual alguien espera que quien le acompaña evalúe su desempeño diciéndole que “se pasó”, o en aquellos casos en que se siente la presión expectante de experimentar un sexo “fuera de serie” (tal y como adoctrina la televisión o el porno), parecería que supiéramos (sin saberlo, pero “sabiéndolo”…) que mucho de lo que hacemos a nivel sexual no resulta verdaderamente “singular” o “espontáneo”, al estar encuadrado dentro de una serie que matriza lo que incluso se nos representa como un deseo psicológicamente “interno” y “propio”

A través del pasaje por instituciones que nos moldean como hombres o mujeres, o como heterosexuales u homosexuales (entre otros “diseños” determinados por un único modelo de fábrica), tendemos a acatar guiones proporcionados por tales identidades, que encausan y limitan las potencialidades inéditas que podrían dispararse cuando los cuerpos logran dejarse afectar mutuamente más allá de etiquetas.

Por fortuna dichos cuerpos muchas veces resisten y pueden burlar ese panóptico vigilante de la normalidad sexual, impuesto tanto por un modo industrial corporalmente disciplinante, como por un individualismo financiero que especula con la cotización de placeres inmediatos, así como egoístamente autoeróticos e incapacitados de demorarse para contactar con la potencia que todo nuevo encuentro puede facilitar.

Por eso, si una interacción sexual-genital comienza con besos y abrazos, ello no obliga a que el siguiente paso en la cadena “fordista” sea necesariamente dirigirse hacia la estimulación manual de genitales. Ni que la “cinta de ensamblado” conduzca luego hacia el sexo oral, casi como mero preludio a un supuesto “sexo verdadero” que nuestra cultura colonizadoramente coitocéntrica concibe como penetración, sobre todo vaginal, en tanto reforzamiento de la heterosexualidad como consagrada fábrica-institución. Ese conjunto de ideas, valores, ideologías y mitos organizado en torno a un sistema que se presenta como “matriz” naturalizada, desde la cual aprendemos a “leer” la sexualidad y la diferencia sexual, y que incluso condiciona con su hegemonía a todas las orientaciones sexuales y prácticas eróticas, además de naturalizar distintas violencias que surgen de modos polarizados de pensar lo distinto.

Cada vez que se va a un encuentro sexual puede que lo más conveniente sea hacer presencia con el mayor grado de sobriedad posible, en el sentido de invitar a que el silencio empaticamente vivencial ofrezca líneas de fuga respecto de los ensordecedores guiones que se replican serialmente (haciéndose “virales”), para así colarse a través de ellas hacia nuevas posibilidades sexuales y genitales de ser con otro(s) más allá de creencias y lealtades identitarias.

Tal vez se trate de presentarse desde una humilde desnudez, de modo tal de hospedar eticamente al otro(s) y su diferencia, para emprender así un viaje incierto hacia la construcción de placeres creativos. Placeres que sólo podrán jugarse lejos del acatamiento a moldes de fábrica o creencias en la posibilidad de compra de sensaciones exaltadas, inmediatas y seguras. Porque tal vez, ni dentro ni “fuera de serie”, es decir bajo el régimen de lógicas binarias y alienantes de diagramación fabril, sea realmente posible devenir sexual y vincularmente libre.

Conocé a nuestro columnista
Ruben Campero
Ruben Campero
Psicólogo, Sexólogo y Psicoterapeuta. Docente y autor de los libros: “Cuerpos, poder y erotismo. Escritos inconvenientes”, “A lo Macho. Sexo, deseo y masculinidad” y “Eróticas Marginales. Género y silencios de lo (a)normal” (Editorial Fin de Siglo).

Fue co-conductor de Historias de Piel (1997-2004, Del Plata FM y 2015 - 2018,
Metrópolis FM). Podés seguirlo en las redes sociales de Historias de Piel: Facebook, Instagram y Twitter y en su canal de YouTube.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados