Sexualidad

Historias de piel: Educación Sexual Integral, familia y apropiación de las infancias

El Psicólogo y sexólogo Ruben Campero nos invita a reflexionar sobre el proyecto de ley de título “Educación sexual en instituciones educativas”

mujer leyendo
Foto: Pexels

En estos días se estaría desarchivando para su re-análisis un proyecto de ley presentando ante el parlamento (que ya fuera desestimado en 2019) de título “Educación sexual en instituciones educativas” a iniciativa de la “Red de padres responsables”, con el objetivo de cuestionar y modificar el vigente Plan Nacional de Educación Sexual confeccionado por ANEP en 2005 a partir de la consulta y diagnóstico participativo entre organizaciones estatales y no formales, estudiantado y comunidad en todo el país.

Dicho proyecto posiciona a la familia como actor central con incidencia directa en la mayoría de los pasos a la hora de implementar un plan de educación sexual, además de dejar librado a la dirección de cada centro educativo la toma de decisiones estructurales que entienda pertinentes, modificando de base el espíritu del Plan original confeccionado por Administración Nacional de Educación Pública. 

Según este proyecto las familias podrán objetar y cambiar los temas concretos a abordar, materiales a utilizar y hasta los docentes designados para las actividades de Educación Sexual, cada vez que desde sus criterios morales, religiosos, ideológicos, etc., y más allá de que cuenten o no con conocimientos técnicos sobre Educación Sexual, lo crean conveniente.

El argumento esgrimido por estos colectivos respecto de que la sexualidad pertenece a la esfera de lo privado y “natural” (y que por tanto el mundo público e institucional no debería inmiscuirse), parecería representar un nuevo intento de invisibilizarla como dispositivo de poder que siempre ha sido instrumentado educativamente desde las familias incluso antes de que el sujeto nazca (lo que se llama “Educación sexual informal”), con el fin de naturalizar un único modo ideológicamente hegemónico de concebirla en el contexto de una cultura, época y lugar geográfico determinado.

La discusión que se dispararía a partir de este proyecto implica una revisión de la situación actual especialmente de la educación pública, respecto a cuan protegida y asistida por el Estado se encuentra para que pueda garantizar líneas democráticas y laicas a nivel de contenidos, materiales y libertad de cátedra, considerando a su vez el agravante de alienación que traen las redes sociales y demás medios de comunicación, supeditados a ideologías neoliberales que crean valores morales nuevos y adaptan los tradicionales a los requerimientos del mercado. 

También se plantea un viejo debate en torno al rol de “propietarios” que las figuras parentales tendrían sobre las infancias y adolescencias, en tensión conflictiva con la injerencia del Estado a nivel educativo (algo que por cierto no sucede con otras materias de la currícula escolar), considerando que la familia es otro de los ámbitos en donde se ejercen abusos, violencia y vulneraciones, por lo que esta debería estar en diálogo con planteamientos públicos para garantizar la seguridad física, psicológica y sexual de niñas, niños y adolescentes, entra los que se destaca la Educación Sexual Integral.

El proyecto está en el Parlamento desde el 18 marzo de 2019 y fue presentado por la Red de padres responsables asistida por actores políticos del Partido Nacional, Partido Colorado y Partido de la gente, y que por estas épocas del 2020 está siendo retomado y re-analizado por CODICEN.

La polarización de opiniones lesiona cada vez más la posibilidad de generar proyectos colectivos, lo cual puede provocar que la lucha por "ganar" una contienda nos retorne a situaciones esquizoides (que aún hoy se constatan) según las cuales se generaba mucho más escándalo y censura social a partir de un desnudo o escena erótica aparecida en los medios, que por los asesinatos con tortura y desmembramiento de cuerpos que explícitamente son exhibidos en películas, video juegos y hasta noticieros. Algo que nuevamente permite visibilizar a la sexualidad como un dispositivo político de ejercicio del poder, al compararla con el escaso efecto emocional y social que lamentablemente provoca la violencia.

Con la Educación Sexual Integral (y ojalá que también con la Educación para el cuidado medioambiental y antiespecista en clave empática y ética, en caso de que se llegara a instalar en el Sistema Educativo Formal sin necesidad de una consulta popular como se hace con la Matemática o la Biología), se interpelarían grandes aparatos ideológicos del Estado, al decir del filósofo Louis Althusser, como son la familia, la escuela, y hoy las empresas, el mercado, etc. cuya función es la normalización de cuerpos y subjetividades para que consuman, se auto-esclavicen desde tareas productivas, y “rindan” en clave de “éxito” y “felicidad”

La escuela y la familia tradicional (como la cárcel, el hospital, el manicomio, el asilo, la oficina, etc.) suelen fabricar cuerpos tristes en términos del filósofo del S. XVII Baruch Spinoza, ya que para adaptarse a la hegemonía antropocéntrica-individualista-sexo-afectiva-genérica-racial-deseante-productiva que se impone, la potencia de cada cuerpo y la de las afectaciones compositivas que puede hacer tanto con otros cuerpos de cualquier especie como con la tierra y sus elementos (para estimular la pulsión de vida), queda apocada, constreñida, triste... en una especie de repetición autómata de normalidades utilitarias, cosificantes y extractivistas “naturalizadas”.

Un cuerpo triste “baja la guardia”, y es factible de rendirse en la medida en que se ataca su posibilidad de pensar y resistir. La alegría de los cuerpos no está dada por ningún sistema económico, político o partidario en concreto, por más que toda institucionalización de acciones comunitarias como la Educación conlleva el estilo de la concepción sobre el mundo que tiene cada administración de turno. La alegría de los cuerpos está comandada por el movimiento, el cuestionamiento y la resistencia que les permite tener voz ante el poder, en la medida en que toda homogeneización de la vida que opaca la diversidad propia de la naturaleza, es producto de la acción de un poder totalizante que para sostener su coherencia tiene que “dejar por fuera” a quien no se adapta a sus mandamientos.

Que algunas familias con una clara posición ideológica, moral y religiosa entiendan que su función es normalizar a su descendencia (siendo “aprovechadas” en sus democráticos reclamos por la cooptación partidaria de siempre), y que recurran a una especie de denuncia distópica en torno a una supuesta merma de “responsabilidad” educativa por parte del Estado (o más bien del color de un gobierno) sobre las infancias y las adolescencias, podría ser leído como síntoma de una dificultad para generar propuestas (eco)colectivas, y que por tanto los muros entre las islas (religiosas, morales, ideológicas, individuales, de especie animal, nacionales, raciales, sexuales, etc.) se acentuarán más a raíz de posicionamientos más dominados por la pasión identitaria-partidaria que por la reflexión, acercándonos, tal vez, a una lógica de guerra desde la que se intente reinstalar oportunistas hegemonías.

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Ruben Campero
Ruben Campero
Psicólogo, Sexólogo y Psicoterapeuta. Docente y autor de los libros: “Cuerpos, poder y erotismo. Escritos inconvenientes”, “A lo Macho. Sexo, deseo y masculinidad” y “Eróticas Marginales. Género y silencios de lo (a)normal” (Editorial Fin de Siglo).

Fue co-conductor de Historias de Piel (1997-2004, Del Plata FM y 2015 - 2018,
Metrópolis FM). Podés seguirlo en las redes sociales de Historias de Piel: Facebook, Instagram y y en su canal de YouTube.

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