Con los hijos

Mamá estimula: Tres consejos absurdos de crianza que debés desoír (primera parte)

El mundo de la maternidad primeriza está plagado de consejos insólitos dignos de una película de Tarantino. En esta columna comparto los más comunes para que estés avisada y los desestimes a tiempo

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Foto: Pexels

Si hay algo más tortuoso que la falta de sueño que trae consigo la maternidad, es el tener que soportar estoicamente los consejos bien intencionados (y a veces no tanto) de cuanto pariente o vecino anda en la vuelta.

Y ni que hablar de esas amigas que no tienen hijos y que creen firmemente que desde la teoría o la experiencia que brinda la crianza de gatos, se puede realmente entender y aconsejar a una madre primeriza con criterio y empatía.

Pareciera que a los ojos de los demás, todo lo estamos haciendo mal. E incluso cuando estos consejos vienen de gente que nos quiere bien, muchas veces están absolutamente desactualizados y no sólo no son efectivos para lograr el supuesto objetivo al que apuntan, sino que terminan siendo inclusive absolutamente contraproducentes y perjudiciales para la salud física y emocional del niño.

En la columna de hoy, te comparto los tres consejos absurdos más comunes que hemos registrado en Mamá estimula, a partir de una encuesta de más de 2.000 mamás.

No lo tengas tanto en brazos, que luego se acostumbra

En el podio de los malos consejos, éste debe ser sin duda el que ocupe el número uno.

Es curioso cómo muchos adultos siguen considerando hoy día, aun con todo lo que hemos avanzado en el entendimiento de la crianza, la psicología, el apego etc, que abrazar, mimar o alzar en brazos a los niños, pueda ser contraproducente para su sano desarrollo psíquico.

Más curioso aun es que jamás veamos a nadie criticar a una zarigüeya por llevar sus crías a upa todo el tiempo, o a una mamá canguro que carga a su bebé en forman permanente hasta que éste cumple 8 meses. Ejemplos como éstos, abundan en todo el reino animal, y sin embargo muchos consideran que hacer lo mismo no es para la especie humana, aun cuando sabemos que el bebé humano es mucho más frágil y requiere de mayor cuidado que otros mamíferos.

La creencia popular indica que un niño que es siempre alzado en brazos o abrazado constantemente, no desarrolla la habilidad de autorregularse sanamente. Pero la realidad, es absolutamente la contraria.

Los bebés no pueden autorregularse. Vienen de estar 9 meses dentro del útero materno y al salir, siguen precisando el calor y la voz materna para poder calmarse y sentirse seguros y a gusto.

Además como dice Alvaro Pallamares, experto en crianza y fundador de América por la infancia, regular el estrés de los niños en su primera infancia es la mejor inversión que podamos hacer como padres ya que los bebés a los que reiteradamente se les calma de forma efectiva, tardan mucho menos años en lograr regular sus propias emociones, tienen mayor pertenencia social en la preescolaridad, mejor desempeño académico en la escolaridad y sus relaciones de pareja en la adultez, suelen ser más sanas y duraderas.

Esas lágrimas en apariencia sin razón alguna, como decía María Montessori, aparecen mucho antes de que los niños puedan aprender que con ellas pueden lograr atención alguna. Así que si tu hijo llora, aun si se ha portado mal o si estás enojada con él, no dudes en abrazarlo. No te está manipulando, está necesitando de tu contención.

El amor, el cariño, la empatía, la ternura, nunca provocan malas consecuencias. Lo que las provoca, es la falta de límites, pero eso es otra cosa. Y si se acostumbran a algo, será a que mamá y papá siempre han estado allí para darles cariño cuando lo han necesitado de tal forma que repetirán el patrón con sus hijos más adelante.

Déjalo sólo para que sea un niño independiente

Todos los padres deseamos que nuestros hijos puedan (y quieran) valerse por sí solos cuando sean grandes. Y sabemos que para lograrlo, debemos ir marcándoles el camino desde pequeños. Pero solemos confundir independencia con autonomía.

Pretender independencia en un niño es un contrasentido, ya que no sólo todos los seres humanos somos dependientes de otros en varios sentidos durante toda nuestra vida sino que es justo en la infancia cuando esta dependencia llega a su punto máximo, tanto que somos la especie que trae al mundo las crías más indefensas (de hecho muchos investigadores sostienen que esa indefensión de nuestras crías fue la responsable a nivel evolutivo del desarrollo de la gran inteligencia que caracteriza al ser humano).

Brenda Iskandar, divulgadora de temas de crianza, sostiene que desde nuestra ignorancia sobre la naturaleza de la infancia y sus reales necesidades, y no con mala intención, sino creyendo que estamos educando a hijos fuertes y seguros, en lugar de favorecer el desarrollo de seres humanos autónomos y seguros de sí mismos, generamos seres carenciados, inseguros, y llenos de miedos, niños en cuerpos adultos que se quedan fijados en la carencia de necesidades esenciales nunca satisfechas, puesto que sacar a un niño pequeño de la dependencia natural de sus padres equivale a arrancar una fruta del árbol cuando aún está verde: Nunca madurará bien.

Nuestro diseño biológico requiere de un contacto prolongado con la figura de apego primaria (generalmente la madre), la cual constituye la fuente de seguridad, afecto, contacto, alimentación y protección, en definitiva, de sobrevivencia del niño durante los primeros años de vida y como ha quedado demostrado en un sinfín de investigaciones y experimentos, el establecimiento de este vínculo de dependencia aumenta las probabilidades de bienestar y desarrollo saludable del niño.

Por ello, sostiene Iskandar, “cuando un niño es bien interpretado por su figura principal de apego o adultos significativos y es satisfecho en sus necesidades de manera oportuna, sostenida y constante, todas las veces posibles o la mayor parte de las veces, aprende a confiar en que obtendrá lo que necesita, y es esa confianza lo que le permitirá explorar el mundo y adquirir autonomía.

Por lo tanto, en lugar de intentar que duerma sólo a los pocos meses, que deje el pañal antes de los dos años o que se calme sólo cuando esté desregulado, lo mejor que podemos hacer por su autonomía, es estar ahí para ellos siempre, puesto que sólo así, sabiendo en que no están solos en este mundo, generarán la seguridad necesaria para más adelante lanzarse a explorar el mundo y crecer sin miedos ni reticencias.

Déjalo llorar hasta que se duerma

El sueño infantil es un tema que antes o después nos agobia a todos. Dormir entrecortado, dormir poco o no dormir, parecería que pasan a ser las únicas opciones que tenemos al alcance de la mano una vez que nos volvemos padres, y en el afán de poder ordenar este proceso y no morir en el intento, los padres solemos intentar mil estrategias, algunas de ellas, altamente perjudiciales y que la ciencia se ha encargado de desmitificar.

Tal es el caso del método Estivill, aquel del famoso libro “Duérmete niño” donde el autor recomendaba dejar llorar a los niños en su cama por períodos cada vez más prolongados de tiempo hasta que finalmente lograban conciliar el sueño por sí solos.

Este método ha sido desacreditado desde las neurociencias gracias al desarrollo de los estudios de imágenes que permiten ver en tiempo real las reacciones de nuestro cerebro ante estímulos de diverso tipo, demostrando lo enormemente contraproducente de sus resultados en el largo plazo.

Rosa Jové, en su best seller “Dormir sin lágrimas”, explica que cuando un niño es dejado sólo angustiado, llorando en su cuarto, una serie de hormonas y neurotransmisores como la adrenalina y el cortisol (las hormonas del estrés por excelencia) se disparan y dejan a nuestro cerebro emocional, o amígdala (de quien dependerá en la adultez nuestra propensión a la depresión y la ansiedad) absolutamente colapsada. Para frenar ese cortocircuito inminente, el cerebro contraataca secretando opiáceos como la serotonina, haciendo que el niño caiga rendido ante el sueño pero que no haya aprendido a dormir. De hecho lo que ha sucedido es que el cuerpo se ha desconectado porque ya no podía más del estrés.

“Está autodrogado” sostiene Jové, y a partir de entonces repetirá el mismo mecanismo en busca de esa “droga” que lo calme ya que habrá aprendido que de nada le sirve llorar, porque nadie vendrá en su ayuda. En definitiva lejos de que aprendan a regularse sólos, aprenderán por el contrario a que si no les sube la adrenalina, no les bajan los opiáceos que es lo que les ayuda a dormirse, y de ahí la generación de un patrón de repetición en busca de alivio.

Muchos niños llegan incluso a vomitar involuntariamente, lo cual muchas veces es incluso interpretado por los padres como una actuación en busca de llamar su atención, cuando en realidad, esto responde al choque del cortisol y la serotonina (lo mismo que nos sucede de adultos cuando vemos una escena horrible que nos da vuelta el estómago). No vomitan como estrategia de manipulación, vomitan porque están en estado de shock.

Pero además, explica Jové, no sólo l a amígdala colapsa, sino que también lo hace el área de Broca, el área del lenguaje, por lo que tampoco podrá comprender que le expliquemos “tranquilo amor que te estamos enseñando a dormir, mamá se va pero vuelve en un rato, no pasa nada, no llores”.

Por el contrario, cuando las madre mecemos, abrazamos y cantamos a nuestros bebés, les estamos enseñando a buscar algo que genuinamente les relaje y les haga bien para dormirse.

Busca armar una rutina de sueño que puedas repetir a diario, organiza tus horarios, el baño, la lectura de cuentos etc, del modo que mejor te acomode para que tú también estés relajada y plácida y sigue tu instinto natural de protección, de contención, de amor, y estarás haciéndole a tu hijo el mayor regalo que pueda recibir: el saber que siempre puede contar contigo y que tu cariño es su única y mejor droga.

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Claudia Guimaré
Claudia Guimaré
Socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación. Fundó Mamá estimula y desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.Su comunidad cuenta con más de 300.000 integrantes.

Mirá cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos. Podés leer otras notas de Guimaré acá.

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