CON LOS HIJOS

Mamá estimula: ¿Querés que tus hijos no te mientan? Cuidado con los castigos

En su columna de hoy, Claudia Guimaré habla sobre cómo aplicar estrategias para que los niños dejen de decir mentiras y remarca: "Si la verdad educa, el ejemplo arrastra".

Pinocho tendrá su versión con actores reales a cargo de Robert Zemekis. Foto: Difusión
Pinocho Foto: Difusión

Puede parecer un contrasentido, pero castigar a los niños cuando mienten, definitivamente no es la receta para lograr que dejen de hacerlo. Así lo indica un estudio de una Universidad de Montreal, que establece que cuanto mayor es el miedo del niño o la niña a ser castigado, mayor será su propensión a mentir cada vez que haya contravenido una norma que le fue impuesta.

Quienes tenemos hijos sabemos que las mentiras están en mayor o menor medida a la orden del día, sea en cosas pequeñas como un "me duele la panza" para no ir a la escuela o a veces en cuestiones mayores, como ocultar alguna travesura más grave.

Todos queremos enseñar a nuestros hijos el valor de la sinceridad, especialmente para que en el futuro no se expongan a peligros diversos por ocultarnos lo que hacen. ¿Cómo manejar las mentiras y cómo desincentivarlas? ¿Cuándo empezamos a preocuparnos? ¿Cómo podemos erradicarlas más fácil? ¿Es mejor aplicar un régimen de "tolerancia cero" desde la más tierna infancia?

Cuando los niños son pequeños, no tienen siquiera una idea muy cabal del bien y del mal y mucho menos de la moral y las buenas costumbres, por lo que cuando mienten, lo hacen sin ser concientes de que están haciendo algo "malo". Incluso puede que mientan para ver qué pasa cuando lo hacen.

A medida que el tiempo pasa, son capaces de interiorizar más y más normas de conducta y por ende, de entender lo que están haciendo y el posible impacto de esto sobre sí mismos y sobre los demás; las explicaciones que les demos sobre las consecuencias de mentir, así como la severidad del rezongo o de las medidas que tomemos para con ellos al respecto, podrán ser mayores.

Según un artículo publicado en la American Academy of Pediatrics en el año 2004 ("Caring for Your School-Age Child: Ages 5 to 12"), los niños menores de 6 años a menudo tienen dificultades para distinguir entre la realidad y la fantasía. Por lo tanto, para ellos con frecuencia existe un límite incierto entre la verdad y la ficción. Después de los 6 años, aproximadamente, pueden diferenciar claramente la verdad de la fantasía y cuando mienten, saben que están engañando.

A partir de ese momento, la mentira aparece cuando saben que hicieron algo malo e intentan protegerse de la decepción y desaprobación de sus padres.  Pero si como progenitores, sobrereaccionamos ante esto y mostramos demasiada severidad, podemos terminar presionándolos al punto de que sientan que necesitan mentir una y otra vez para protegerse.

Otro estudio, de la Universidad McGill, de Montreal, dirigido por Victoria Talwar, del Departamento de Educación y Apoyo Psicológico y recogido en el Journal of Experimental Child Psychology, pidió a casi 400 niños de entre 4 y 8 años, que no miraran un juguete que estaba colocado tras ellos, en ausencia de un adulto. Luego los adultos salían de la habitación y mediante cámaras ocultas, veían si los niños volteaban a verlo o no. Al regresar, le preguntaban a los niños si habían hecho caso o habían volteado a verlo. El resultado mostró que casi el 70% de los niños miraron el juguete, y a su vez, cuando se preguntó a los niños si habían o no mirado, el 70% de quienes lo habían mirado, mintieron, asegurando no haberlo hecho.

Pero lo más interesante del estudio es que los investigadores observaron que los niños que tenían miedo de ser castigados fueron los menos propensos a decir la verdad, en relación con aquellos a los que se les pedía simplemente que dijeran la verdad, sin temor a represalias.

"La conclusión es que el castigo no promueve la búsqueda de la verdad", sostuvo la responsable del estudio. Y agregó que "la amenaza de la pena puede tener el efecto contrario al reducir la probabilidad de que los niños digan la verdad cuando se les anima a hacerlo, algo a tener en cuenta tanto padres y madres como maestros si queremos educar hijos sinceros".

A su vez, los investigadores vieron que cuanto más grandes eran los niños, habían sido más capaces de respetar la consigna. En cambio, si habían volteado a ver el juguete, eran los los más propensos a mentir al respecto, ya que tenían mucha mayor conciencia de haber hecho lo contrario a lo que se les había pedido.

A medida que crecen, es más probable que "se porten bien" pero cuando no lo hacen, es mucho más probable aun que intenten protegerse mintiendo.

¿Qué podemos hacer entonces para educar a niños y niñas que no sientan una necesidad constante de mentir?

Entender qué hay detrás de la mentira

Así como los más pequeños pueden mentir para ver cómo reaccionamos ante su invento, también lo harán en algún momento para negar responsabilidad sobre algo que hicieron y saben está mal, como haber roto algo o pegarle al perro. Otros niños, quizá mientan a sus amigos para mostrarse más interesantes y así atraer su atención, cosa que a veces termina siendo contraproducente porque rápidamente quedan tildados de mentirosos y puede que sean apartados del grupo por este mismo motivo.

Es importante que, si el mentir comienza a convertirse en un patrón constante, y ya empieza a preocuparnos más allá de la "travesura", intentemos dilucidar qué hay detrás de esa mentira y así poder trabajarlo en casa.

¿Lo hace para llamar la atención? ¿Siente entonces que necesita más atención de nuestra parte? ¿Lo hace para eludir responsabilidades? ¿Necesitamos revisar cómo estamos inculcando la autonomía o el trabajo en equipo en casa? ¿Lo hace para evitar nuestro rezongo? ¿Podemos repensar cómo estamos reaccionando ante situaciones de esa índole para manejar mejor el tema? Y sobre todo, tener siempre presente que el mejor castigo es la consecuencia en sí del acto mismo y no hay mejor manera que ésta para que nuestros hijos e hijas aprendan la verdadera razón de por qué no hacer ciertas cosas o de por qué necesitamos que sean sinceros.

Dar el ejemplo

Si bien siempre decimos que "la palabra educa pero el ejemplo arrastra" y que por ende siempre, siempre, siempre debemos ser nosotros el espejo de las acciones que queramos ver en nuestros hijos, en este tema, también está científicamente comprobado que mentirle a los niños, es la receta segura para criar hijos mentirosos. 

Como comentamos en nuestra columna "Cinco razones para no mentirle a tu hijo/a" que podés volver a leer aquí, un estudio realizado en la Universidad Tecnológica de Nanyang, Singapur por Setoh Peipei , profesora de piscología, en el que se entrevistó a unos 400 adultos, concluyó que quienes son engañados durante la infancia tienden a presentar dificultades para adaptarse a los desafíos de la vida adulta: se vuelven más mentirosos, manipuladores y egoístas. Además, desarrollan fácilmente sentimientos de culpa y de vergüenza, ypresentan mayores dificultades de adaptación y comportamientos impulsivos y agresivos y mayor tendencia a violar con frecuencia las normas.

No es necesario que seamos mentirosos patológicos para darles un mal ejemplo. Alcanza con que enviemos señales confusas, que expongan una doble moral sobre el tema para ello.

Cuando nos decimos a nosotros mismos que son sólo "mentiras piadosas" y que "se las decimos por su bien", y con esa excusa estamos tergiversando las cosas para acomodar la realidad a nuestra conveniencia, enviamos un mensaje en el menor de los casos confuso, en el peor, sencillamente hipócrita. Y no sólo me refiero a lo que decimos expresamente, sino a todo lo que hacemos. Rezongar a nuestro hijo por adelantarse en la fila pechando a un compañero y al mismo tiempo, "ventajear" a otro auto en la calle o estacionar donde no se debe, es un buen ejemplo de esto.

Pacto de honor

Pero quizá lo mejor que podamos hacer desde el inicio es establecer, aun antes que nuestros hijos e hijas tengan edad suficiente para entenderlo, un pacto de honor con ellos, en el cual les vamos a pedir que siempre nos digan la verdad sin importar lo tremenda que parezca, y nosotros les pagaremos exactamente con la misma moneda.

No se trata de soltarles a quemarropa verdades crudas que puedan impactarlos y marcarlos para siempre cuando aún son demasiado pequeños para entenderlas. Se trata, en todo caso, de traducir o resumir de la manera que consideremos más adecuada y correcta la verdad, pero jamás faltar a ella.

Si un niño no vive en medio de la violencia, es muy probable que de grande huya sanamente de ella. Si una niña no siente que sus padres le mientan ni por su bien ni por ninguna otra razón, es muy probable que no considere la mentira como herramienta válida de convivencia y por ende no la aplique más una vez que tenga conciencia clara de lo que implica hacerlo y que también a futuro huya de ella.

La próxima vez que tu hijo o hija te mienta, tené paciencia. Intenta ponerte en su lugar y entender por qué lo hizo. Decile que entendés pero demostrale que te decpeciona y duele, sin gritos, ni amenazas ni castigos.

Explicale la consecuencia de su proceder e invitalo a no volver a hacerlo. Pero acordate, que para que esto suceda, primero deberás asegurarle que siempre preferirás una verdad por desagradable que sea, a una mentira o una verdad a medias. Y en adelante, demostralo.

conocé a nuestra columnista
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error