OPINIÓN

Tipo de cambio real, competitividad y rentabilidad exportadora (parte I)

Una devaluación resultaría ser más un placebo de corto plazo con altos costos en otros ámbitos, que una panacea que todo lo arregla.

Foto: Getty Images
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El tipo de cambio real (TCR) debe ser una de las variables más comentadas. Ello se debe a su asociación —casi automática— con el concepto de competitividad. Tan es así que cuando sube, se suele escuchar que ganamos competitividad y, todos tranquilos, porque seríamos más baratos en dólares, pudiendo exportar más y competir mejor con las importaciones. Cuando baja, la lectura es inversa: nos encarecemos en dólares, somos menos competitivos.

Si bien es cierto que, para países pequeños como, el nuestro tener un sector exportador competitivo es clave para crecer, me adelanto a decirles que la asociación relevante entre TCR y competitividad es mucho más compleja. Pero antes de entrar a controvertir la generalizada idea de que la competitividad tiene una relación biunívoca con el TCR, es conveniente entender de dónde viene.

Para ir lo más a fondo posible, usaré el resto de esta nota para describir los modelos teóricos que desarrollan el concepto de TCR, así como su relación biunívoca con la competitividad y el rol del tipo de cambio nominal. Dejaré para otro momento los desarrollos más adecuados a países pequeños como Uruguay, los que tornan erróneo el tradicional paradigma y nos obligan a mirar el mundo de manera diferente.

El modelo Mundell-Fleming y el origen del TCR

En la segunda posguerra, varios países experimentaban simultáneamente problemas de actividad, desempleo y déficit de balanza de pagos. En ese contexto, encontramos los aportes teóricos que realizaron —entre otros— economistas como Robert Mundell y Marcus Fleming a principios de los años ´60. Sus ideas han sido tan persistentes que todavía hoy se estudia en los cursos de macroeconomía una síntesis de esa visión y que suele llamarse el modelo Mundell-Fleming. Estos modelos son una extensión para economía abierta (con comercio internacional) de los de equilibrio general macroeconómicos previos de raíz keynesiana, conocidos como IS-LM (1) para economía cerrada (sin comercio). Por esa razón también se les denomina IS-LM-BoP (2).

Dichos modelos se edificaron bajo algunos supuestos que no deben pasar desapercibidos: a) se produce un solo bien en cada país (Y en el país en cuestión e Y*en el resto del mundo; b) el precio de cada bien está fijo en la moneda de origen (P en el país y P* en el otro); c) los bienes son sustitutos en el consumo, por lo que se pueden intercambiar de tal modo que el país en cuestión puede exportarle al resto del mundo su bien al precio P, pero expresado en la moneda externa (dividiendo por el tipo de cambio nominal E) y puede importar del resto del mundo el bien externo al precio P*.

Así como se denomina tipo de cambio nominal al precio relativo entre la moneda doméstica y la externa, en este medio ambiente y por analogía, se bautizó con el nombre de TCR al precio relativo entre el bien doméstico y el bien externo. Su nombre proviene, pues, de sustituir el adjetivo” nominal” —referido a monedas— por el adjetivo “real”, referido a bienes.

Asimismo, asumiendo que no hay trabas al comercio ni costos de transporte, queda definida su nomenclatura clásica: TCR= P*.E/ P, siendo E el tipo de cambio nominal.

Por otra parte, la apertura al comercio le incorpora un componente nuevo a demanda agregada en economía cerrada (consumo e inversión) representado por la demanda neta externa (exportaciones menos importaciones) o X-M en la nomenclatura.

Esa demanda neta externa está positivamente correlacionada con el TCR, ya que, al ser bienes sustitutos, si éste sube, el bien doméstico es más barato que el otro (¡somos más competitivos!), por lo que será más demandado interna y externamente.

Si el mundo funcionara así, con precios de bienes estrictamente rígidos, un país que enfrenta desempleo y déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, puede recurrir a una devaluación nominal la que —cual panacea de política económica— permite abaratar el bien doméstico respecto del bien externo (y hacerlo más competitivo), lo que incrementa su demanda (interna y externa) y reduce las importaciones. Eso ayuda a recuperar los niveles de actividad y empleo y fortalece la balanza de pagos, simultáneamente.

Lo anterior implica que el TCR podría ser modificado de manera permanente mediante una devaluación nominal. Entonces, cuando se observan caídas en mediciones de TCR inspiradas en estos modelos (3), es fácil entender el reclamo de mayores niveles de tipo de cambio nominal por parte de exportadores —cuestión de recuperar la competitividad perdida— y, simultáneamente, resulta complicado entender por qué las autoridades suelen hacer oídos sordos a tales pedidos.

Para resolver este intríngulis, en la próxima comenzaré a mostrar que, para países pequeños como el nuestro, el binomio TCR-competitividad no se mueve automáticamente y al unísono, ni el TCR puede ser modificado a largo plazo por el banco central. Por el contrario, existe un único valor de TCR de equilibrio dependiente de un conjunto de variables reales (conocidas como fundamentos) que están por fuera del dominio del banco central. Además, la relación entre ese TCR y la competitividad es más compleja, dependiendo de los shocks que enfrenten los fundamentos. Como corolario, veremos que una devaluación resultaría ser más un placebo de corto plazo con altos costos en otros ámbitos, que una panacea que todo lo arregla, siendo esa la principal razón por la cual los bancos centrales son reacios a influir sobre el tipo de cambio nominal.

1) El nombre hace referencia al equilibrio del mercado de bienes que en economía cerrada implica ahorro (Saving en inglés) igual a inversión (Investment) y al equilibrio del mercado monetario donde la oferta de dinero (M) debe igualarse a la demanda de dinero, que en la tradición keynesiana utilizada la letra L (por Liquidity).
2) BoP hace referencia al equilibrio externo o de la Balanza de Pagos (Balance of Payments, en inglés)
3) Sugiero visitar la metodología que usa el BCU para estimar el TCR efectivo.

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