OPINIÓN

Un reflejo de la coyuntura global: la sobretasa inflacionaria

El tiempo reflejará cual será la realidad que provocarán los efectos de continuar con una política monetaria antiinflacionaria más contractiva que la actual.

Foto: Getty Images
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En economías de trueque, en las que el dinero no existe, no hay inflación. Tan solo cambios en los precios relativos que ocurren cuando se busca intercambiar un activo real por otro, para lo que hay que buscar a quien desee comprar lo que uno entrega y, vende, lo que uno desea. Se debe encontrar la contraparte y eso conlleva costos de transacciones sumamente altos. Es por eso que el dinero desde siempre ha sido buscado como forma de evitar los problemas y costos que encierra una economía de trueque.

Es el dinero —creo yo—, el invento más importante para el funcionamiento de los mercados, tanto de bienes como de servicios y de factores de producción. Pero su uso no solamente trae buenos resultados para el funcionamiento de los mercados.

Dinero e inflación

En economías cerradas, sin vinculaciones ni comerciales ni financieras con el resto del mundo, la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. Si el Banco Central emite dinero de manera continua por encima de la demanda de dinero para transacciones o como depósito de valor, es altamente probable que generalizadamente los precios suban también de manera continua: la inflación es inevitable. Lo contrario ocurriría y habría deflación, si la esterilización de dinero, la reducción de la cantidad de dinero en circulación, fuera continua.

En economías abiertas tanto para el comercio de mercaderías y servicios como para transacciones financieras y de otra naturaleza, la situación es diferente. Pueden existir aumentos de precios sin que haya inflación y sin que la cantidad de dinero se expanda. Esos incrementos que no son generalizados ni continuos, impulsan al alza del índice de precios al consumo (IPC) y modifican precios relativos. El aumento del precio internacional de un producto que el país importa o exporta —e.g. petróleo o carne—, puede, cualquiera sea el sistema cambiario —fijo o de flotación—, empujar al IPC al alza sin que haya expansión de la cantidad de dinero en circulación. Hay cambios en los precios relativos del índice y cambios en la incidencia de cada uno de ellos en el resultado. Eso no es inflación.

Inflacion y causas

La inflación de los últimos doce meses a mayo en Estados Unidos (8,6%), en la Eurozona (8,1%), en Alemania (7,9%), en el Reino Unido (9%), en España (8,7%), en Holanda (8,8%), en India (7,04%) en Rusia (17,1%), en Brasil (11,73%, y en Turquía (17,1%), solo por mencionar algunos países desarrollados y emergentes —dejando de lado a la Argentina (58%) por aumento de la emisión para financiar su déficit fiscal—, registran tasas no conocidas desde hace ya cuarenta años —en el caso de Estados Unidos, 13% cuando Carter deja el gobierno a Reagan en 1980—. En nuestro país, la inflación de los doce meses hasta mayo ha sido 9,37%.

Si buscamos las causas de registros inflacionarios tan altos, generalizadamente en el mundo, encontraremos la larga etapa de políticas monetarias expansivas a la que obligó la pandemia. Tasas de interés de cero por ciento, por ejemplo, en Estados Unidos y en la Eurozona, acompañadas del “quantitative easing” de expansión adicional del dinero con compras de títulos por la Fed y el BCE en mercados financieros, procurando estimular al consumo y a la inversión no financiera para evitar problemas mayores a los que generaba el Coronavirus, llevaron a gran expansión monetaria. Tras la recuperación productiva total o parcial de las economías luego de superar la etapa núcleo de la pandemia, ha comenzado una política monetaria menos expansiva para evitar las presiones inflacionarias que comenzó a desatar la demanda por la recuperación económica, ante una oferta dormida en un mercado que respondía con alzas de precios. La guerra Rusia-Ucrania agravó el aumento de los precios.

Política monetaria

Si hoy observamos lo ocurrido con la política monetaria de nuestro país desde diciembre de 2019 hasta mayo, el aumento del IPC desde entonces y lo ocurrido con el comportamiento de la actividad económica —y con ella la demanda por emisión—, notamos que aparecen también, como determinantes de los vaivenes del índice de precios, los factores nombrados. El aumento de precios de nuestro país no es responsabilidad exclusiva de la política monetaria llevada adelante sino, en gran medida, es de los aumentos de los precios mundiales que afectan también a las naciones arriba citadas y al mundo en general. En Uruguay, desde julio de 2021 y con mayor presión desde febrero de este año, hay una sobretasa inflacionaria que se debe a los significativos aumentos de los precios internacionales provocados por las causas señaladas.

Ante esta conclusión, es difícil, entonces, que con una política más contractiva de lo que ya es y que sin embargo se anuncia que lo será aún más, se pueda evitar corregir los registros del IPC anual que seguirán apareciendo mensualmente, hasta al menos un año más cuando, si no hay indexación validada por expansión monetaria, salgan del registro las alzas de los meses recientes. Los registros que vienen recogerán las subas mensuales que se vayan dando y que, anualizados, seguramente serán menores a los de los últimos cinco meses.

El peligro de seguir contrayendo —infructuosamente a mi juicio— la política monetaria, yendo a tasas de interés mayores a la actual, puede tener, como contrapartida, efectos sobre la actividad y el empleo de los sectores productivos de bienes transables —exportables y sustitutivos de importaciones—, por sus efectos depresivos del tipo de cambio nominal. El tiempo reflejará cual será la realidad que provocarán los efectos de continuar con una política monetaria antiinflacionaria más contractiva que la actual.

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