OPINIÓN

Lo que se quiere y lo que se puede

Al momento de tomar decisiones, muchos —los que no las toman— exigen lo que se quiere y pocos —los que las toman— se concentran en lo que se puede.

Foto: Pixabay
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En gran medida, es esa la diferencia entre la economía normativa y la economía positiva. John Neville Keynes adelantó que no hay que confundir lo que se desea con lo que es posible. Tiempo después, en 1953 Milton Friedman (Nobel 1976), en su ensayo sobre la metodología de la economía positiva analizó y explicó, en extenso, la diferencia que existe entre los resultados que se quieren alcanzar y los que la teoría económica, basada en principios ratificados por la evidencia empírica, permite lograr.

¿Quién no desearía que pese a la situación sanitaria actual el bajo empleo y los salarios de los trabajadores aumenten? ¿Quién no desearía que las numerosas personas que viven desprovistas de la menor comodidad en el creciente número de asentamientos de los últimos años tengan un lugar adecuado para vivir? No es concebible que alguien pueda desear algo diferente, ni entre la población ni entre los sectores políticos. Pero si bien es eso lo que se quiere, lamentablemente eso no es lo que se puede. La economía normativa no va más allá de una hipótesis que la teoría económica no ratifica porque, reitero, lo que se quiere no es lo que se puede. Varios son los ejemplos en ese sentido, en este momento de dificultades económicas y sociales derivados de la pandemia.

Aquí hoy

En una columna que escribí hace algunas semanas sostuve que era ya alto el desempleo que había en marzo pasado; que aumentaría debido a la pandemia y que difícilmente se corregiría rápidamente en el momento en el que la situación sanitaria se normalice. Lo que escribí no era novedad, todos ya lo sabían: la población, las autoridades de la actual administración, los sectores políticos y los sindicales.

La preocupación por eso sigue generalizada y los deseos y objetivos —más o menos interesados— de todos ellos es tener un alto nivel del empleo y del salario real. Normativamente nadie está en desacuerdo. Pero también indicaba en esa columna, que en un momento en el que la cantidad demandada por servicios del trabajo es, al nivel actual de los salarios, menor a la cantidad ofrecida de esos servicios —lo que implica un alto desempleo— elevar el salario no solo no lleva a un menor desempleo, sino que, por el contrario, resulta inexorablemente en su aumento. Es que la teoría económica despojada como es de “valores éticos y juicios normativos”, y basada en principios vastamente probados en la realidad, permite adelantar que eso ocurriría. Y el desempleo aumentará aún más si los salarios son forzados al alza por disputas gremiales. No es lo deseable, pero es lo que ocurre toda vez que se desconoce el funcionamiento de un mercado, en este caso el del trabajo.

Consecuencias similares se darían en otros casos. La actividad industrial hoy vive un alto grado de inactividad. Nadie puede dudar que el deseo generalizado es que haya una mayor actividad fabril, ya que un aumento de la producción elevaría el empleo de la maquinaria y del equipo de las empresas manufactureras, mejorarían los resultados empresariales que arrastrarían al empleo. Pero la teoría económica nos dice que en las condiciones de la economía si se produjera más se acumularían inventarios, que sería imposible vender a los precios actuales lo que haría bajar los precios y se detendrían la producción y el empleo. Este último ejemplo nos permite observar que —reitero—, la teoría económica nos presenta, sin ataduras éticas de tipo alguno, el poco realismo de las hipótesis que se desprenden de la economía normativa.

Otros ejemplos

Existen hoy, en el contexto de la pandemia, otros ejemplos de propuestas para alcanzar resultados que son deseados y difícilmente no compartibles, pero que la teoría económica adelanta que no serán ratificables por la economía positiva. Me referiré solo a uno de esos ejemplos que es el de la mucha gente a la que la pandemia ha dejado sin ingresos suficientes para su sustento económico y sujeta a la asistencia previsional: el seguro de desempleo y otras ayudas por el estilo. Incluso personas que trabajando han estado al margen de la regulación previsional reciben cierta asistencia gubernamental.

De todos modos, ante la insuficiencia de esa asistencia para restituir el nivel de ingresos anterior a la pandemia, se reclama la concesión de un ingreso o de una renta mínima como medida para lograr un mayor alivio de la situación. Normativamente, una vez más, nadie puede estar en desacuerdo con el objetivo que todos los afectados puedan volver a su situación anterior a la pandemia o aún mejor a ella.

Pero una vez más la teoría económica nos habla sin ataduras éticas y nos advierte que los resultados mostrarían un agravamiento de la situación de hoy. Existe una restricción presupuestal a nivel del sector público que se constituye con lo que se recauda, más el financiamiento interno y el externo del ya alto desequilibrio presupuestal, más los repagos de deudas anteriores y que vencen. Mientras la recaudación viene y seguirá en baja, el aporte financiero tanto local como internacional tiene un límite.

Si se superara ese límite por el aumento asistencial deseado las consecuencias, serían sumamente adversas: menor y más caro financiamiento presupuestal; efectos negativos sobre la actividad por aumento del costo financiero; menor recaudación; mayor probabilidad de financiamiento inflacionario y otros efectos adversos adicionales.

En conclusión, es hora de que prestemos más atención a lo que se puede que a lo que normativamente —por interés o desinteresadamente— se desea.

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