OPINIÓN

La pandemia y la energía

Para 2020, la AIE estima que la demanda de energía caerá 5%, el shock más grande de los últimos 70 años.

Foto: El País
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¿Cómo cambiará la pandemia el futuro de la energía? ¿Acelerará o enlentecerá la transición energética? Estas fueron las preguntas subyacentes del World Energy Outlook 2020 (WEO, o “Prospectivas de la energía en el mundo”), un informe anual que publica la Agencia Internacional de Energía (AIE) (*).

El WEO presenta diferentes escenarios posibles (no es una proyección) de cómo se desarrollaría el sector energético mundial según diferentes supuestos. En esta nota resumo los principales mensajes del WEO 2020. Tres de los escenarios son: (i) Políticas Declaradas (o Steps, escenario que incorpora políticas y objetivos declarados por los países y donde la pandemia se controla en 2021 y la economía vuelve a niveles pre crisis también ese año); (ii) Recuperación tardía (o DRS, escenario que incorpora las mismas políticas que el Steps, pero asume que la recuperación económica es más lenta y no se retorna a niveles pre crisis hasta 2023); y (iii) Desarrollo Sostenible (o SDS, escenario que incorpora también objetivos de sostenibilidad, como los delineados en el Acuerdo de París, objetivos de electrificación total a 2030, mínimos niveles de calidad de aire, etc.).

Un nuevo punto de partida

La pandemia cambió radicalmente el punto de partida del análisis. El WEO 2020 asume que la economía global en 2030 es 7% más baja que lo que había sido el WEO 2019. En el escenario Steps, la demanda de energía llega a los niveles de 2019 en 2023, mientras que en un escenario de una recuperación lenta (DRS), llega en 2025. Para 2020, la AIE estima que la demanda de energía caerá 5%, el shock más grande de los últimos 70 años. Pero no todos los combustibles tienen el mismo impacto: la mayor caída es sobre el carbón y el petróleo, mientras que las energías renovables han sido mucho menos afectadas, especialmente en el sector eléctrico. A su vez, estas diferencias generan efectos aún mayores en las emisiones, que bajarían un 7% en 2020.

Renovables resilientes…

Las energías renovables crecen rápidamente en todos los escenarios y la solar fotovoltaica (FV) le está quitando el reinado al carbón. Mientras que en los últimos 20 años la electricidad en base a carbón fue dominante (por ejemplo, fue la tecnología construida con más frecuencia en 12 de los últimos 20 años), la energía solar FV es la nueva estrella (fue la principal fuente de nueva capacidad instalada en los últimos 3 años) y es hoy la fuente de generación más barata para nuevas plantas eléctricas en la mayoría de los países. Esto se debió a varios factores: las políticas públicas de diferentes países en apoyo a la tecnología, la reducción de costos dada la mayor competencia, mejoras sustanciales en el costo de financiamiento, entre otros.

La energía hidroeléctrica sigue siendo la mayor fuente renovable de electricidad, pero la solar es la principal fuente para abastecer la demanda eléctrica en las próximas décadas, marcando nuevos records de capacidad instalada cada año después de 2022, seguida por la eólica (primero onshore y luego offshore).

…con shock a los combustible fósiles

El carbón es el combustible que sufrirá el mayor shock. En parte esta trayectoria estaba marcada previo a la pandemia dadas las políticas para reducir a cero el uso del carbón, en particular en la mayoría de los países de Europa o Estados Unidos, donde prácticamente no habrá generación eléctrica a carbón en los próximos años. Sin embargo, la pandemia parece acelerar la tendencia dado que también se suman otros aspectos: los bajos precios del gas (que en algunos países compite con el carbón para la demanda eléctrica de base), el continuo crecimiento de las renovables y más países adoptando estrategias de carbono cero a 2050-60. La participación del carbón en la matriz eléctrica mundial pasaría del 37% en 2019 al 28% en 2030 en el escenario Steps y al 15% en el SDS. (Sí, aún tiene un peso fuerte).

En el caso del petróleo —combustible que tuvo un impacto dramático este 2020 dado su rol en el transporte— la AIE espera la última década de crecimiento en 2020, para luego dejar de crecer de 2030 en adelante. En caso de una recuperación tardía, la demanda de petróleo recuperaría los niveles previos a la pandemia en 2027, cuatro años más tarde que en el escenario Steps. De hecho, ya se notan algunas señales en este sentido. Por un lado, mayores niveles de eficiencia de los combustibles para automóviles indican que el uso del petróleo como combustible de autos podría alcanzar su punto máximo pronto y, por otro lado, las ventas de autos eléctricos se ha mantenido estable este año, incluso cuando las ventas totales de autos bajaron. Es más, mientras que los combustibles para el transporte fueron el motor del crecimiento de la demanda mundial de petróleo en los últimos años (representando cerca del 60% del crecimiento), la principal fuente de crecimiento en los próximos 10 años será el uso del petróleo para producir plásticos.

¿Y la transición?

La respuesta no está dada, pero todo parece indicar que, si bien hay señales positivas respecto a lograr una transición más limpia, el shock generado por la pandemia no es suficiente. Las emisiones de carbono en el escenario Steps volverían a los niveles de 2019 antes de 2030, manteniéndose estables luego.

Esto implica una trayectoria lejos de la necesaria para cumplir con los objetivos de acuerdos relacionados al cambio climático, como el Acuerdo de París, y conduciría a un aumento de la temperatura de alrededor de 3°C. Y aquí destaco tres puntos clave: 1) No basta con evitar las nuevas emisiones: sin actuar sobre las emisiones de la infraestructura existente, será imposible reducir las emisiones totales; 2) La mayor electrificación no sólo requiere de generación sino también de mayor inversión en redes (transmisión y distribución), baterías e infraestructura para el transporte eléctrico; y 3) La transformación debe extenderse mucho más allá del sector eléctrico (por ejemplo, habría que poner más foco en las políticas de reciclaje y eficiencia energética).

(*) La autora de esta columna fue parte del equipo que trabajó en el World Energy Outlook para la AIE.

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