SE DEBE TENER MÁS EN CUENTA A LOS INDIVIDUOS Y LAS COMUNIDADES A LA HORA DE AVANZAR EN LA APERTURA

OMC: comercio electrónico será el eje en futuras negociaciones

Entrevista con el economista uruguayo radicado en Suiza, Marcelo Olarreaga

Marcelo Olarreaga. Foto: Marcelo Bonjour
Marcelo Olarreaga. Foto: Marcelo Bonjour

Para el economista uruguayo radicado en Suiza Marcelo Olarreaga, experto en comercio internacional, la comunidad internacional debe avanzar, a través de la Organización Mun dial del Comercio, en temas como el comercio electrónico para terminar con las trabas que mantienen fuera del intercambio global a muchas empresas medianas o pequeñas.

Estima que Trump no podrá aplicar sus políticas restrictivas al comercio, que el Brexit tendrá un costo enorme para el Reino Unido, y observa a China en una postura cada vez más multilateralista e imposible de desestimar. A continuación, un resumen de la entrevista.

—El comercio global no tuvo un buen arranque este año...

—Esa tendencia está cambiando un poco lo que se pensaba hace seis meses. Hay un fuerte crecimiento en los países emergentes en Asia y América Latina. Y eso se debe al crecimiento no solo de esos países sino también de los desarrollados que han estado saliendo poco a poco de la crisis e incrementaron su demanda.

—Después de los fracasos de la ronda de Doha, comenzaron a verse otras lógicas de relacionamiento comercial. ¿Dónde estamos ubicados hoy?

—Desde Seattle, cuando la sociedad civil internacional se hizo oír y se negó a una integración mayor de sus países, con razones que a mi juicio estaban equivocadas, ya se planteaban problemas.

Y costó lanzar Doha en su momento. La diferencia de posiciones que había entre los países eran enormes. Los países en desarrollo todavía estaban con el choque de la ronda Uruguay donde toda esa apertura que se les había prometido en materia de agricultura por ejemplo, no tuvo lugar. Eso se refleja en tensiones internas en la OMC que lleva a que el sistema multilateral fuera bloqueado durante diez u once años, con posturas políticas más que económicas. Y la solución para salir de eso fue cerrar la ronda Doha y buscar otra cosa.

Como la OMC creció mucho y era muy difícil alcanzar acuerdos generales, se comenzó a trabajar en acuerdos sectoriales entre países y que luego los avances se multilateralizaran. Fue la única manera de avanzar.

El problema de eso es que si la negociación se traba, no hay "cartas para cambiar", imagínense un acuerdo en agricultura, aislado de los demás sectores. Imposible.

—Siempre está abierto el debate entre regionalismo y multilateralismo, ¿por qué camino se inclina?

—Yo pienso que el regionalismo ha sido una fuerza de apertura importante. Hay varios trabajos que muestran que las reducciones en aranceles en América Latina son más altas en los sectores en los cuales se han dado más preferencias en los acuerdos regionales.

—Pero el modelo que se aplica en el Mercosur no parece habernos llevado a eso...

—El gran problema del Mercosur es no permitir abrirse de manera unilateral hacia el resto del mundo. Porque, imperfecta o no, somos una unión aduanera que nos ata las manos.

Si Uruguay estuviera en régimen de zona de Libre comercio dentro del Mercosur, estoy convencido que el arancel externo común de Uruguay sería más bajo.

Brasil y Argentina no han usado el regionalismo por razones económicas, sino geopolíticas, por tanto no responden a los incentivos de la apertura.

—La Conferencia ministerial de la OMC de diciembre en Buenos Aires procurará alcanzar resultados concretos en la definición de nuevas reglas del comercio mundial. ¿Le genera expectativas?

—En agricultura, industrias y servicios, no hacen soñar a nadie. Conocemos los grupos de presión existentes en el agro; en industrias el trabajo ya está hecho, con tasas de protección promedio en el mundo de 1%. Una de las razones por las que Doha falla es porque se concentra en estos temas. Agricultura, que es importante para nosotros pero representa tan solo el 2% del PIB mundial.

—¿Qué temas podrían resultar más ambiciosos?

—Me parece más importante la posibilidad de avanzar en temas como el comercio electrónico, que permite disminuir barreras de entrada a las empresas, hasta las pequeñas. Esto trae un nivel de competencia que está destruyendo monopolios que existieron durante todo el siglo XX. No en la industria todavía, pero sí en los servicios, la música, los medios.

Sería una ganancia enorme avanzar en este tema. El impacto que el comercio electrónico, que crece a tasas diez veces más altas que el comercio tradicional, generará en bajar drásticamente las barreras va a ser muy importante y nos va a llevar a estar totalmente integrados.

Aún hay trabas fuertes, debido a costos aduaneros altos y diversos en el mundo, pero eso no es un tema difícil de solucionar.

Otro tema que me parece importante, que la OMC ha estado ignorando desde hace mucho tiempo es la relación que existe entre el comercio internacional y el medio ambiente. Tenemos acuerdos a nivel global como Kyoto o País y no tenemos nada para implementarlos en la actividad comercial. No es una solución fácil, pero si atamos los acuerdos de reducción de emisiones a protección arancelaria, pueden existir incentivos para cumplir y castigos para quien no lo haga. Hoy la OMC no lo permite.

Las ventajas comparativas de cumplir con el medio ambiente van a marcar el futuro, ante un consumidor muy sensible a esas condiciones. Hoy lo están haciendo de manera voluntario los productores, pero deberíamos dar un impulso a partir de la normativa internacional.

—¿Piensa que puede estar sentado Trump en una mesa que resuelva esos temas?

—Realmente sería una dificultad. Pero antes que eso, en la OMC nunca quisieron avanzar en este tema y eso ha trabado cualquier avance.

—¿Adonde nos conducen posturas como la de l presidente de EE.UU.?

—Lo de Trump es una retórica agresiva, nacionalista, pero le va a ser muy difícil, se va a dar cuenta que declararle una guerra a China, salir del sistema multilateral, dejar el TPP, económicamente es una pérdida total. El día que ponga esas barreras prometidas, el lobby de empresarios estadounidenses se va a hacer sentir.

—La excusa ha sido la defensa de los puestos de trabajo locales.

—Así es. En algunos sitios de Estados Unidos ha caído el empleo de manera importante. Pero a otros, emprendimientos integrados a la cadena productiva global les ha ido muy bien.

—El comercio está dejando atrás a demasiados individuos y comunidades, decía un documento conjunto FMI, BM y OMC en abril pasado…

—Es verdad, la evidencia demuestra que el comercio de los ´80, ´90 y principios de este siglo, benefició a las grandes empresas. Eso se debe a que existen costos importantes para la entrada en redes de distribución, logística, hacer conocer sus productos, etc.

Entonces la apertura a través del comercio electrónico destrozará esas barreras de entrada a los mercados. Y eso permitirá a pequeñas empresas donde hay en promedio, mayor cantidad de trabajadores menos calificados, integrarse al mundo. Para que el comercio tenga sentido debemos beneficiarnos todos. Empresas sí, pero también comunidades e individuos.

—¿Cómo incide la salida del Reino Unido de la UE?

—Más que el nacionalismo comercial, que es la razón de Trump, la explicación del Brexit es el rechazo a la inmigración. Los economistas ingleses casi que en general han mostrado que la inmigración ha sido todo beneficio para la economía británica y su aporte es mucho mayor que los propios británicos.

Esa salida de la UE va a tener costos inmensos para el Reino Unido. Irlanda, suiza, Luxemburgo, Alemania, ya se están beneficiando por la relocalización de empresas. La inversión cayó, porque nadie invierte en estas condiciones.

No solo le ha dicho no a Europa, sino también a todos aquellos acuerdos que la UE tiene por el mundo.

—¿China será la base del nuevo modelo a aplicar?

—Es un modelo diferente que hay que entender. Ellos cumplen con las reglas de juego, pero tienen una manera de funcionar muy compleja para los demás, dados los sistemas de subsidios que tienen instalado.

La salida de Estados Unidos del ámbito internacional, ha creado un vacío que China tiene ganas de ocupar. Ya han dado señales de eso, con una retórica que cada vez se vuelve más multilateralista. soy optimista de la integración de China en la economía mundial y el papel que va a empezar a jugar en los próximos años. 

La Organización Mundial del Comercio tiene razones para existir.

—¿Qué incidencia real tiene hoy la OMC?

—Hay dos razones fundamentales por las cuales tiene razón de existir. La OMC otorga disciplina, y contrariamente a lo que se escucha muchas veces acerca de que se impone la voluntad de los grandes, ha sido una garantía para los países chicos, con reglas homogéneas para todos. El peligro sin la OMC es lo que estamos viendo con Trump.

El segundo rol fundamental que cumple es la existencia de un mecanismo de resolución de disputas, que ha sido mucho más efectivo que cualquier otro sistema que funcione en acuerdos comerciales bilaterales. Podemos no estar de acuerdo con las decisiones, pero ha sido usado mucho y no han sido siempre los países grandes que ganan.

—Se ha planteado la necesidad de buscar una nueva gobernanza del comercio global. ¿Por dónde debería pasar?

—Se han estado pensando nuevos mecanismos de negociación, que no signifiquen grandes rondas multilaterales donde deban estar todos y sobre todos los temas, porque es lo que termina inmovilizando.

Puede mejorarse la gobernanza pero siempre dentro de la misma institucionalidad. Fundamentalmente aumentando la participación de los países. Aunque se da la paradoja que el suceso de haber traído a pequeños países que antes no participaban, a través de cooperación internacional y otros mecanismos, se vuelve también el gran problema para avanzar porque tenemos una heterogeneidad más grande, y eso hay que respetarlo.

PERFIL.

Marcelo Olarreaga.

Es Decano de Economía de la Universidad de Ginebra. Fue investigador para el Banco Mundial y la OMC. Tiene una maestría de la Universidad de Sussex y un doctorado en Economía de la Universidad de Ginebra.

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