ENTREVISTA

Un nuevo índice para el Uruguay resiliente de la pospandemia

Seis trimestres necesitó Uruguay para retomar los valores del producto bruto previo a la pandemia, por encima de la mayoría de los demás países estudiados.

Ricsrdo Pascale - Profesor Emérito, Escuela de Graduados de Economía (UdelaR) - Foto: El País
Ricsrdo Pascale - Profesor Emérito, Escuela de Graduados de Economía (UdelaR) - Foto: El País

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El desempeño de Uruguay en la pandemia
, medido a través de un índice cuyo objetivo es aquilatar la capacidad de resiliencia frente a un fenómeno inesperado, reflejó la capacidad del país para superar lo peor de la adversidad. Un paper que será presentado en un prestigioso foro internacional por uno de sus autores, Ricardo Pascale, ubica a Uruguay entre los países que más rápidamente salieron de la crisis, debido a una combinación de políticas aplicadas. “A diferencia de otras crisis conocidas e investigadas —destaca Pascale— por primera vez, nos vimos ante una situación adversa que afectó directamente uno de los factores fundamentales de la producción, como es el trabajo”. Pascale (Doctor en Economía aplicada, ex presidente del Banco Central), junto a Daniel Gianola (*), elaboraron un índice de resiliencia que tomó en cuenta la evolución del nivel de actividad y el mercado de trabajo. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cómo surgió esta posibilidad de investigar y definir un indicador acerca del tránsito del país en la pandemia?

—Este proyecto se desarrolla a partir del interés de participar en un congreso de la World Finance Conference en Turín, en agosto próximo. Ante el desafío de presentar un paper, me pareció importante elaborar un trabajo académico que dejara alguna traza a propósito de cómo Uruguay y otros países atravesaron una coyuntura como la pandemia.
Hablamos de un fenómeno que no sucede a menudo. No es una crisis financiera como las que lamentablemente tenemos en forma recurrente. Del perfil de la pandemia de coronavirus y sus efectos, habría que remontarse a la Peste Negra en el año 1918, sobre lo que hay pocos trabajos académicos. Los revisamos, pero no hay mucha producción sobre el tema. Se ha escrito mucho sobre la pandemia, pero entendimos, junto con Daniel Gianola, coautor de este trabajo, que una mirada diferente para aportar, era la de construir un Índice de resiliencia económica.

—¿El objetivo fue medir la capacidad de la economía de recuperarse frente al impacto vivido en 2020?

—Exacto, poder medir la capacidad de recuperarse la economía, ante un shock que es completamente exógeno y cuyo origen no es económico.
Estamos acostumbrados a trabajar sobre crisis económicas, como la que vivimos en 1982 o la de 2002. Pero ahora, por primera vez nos encontramos con una crisis que afectó a uno de los factores fundamentales de la producción, que es el trabajo. En esta crisis, se dio la particularidad que el trabajo afectaba a los trabajadores. Si trabajaban, podían enfermarse, es difícil administrar una situación así. La gente no podía trabajar, con lo cual, no había oferta de mano de obra. Una situación inesperada.

—¿En qué se basaron para crear un índice de resiliencia?

—Para llegar a este índice de resiliencia se usaron varios parámetros; había que tener en cuenta los factores sanitarios, definir de qué forma se planteaban, por qué período y luego cómo se cruzaba eso con la economía. Y las medidas económicas tomadas por parte del gobierno. Desde lo puramente sanitario, como veremos después, la vacuna fue la gran determinante.
A la hora de construir el índice, teníamos “dos avenidas” para transitar. Una, construir el índice a través del análisis de una sola variable. La otra era hacer un índice compuesto, con más de una variables. Se habían usado indicadores así en algunos estudios en China, por ejemplo.
Exploramos la posibilidad de trabajar con diferentes variables, una situación un poco caótica, en el sentido matemático del caos. Nos basamos en una técnica que se denomina entropía estadística. Sin embargo, los resultados no nos dejaron muy conformes. Entonces nos decidimos por trabajar con una variable. En realidad, más de una, pero separadamente. Tomamos el Producto Bruto Interno y el índice de ocupación, la tasa de empleo.

—Pero además del frente económico, había otras variables a considerar desde el punto de vista sanitario…

—Es cierto, contagios, hospitalizaciones, muertes. Un aspecto muy importante a considerar también fue la estrategia definida por el gobierno acerca de la libertad responsable. En general, esa estrategia dio buenos resultados, excepto a comienzos de 2021, cuando nos fuimos a un muy alto nivel de infecciones. Felizmente, poco después, en marzo, se comenzó a vacunar y ahí cambió la historia.

—Precisamente, ustedes mencionan en el trabajo una tensión entre la libertad responsable y los pedidos de los científicos de tomar medidas que ayudaran a minimizar el impacto. ¿Cómo incidió?

—Dijimos que el desempeño habría sido aún mejor si se hubieran impuesto restricciones antes del inicio de la vacunación. Que era lo que recomendaba el Comité Asesor Científico en aquella oportunidad. Fue una decisión política tomada por parte del Presidente Lacalle Pou que no hizo lugar a este consejo y los casos explotaron, lo que llevó a record mundiales de infecciones y muertes per cápita durante un corto período. El manejo de la pandemia tuvo resultados muy positivos, pero quizás en ese momento pudo haberse tomado otra medida.

—Utilizaron cuatro métricas para describir el curso de la epidemia…

—Así es, las tasas de infección, la tasa de letalidad, la vacunación y el exceso de mortalidad.

—¿Cómo se define un exceso de mortalidad?

—Se sabe, estadísticamente, qué cantidad de personas se mueren por año, en condiciones normales. Lo que supere esa cantidad es el exceso de mortalidad debido a la pandemia.

Ricardo Pascale, Dr. en Economía Aplicada
Ricardo Pascale, Dr. en Economía Aplicada

—¿De vuestro trabajo se desprende la vacunación como un factor determinante para cambiar el curso de la epidemia en el país?

—Claro que sí. Fue el factor determinante de la confluencia de las medidas sanitarias y la posibilidad de recuperar el factor trabajo, retomar la actividad para superar la crisis. Ahí entran a tallar las medidas de favorecimiento de la actividad resueltas por el gobierno. Todo un set de medidas económicas y fiscales; un incremento del gasto social, también una mayor utilización del seguro de desempleo, algunas medidas que resultan decisivas a la hora de reducir el impacto de la crisis. El objetivo fue que no se destruyera el tejido productivo más allá de límites tolerables. Hubo un muy buen balance.
De acuerdo a nuestro trabajo, en base al índice de resiliencia, nos da un período de seis trimestres para retomar los valores del producto bruto previo a la pandemia. De marzo 2020 en adelante, seis trimestres. En el séptimo trimestre, ya superó aquel nivel. Un aspecto a considerar para hacer ese trabajo es cómo estimar el comportamiento del producto. ¿Suponemos que había quedado congelado en niveles de marzo 2020 y con esa base comparamos?, o suponemos que el producto hubiera seguido su curso porque, evidentemente, tendría que haber crecido. Desarrollamos un modelo econométrico que nos permitió comparar y, en realidad, nos encontramos con una diferencia de 0,5%. Ese hubiera sido el crecimiento si hubiera seguido la tendencia. No había un cambio notorio. En pocas palabras, Uruguay hizo frente a la pandemia mejor que muchas otras naciones, incuso desarrolladas.

—Para la comparación, ustedes tomaron información de una docena de países diferentes. ¿Cuál fue el criterio?

— Por sus características institucionales, incluimos a los países nórdicos, como Dinamarca o Suecia. También otros europeos, con mayor o menor similitud con Uruguay (España, Italia, Alemania), nuestros vecinos (Argentina, Brasil y Chile), además de otros desarrollados, como EE.UU, Reino Unido y algunos con similitudes productivas pero diferente nivel de desarrollo, como Australia y Nueva Zelanda. Pero contamos también con información de otros países.
A la hora de medir, China mostró una gran resiliencia y en dos trimestres ya recuperó su nivel de crecimiento. En el caso de los nórdicos, anduvieron levemente por encima de Uruguay. Después, nuestro país fue de los de mejor performance. Holgadamente por encima de sus vecinos de la región. Varios países más ricos y poderosos quedaron por debajo de nosotros en la comparación.

—A la luz de estos resultados, ¿cuáles son a su juicio los factores que hacen que un país tenga una mayor resiliencia?

—Por un lado tenemos los determinantes próximos. Cómo se se comportó la población, cómo fueron las medidas sanitarias, las medidas económicas, los subsidios, etc. Pero después tenemos determinantes que se denominan fundamentales, y es ahí donde Uruguay saca su diferencia. Lo podemos resumir en solo concepto: institucionalidad. Hay una “solvencia social”, derivada del respeto a las instituciones, la solidez de estas y la confianza en la democracia. No recuerdo otra instancia y otro lugar donde se le haya dado un rol primordial a la academia como ocurrió en Uruguay con la pandemia.
Entiendo que es momento de capitalizar los aciertos que nos dejó esta coyuntura. Estamos en un proceso en el que la ciencia y la tecnología pueden ser fundamentales para que empecemos a ingresar de una vez por todas en una economía basada en el conocimiento, que es un poco el colofón final del trabajo. Que aprovechemos todas estas cosas.

—Esa referencia parece orientada a reivindicar el respaldo científico que quedó de manifiesto ante la crisis sanitaria…

—Sin dudas. Mantener esa mirada hacia lo que el conocimiento nos señala, debe ser una política de Estado. No deberíamos estar siempre dependiendo de factores externos, de que los mercados internacionales operen sobre nuestros productos básicos. Hay que poner más conocimiento en el país. Hoy tenemos equilibrios macroeconómicos que en parte son una construcción de muchos años, sobre lo que hoy hay consenso, cuestiones que ya no se discuten. Una vez que todos los partidos han pasado por el poder y tuvieron la oportunidad de encontrarse con la realidad. Ese consenso de base es una condición necesaria y básica para pensar, con sensatez, que estamos en condiciones de avanzar como país. Por otro lado, tenemos grandes instituciones, la menor corrupción de América Latina, mejor distribución del ingreso, una de las pocas, sino la única a esta altura, democracia plena en América Latina. Llegó el momento de ponerse de acuerdo en Uruguay; tres o cuatro puntos fundamentales, como la educación. Verdaderas políticas de Estado, la ciudadanía debe exigírselo los partidos.

—A veces, a episodios dramáticos y tristes, llenos de aspectos negativos, se le puede buscar algún aspecto positivo. ¿Es este el caso?

—Quizás haya que usar la salida de la pandemia como un trampolín pensando en un derrotero claro de futuro. En Uruguay generalmente no tenemos una buena relación con el futuro, no pensamos lo suficientemente en él. Siempre nos gana el corto plazo. Pero bueno, con los partidos, con la academia, con distintos estamentos sociales, los empresarios, los sindicatos, los maestros, todos. Tenemos que comprometernos con ese futuro.

(*) Daniel Gianola es Ingeniero agrónomo, nacido en Montevideo. Es profesor de ciencias animales, bioestadística y de informática médica animal, y dirige los departamentos de la ciencias de la lechería de la universidad de Wisconsin-Madison.

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