OPINIÓN

El mundo, los vecinos y nosotros: entrando en zona de turbulencias

Quienes subestiman el impacto de Argentina en nuestro país, se equivocan. Que ya no nos “pegue” por el canal financiero no cambia el hecho de nuestra enorme “argentina-dependencia”.

Foto: Getty Images
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El panorama se ha empezado a complicar en los distintos frentes relevantes para la economía y ya no puede haber dudas al respecto. Ello es así tanto en el frente global, como en el regional y también en el doméstico. Veamos.

El mundo

Más allá de la guerra que parece no tener final a la vista (puede durar años), y que en todo caso ha empeorado las cosas, desde los tres grandes centros mundiales llegan malas noticias.

En Estados Unidos, como los menos sosteníamos, la inflación es más alta y duradera de lo que el consenso y la Fed creían. Si bien la inflación implícita en las tasas de interés nominales y reales está contenida, y los principales indicadores de inflación parecen empezar a “aflojar”, es inevitable que la Fed deba ir ahora más rápido con la normalización monetaria porque empezó más tarde, y que le resulte difícil zafar de una recesión.

En Europa, que es una federación de países dispares con moneda común y finanzas públicas autónomas (el pecado original de la Unión), la normalización monetaria le complica las cosas a los peores (como Italia y Portugal), dejando en evidencia una vez más aquella disparidad y, por lo tanto, dificultando el necesario proceso de ajuste, al que le deben sumar elementos atenuantes, como cuando hay que añadir drogas para atenuar el efecto adverso de las principales. ¿Cómo hará el BCE para comprar sus bonos con emisión cuando debe enfrentar a la inflación?

Y en China, el costo del reciente lockdown debido al COVID se pagó muy caro, con una fuerte caída del PIB en el segundo trimestre (-2,6%). Basta con decir que la tasa de crecimiento interanual se ubicó en 0,4%. De todos modos, esto es transitorio y ya en junio los indicadores PMI volvieron a niveles por encima del eje de los 50 puntos, pero las célebres “tasas chinas” son historia.

Por lo tanto, es claro que estamos en un mundo con menos crecimiento económico y en proceso de endurecimiento monetario para abatir la inflación, que tardará en lograr su objetivo y sumará costos en materia de actividad económica y empleo. En ese contexto, el dólar se fortalece y los precios de las materias primas bajan. Los capitales fluyen hacia el hemisferio norte y las monedas de los países emergentes se deprecian.

Los vecinos

Mientras tanto, nuestro vecindario, que en el sentido geográfico más amplio se encuentra con problemas políticos por doquier, en el sentido más estricto, el de nuestros países limítrofes, además se encuentra barato y creciendo poco: ambos países crecerán este año en torno a cero, sin contar los respectivos arrastres estadísticos desde el año pasado. Es decir, poca cosa tras el rebote post pandemia.

Brasil preocupa menos. Tiene un sector externo sólido, como es habitual. Y tiene una moneda propia relevante y un banco central con reputación bien ganada. No pasará mucho tiempo antes de que la inflación vuelva al trillo habitual, cumpliendo con las metas. El valor del Real baila al ritmo de melodías externas y políticas (y fiscales) locales, que lo tienen debilitado y volátil. Lo que nos complica las cosas bastante más que a ellos mismos.

Argentina preocupa más. Y quienes subestiman su impacto en nuestro país, se equivocan. Que ya no nos “pegue” por el canal financiero y que ahora nos exporten emprendedores no cambia el hecho de nuestra enorme “Argentina dependencia” en el canal de turismo y compras. No en vano, en el primer trimestre de este año las exportaciones en ese rubro (“turismo receptivo”) sólo fueron casi la mitad (el 52%) de las del primer trimestre de 2020, antes de la pandemia.

Argentina estará barata por mucho tiempo y debemos asumirlo como un dato. Las medidas que se adopten aquí para enfrentar esa situación (pienso en la frontera) no deben ser las de siempre, de corto plazo, útiles para crisis transitorias y reversibles. Esto vino para quedarse.

Además, no debe descartarse un episodio de fuerte aceleración y descontrol de la inflación como los que ese país vivió en el pasado. Los tres dígitos están a la vuelta de la esquina y ojalá que la cosa quede por ahí. Mientras tanto, brechas cambiarias, entre el dólar oficial y los diversos paralelos, del orden del 100% como sucede hoy día, no son habituales y en el pasado han estado asociadas a aquellos episodios. Una exacerbación de la crisis nos afectaría más aún.

Nosotros

Tras el rebote post pandemia, no crecemos casi cero como nuestros vecinos, pero tampoco andamos de maravillas. En todo caso, estamos viajando a nuestra mediocre velocidad crucero, la tasa de largo plazo del orden de 2,1% anual. Y en ese contexto, el BCU, Copom tras Copom, agranda el error.

El único canal que funciona es el cambiario, con incidencia directa en el IPC. Lo otro son pamplinas. En el primer semestre perdimos tipo de cambio real con fuera de la región por 15,5%. No hay fundamento alguno para sostener semejante performance.

Mientras tanto, la ministra de Finanzas, que lo viene haciendo muy bien, con el imprescindible respaldo presidencial, debe enfrentar ahora un nuevo tiempo. Ya sin pandemia, muchos ven la oportunidad de “aflojar” la cincha. En un gobierno multipartidario, donde son muchos los pedigüeños.

Y en la mitad del período de gobierno, cuando habitualmente se inicia el deterioro fiscal. La ministra cuenta a su favor con una buena regla fiscal, que antes no la había, pero su problema será mayor si desde la cabeza del gobierno se quieren compartir los méritos del “afloje”, como parece estar pasando.

Y, en el ámbito de las reformas, hubo avances con China y se mandará al Parlamento un proyecto de reforma previsional, ambos con suerte incierta, pero desde la propia cima del gobierno se pateó para adelante la reforma del servicio civil. Por lo que no sólo los socios estarían poniendo el pie en el freno.

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