OPINIÓN

El mundo tiene un problema con Alemania

Hay algunos aspectos de la política europea, específicamente de Alemania, que merecen ser repudiados. 

Foto: Pixabay
Foto: Pixabay

Este contenido es exclusivo para suscriptores 

Uno podría pensar que los recientes acontecimientos —la crisis del mercado, el crecimiento que se debilita, el declive en la producción manufacturera— deben estar produciendo algún examen de conciencia en la Casa Blanca, en especial en lo que respecta a la opinión de Donald Trump de que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Es decir, uno podría pensar eso si no ha prestado atención a cómo se ha comportado Trump en el pasado.

Es evidente que lo que en realidad está haciendo es atribuirle los problemas de la economía a una vasta conspiración de gente que está en su contra. Y sus comentarios recientes sugieren, si acaso, que está preparándose para abrir un nuevo frente en la guerra comercial, en esta ocasión en contra de la Unión Europea, que según él: “Nos trata horrible, con barreras, aranceles, impuestos”.

Lo curioso es que hay algunos aspectos de la política europea, en especial de la política económica alemana, que sí dañan a la economía mundial y merecen ser repudiados. Sin embargo, Trump va tras lo equivocado. Europa, de hecho, no nos trata mal; sus mercados son tan abiertos a los productos estadounidenses como los nuestros a los europeos (exportamos a la UE alrededor de tres veces más de lo que exportamos a China).

El problema más bien es que los europeos, los alemanes en específico, se tratan mal entre sí, con una ruinosa obsesión con la deuda pública. Y los costos de esa obsesión se esparcen por el mundo en general.

Algunos antecedentes: alrededor del año 2010, los políticos y los críticos en ambos lados del Atlántico se contagiaron de un feo virus de austeridad. Algunos incluso perdieron el interés en combatir el desempleo, aun cuando este continuaba siendo catastróficamente elevado, y exigían más bien recortes al gasto. Además, estos recortes en el gasto, sin precedentes en una economía débil, ralentizaron la recuperación y retrasaron el retorno del empleo pleno.

Sin embargo, aunque el alarmismo sobre la deuda reinó tanto en Estados Unidos como en Europa, acabó por quedar claro que había una diferencia fundamental en los motivos subyacentes. Nuestros vigilantes de los déficit eran, en la práctica, hipócritas, que repentinamente perdieron todo el interés en la deuda, tan pronto como un republicano llegó a la Casa Blanca. Los alemanes, por otra parte, en realidad hablaban en serio.

Es cierto, Alemania obligó a las naciones del sur de Europa que estaban en apuros debido a la deuda, a efectuar punitivos recortes al gasto que destruyeron a la sociedad, pero también se impuso a sí misma una gran dosis de austeridad. Los economistas académicos dicen que los gobiernos deberían incurrir en déficit cuando hay un alto desempleo, pero Alemania en esencia eliminó su déficit en 2012, cuando el desempleo en la zona del euro superaba el 11% por ciento, y luego comenzó a incurrir en superávit cada vez más grandes.

¿Por qué es un problema? Europa padece de una escasez crónica en la demanda privada: los consumidores y las corporaciones no parecen querer gastar suficiente para mantener el empleo pleno. Las causas de esta escasez son tema de mucho debate, aunque la presunta culpable es la demografía: la baja fertilidad ha dejado a Europa con un declive en el número de adultos en sus años laborales más productivos, lo cual se traduce en una baja demanda de nuevas viviendas, nuevos edificios de oficinas, y así sucesivamente.

El Banco Central Europeo, el equivalente en Europa a la Reserva Federal, ha tratado de combatir esta debilidad económica con tasas de interés extremadamente bajas; de hecho, ha impulsado tasas por debajo del cero, lo cual los economistas solían pensar que era imposible. Y los inversionistas de bonos esperan claramente que estas políticas extremas duren mucho tiempo. En Alemania, hasta los bonos a largo plazo —¡de hasta 30 años!— pagan tasas de interés negativas.

Algunos analistas piensan que estas tasas de interés negativas afectan el funcionamiento del sector financiero. Soy agnóstico en lo que a eso respecta, pero lo que está claro es que, con la política monetaria extendida hasta sus límites, Europa no tiene manera de responder cuando las cosas salen mal. De hecho, buena parte de Europa bien podría ya estar en recesión, y hay poco, si no es que nada, que el banco central pueda hacer.

No obstante, hay una solución evidente: los gobiernos europeos, y Alemania en particular, deben estimular sus economías pidiendo préstamos y aumentando el gasto. El mercado de bonos está suplicándoles en la práctica que lo hagan; de hecho, está dispuesto a pagarle a Alemania para que obtenga un préstamo, concediéndole un interés negativo. Además, sobran cosas en las cuales gastar: Alemania, al igual que Estados Unidos, tiene una infraestructura en ruinas que necesita repararse desesperadamente. Pero no quieren gastar.

La mayoría de los costos de la obstinación fiscal alemana recaen en Alemania y sus vecinos, pero hay algunos excedentes para el resto de nosotros. Los problemas de Europa han contribuido a que haya un euro débil, lo cual hace que los productos estadounidenses sean menos competitivos; esto es una razón por la cual la manufactura estadounidense está en declive. Sin embargo, caracterizar esto como una situación en la cual Europa está sacando partido de Estados Unidos, es una mala interpretación y no ayuda.

¿Qué sería útil? Siendo realistas, Estados Unidos no tiene capacidad de presionar a Alemania para que cambie sus políticas domésticas. Podríamos brindar un poco de persuasión moral si nuestro propio liderazgo tuviera alguna credibilidad intelectual o política, cosa que, claro está, no tiene. Hay un sentido en el que todo el mundo tiene un problema con Alemania, pero corresponde a los alemanes resolverlo.

Una cosa es segura: comenzar una guerra comercial con Europa realmente sería una propuesta en la que todos pierden, todavía más que nuestra guerra comercial con China. Es la última cosa que Estados Unidos o Europa necesita. Lo cual significa que Trump probablemente vaya a llevarla a cabo.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados