OPINÓN

El mercado de trabajo desde tres enfoques

En momentos de intenso intercambio político, evitar sesgos en la interpretación de los datos es una condición más que necesaria para mejorar la calidad del debate público.

La recuperación del mercado laboral se vio atenuada en el mes de febrero y esperan mayor deterioro por la situación sanitaria. Foto: Estefanía Leal
Mercado laboral.  Foto: Estefanía Leal

En momentos de intenso intercambio político, evitar sesgos en la interpretación de los datos es una condición más que necesaria para mejorar la calidad del debate público.

La pasada semana se dieron a conocer por parte del INE los datos del cierre del 2021 del mercado laboral. La foto del año (interpretada en términos promedio anual) podría resumirse en una creación de 50 mil empleos tras la destrucción de 59 mil en 2020. En cambio, la película completa (interpretada a través de datos desestacionalizados) muestra un proceso de recuperación en dos etapas, con un primer semestre afectado por la primera ola de covid y un segundo semestre donde la vacunación permitió la plena normalización de las actividades. Al final del año, Uruguay no solo había recuperado la totalidad de los empleos perdidos durante marzo-abril de 2020 (en torno a 108 mil) sino que se encontraba 9 mil empleos por encima de los niveles pre-pandemia (dic-19).

Más allá de los números, que importan y mucho, propongo en esta columna realizar un aporte desde lo conceptual para comprender en su integralidad algunos fenómenos del mercado de trabajo tras dos años de pandemia.

La territorialidad importa: el interior tracciona. Un primer enfoque es el territorial. Las diferencias geográficas son al menos llamativas: se observó una marcada recuperación del empleo en el interior del país y un menor dinamismo en Montevideo. En concreto, el interior del país habría absorbido el 90% del empleo total generado a nivel nacional. De hecho, la brecha de empleo entre ambas regiones alcanzó su menor nivel desde 2013 y se ubicó en valores históricamente bajos, muy similares a los registrados entre 2004-2014.

Si bien no se cuenta con datos desagregados por sector de actividad, es altamente plausible que esta situación descrita haya estado vinculada con el gran dinamismo que mostraron los sectores agroindustriales y su efecto multiplicador sobre la actividad y el empleo. Aquí hay un primer elemento de análisis. Muchas veces suele minimizarse el impacto de las actividades agroindustriales en tanto tienen relativa poca incidencia en el PIB. Sin embargo, la evidencia muestra que cuando el interior tracciona lo hace porque la agroindustria se muestra dinámica, y cuando ello sucede los efectos directos e indirectos derivados en empleo no solo benefician al propio sector sino también al resto de la economía como el comercio y los servicios.

A nivel territorial 2021 fue un año totalmente disruptivo desde la óptica del empleo: i) fronteras cerradas en el norte y el litoral; ii) restricciones al turismo en la zona costera; iii) etapa más intensiva de la construcción de UPM y su infraestructura conexa en el centro del país; iv) buen desempeño del arroz para la zona este; v) gran dinamismo de la lechería en el centro y litoral sur; vi) excepcional producción ganadera a lo largo y ancho del territorio; vii) y una zona metropolitana aquejada por la ausencia de presencialidad y restricciones de oferta. Con la nueva ECH, será relevante observar la distribución intra-regional, principalmente a la hora de contemplar estas asimetrías y focalizar los apoyos de política pública.

El cómo importa: más no significa mejor. Un segundo enfoque tiene que ver con la calidad de la recuperación. Retomar e incluso superar los niveles pre-pandemia no es más que dato que supone evaluar la afectación de una variable –en este caso el empleo– tras un shock recesivo y abrupto como significó la aparición del COVID-19. Sin embargo, nada nos dice sobre el punto de partida ni sobre el cómo.

En primer lugar, la comparación con el nivel pre-pandemia está “contaminada” por un punto de partida deteriorado. En segundo lugar, previo a la pandemia el mercado de trabajo presentaba problemas estructurales que vuelven a reiterarse pese a la mejora de las cifras.
En esta línea, al ajustar el empleo por un indicador de calidad, como es la tasa de subempleo (personas que trabajan menos de 40 hs semanales y desean trabajar más pero no lo consiguen) la perspectiva se modifica. En concreto, la tasa de subempleo se ubicó en los niveles más altos desde 2008. Aquí hay otro elemento de análisis. No necesariamente todo aumento del empleo es de buena calidad. El ejemplo anterior pone de manifiesto que también debe importarnos el cómo. No podemos obviar que, entre desocupados, subempleados y desalentados hay 320 mil uruguayos con algun tipo de problema de empleo. Allí debería estar el foco de la política pública.

El ciclo importa: trabajo de sintonía fina. Un tercer y último enfoque tiene que ver con la masa salarial y el ciclo económico. En los últimos días dicho concepto estuvo en el centro de la discusión pública. Considerar la masa salarial nos aporta una expresión más genuina del mercado laboral.
En este sentido, la tónica de 2020-2021 ha sida la contraria a la observada en el quinquenio 2015-2019. En dicho período, la masa salarial crecía porque aumentaba el salario real a pesar de la caída del empleo. Esa pérdida de puestos laborales fue la contracara de salarios reales creciendo a mayores tasas que la productividad. Con la pandemia, la masa salarial se recupera (parcialmente) porque lo hace el empleo, a pesar de la caída del salario real. En el fondo, la economía experimentó una ganancia de productividad, aunque más producto de su posición cíclica que por factores estructurales o de oferta.

Por otro lado, a diferencia de la regularidad empírica de los últimos 15 años, en 2021 el diferencial entre el crecimiento del PIB y los salarios reales estuvo alejado del crecimiento promedio del empleo. Aquí hay un tercer elemento de análisis. Lo anterior supone que existe un espacio importante de mejora para la recuperación salarial (conjuntamente con el empleo) tras dos años consecutivos de caída. De hecho, hacia fin de año se firmaron muchos convenios salariales por encima de las pautas del gobierno, lo cual sugiere que, o bien algunos sectores tuvieron desempeños mejores a lo esperado y por tanto presentaron mayor holgura a la hora de los ajustes salariales, o bien que la expectativa de inflación futura de empresarios y trabajadores es mayor a la del gobierno. En cualquier caso, es un puntapié inicial para comenzar a recuperar el salario perdido.

Sin embargo, deberá ser un trabajo de sintonía fina dado que la economía aún opera con capacidad ociosa. A modo ilustrativo, el diferencial entre el desempleo potencial o de largo plazo y el desempleo efectivo es negativo, lo cual denota que la economía sigue operando lejos del pleno empleo de los factores productivos. En este sentido, determinar la posición cíclica de la economía no es sencillo, pero es esencial para el propio campo de actuación de la política pública: respuesta de la política monetaria, holgura de la política fiscal y consistencia de la política de ingresos.

En síntesis: la calidad del debate importa. De los tres enfoques comentados subyace la importancia de tomar las cifras con cautela y analizarlas en su integralidad. En momentos de intenso intercambio político, evitar sesgos en la interpretación de los datos es una condición más que necesaria para mejorar la calidad del debate. También a la hora del abordaje de la política pública. Esta columna pretende ser un aporte en dicha dirección.

(*) Economista del Centro de Estudios para el Desarrollo.

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