OPINIÓN

El mayor mercado financiero mundial y la evolución de la inflación

El resultado del aumento de precios de octubre comienza a mostrar que la caída de la inflación será continua y se puede anticipar que será muy pronunciada en el trimestre inicial de 2023.

Foto: Getty Images
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Hace unos días se dio a conocer la inflación de octubre en Estados Unidos. En los doce meses hasta ese mes, la expectativa era que el aumento del nivel general de precios se ubicara en el entorno de 8%, una tasa menor a la de los meses anteriores pero, aun así, un registro no alcanzado desde hace cuarenta años. El resultado fue una inflación aún menor, 7,7%, y tras su difusión el mercado financiero norteamericano ha vivido una recuperación significativa del valor de los títulos de renta variable —acciones de empresas y fondos de inversión—, y del de los de renta fija —bonos emitidos por el gobierno y por empresas privadas—. Lo ocurrido en Estados Unidos se extendió a otros mercados financieros del mundo y se ha dado junto a una declinación considerable del dólar frente al euro, al yen, al yuan, a la libra y a otras monedas que se apreciaron de inmediato a tasas destacables.

Esa recuperación significativa del mercado financiero más importante del mundo, en el contexto actual de la globalización financiera, irradió efectos también favorables a otros a nivel mundial. La explicación de ello, y de por qué se depreció el dólar ante las monedas más importantes a nivel global, puede aparecer muy clara para profesionales vinculados a las finanzas pero no lo es para el público en general. Y, en especial, no lo es para muchos que veían con sorpresa que la caída desde febrero pasado del valor de sus inversiones financieras, que se agravó en agosto, se revirtió parcialmente por el dato inflacionario de octubre.

La explicación

La crisis sanitaria mundial que comenzó en marzo de 2020 y que sacudió a la producción mundial, particularmente en el caso de Estados Unidos llevó a un aflojamiento monetario pronunciado, con una reducción marcada de la tasa de interés de referencia de la política de la autoridad monetaria, la Reserva Federal (Fed), además de la compra de títulos en el mercado, que implicó el aumento de la cantidad de dinero —quantitative easing—. El propósito: estimular el consumo y la inversión —el gasto— antes que el ahorro y así, la producción y el empleo, frente a la recesión inducida por la pandemia. El citado proceso mejoró las expectativas de recuperación económica y de los resultados empresariales, tras el control de la pandemia.

Los inversores financieros se volcaron entonces a la adquisición de valores mobiliarios, lo que se reflejó en aumentos muy importantes en los valores accionarios y de los títulos de deuda de renta fija —bonos corporativos y estatales—.

Cuando las perspectivas de crecimiento se concretaron, a partir de la segunda mitad de 2021, la recuperación de la demanda de consumidores e inversores encontró dificultades de respuesta de la oferta de bienes y de servicios. La consecuencia es el aumento de precios por encima del objetivo inflacionario, situación que cuando tiende a normalizarse enfrenta un nuevo obstáculo para la estabilidad, en febrero de este año: la invasión rusa a Ucrania que impulsa al alza los precios de la energía, alimenticios y de insumos en general. La respuesta de la Fed, a partir de ese mes, pasa a concentrarse más en abatir el alza de precios y comienza una política monetaria contractiva, con aumentos continuos y crecientes de su tasa de interés de referencia. Si el objetivo de su política monetaria expansiva era estimular el crecimiento ante la estabilidad de precios, normalizada la situación productiva el objetivo principal desde febrero pasó a ser frenar al aumento de precios que, por los motivos señalados, presentaba tendencia creciente. El cambio de la política monetaria trajo como consecuencias la apreciación del dólar a nivel mundial y la fuerte caída del valor de los bonos soberanos y corporativos y de acciones y fondos de inversión, que mencioné antes.

Consecuencias

El resultado del aumento de precios de octubre comienza a mostrar que la caída de la inflación será continua y se puede anticipar que será muy pronunciada en el trimestre inicial de 2023, cuando los registros mensuales de ese trimestre borren los altísimos registros mensuales del primer trimestre de este año y así, la inflación de los doce meses se ubique, entonces, en tasas del orden del 5% y con tendencia declinante. Lo ocurrido en octubre saca de las expectativas de los agentes financieros la intensificación de una política monetaria más contractiva como la de los últimos cinco meses —desde que la Fed comenzara a elevar su tasa de interés de referencia—. Eso permitirá la continuidad de la expansión económica y no una recesión, como se esperaba, por la profundización que se venía anticipando de la restricción monetaria del banco central norteamericano.

En conclusión, lo que creo ver que se presenta hacia el corto plazo es una declinación progresiva de la inflación en Estados Unidos, que amortiguará las expectativas de nuevas alzas de la tasa de interés de la Fed, que serán progresivamente menores. Las consecuencias deberían verse, entonces, tanto en relación con el valor del dólar a nivel mundial como del valor de los títulos mobiliarios. La nueva situación inflacionaria y su derivación monetaria seguirán evitando la apreciación del dólar frente a las monedas más importantes y, además, seguirán afectando favorablemente al mercado financiero norteamericano como ocurriera desde que se conociera el resultado inflacionario de octubre.

En los meses que vienen, la inflación continuará en baja, las expectativa de nuevas alzas de la tasa de interés de la Fed serán progresivamente menores y el mercado financiero norteamericano, el mayor mundial y el de más influencia a nivel de los del resto del mundo, será de progresiva mejora. En cinco meses veremos si estos vaticinios son refrendados por la realidad.

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