OPINIÓN

Incertidumbres políticas obstaculizan el crecimiento en Brasil

¿Cuál es la razón de la visión pesimista del FMI sobre Brasil para 2022?

Foto: Pixabay
Foto: Pixabay

El escenario de recuperación de la economía brasileña se ha ido consolidando con avances en el control de la pandemia Covid-19 y el entorno externo aún favorable.

Aunque se ha acelerado recientemente, el número de casos nuevos, del orden de 47.000 por día, sigue siendo un 40% menor que hace un mes. El número de muertes, aunque alto, se redujo a la mitad, de aproximadamente 2,1 mil a 1,1 mil por día, en el mismo período. Este comportamiento refleja la intensificación de la vacunación, que a lo largo de junio se mantuvo en un nivel promedio de 1350.000 dosis/día. En varios estados, como Sao Paulo y Río de Janeiro, se espera que toda la población adulta haya sido vacunada a mediados de septiembre.

La economía mundial ha sido otra fuente importante de impulso para la recuperación de la economía brasileña en 2021. Por un lado, los precios de las materias primas se han mantenido en un nivel alto, asegurando así una ganancia real de ingresos para el país debido a la mejora en los términos del comercio, cuyo nivel en mayo fue un 20% superior al del año anterior.

Por otro lado, la actividad económica en los países desarrollados y China ha mostrado un renovado vigor con nuevos estímulos fiscales y el mantenimiento de una postura monetaria acomodaticia. En junio, la balanza comercial alcanzó los US$ 10,5 mil millones en el mes, el valor mensual más alto de la serie histórica, acumulando un superávit de US$ 65 mil millones en 12 meses. Como resultado, el déficit en cuenta corriente de Brasil en el primer semestre de este año cayó a la mitad de su valor en el mismo período de 2020, a US$ 7.000 millones, y las expectativas del mercado son de un resultado prácticamente equilibrado para el año. Esta perspectiva, así como el aumento de los flujos de capitales hacia países emergentes por condiciones financieras externas aún favorables a una mayor demanda de activos riesgosos, ha influido en la trayectoria de relativa estabilidad esperada para el tipo de cambio hasta fin de año, aunque la reciente volatilidad del tipo del dólar hace que cualquier pronóstico sea muy incierto.

El FMI ha revisado al alza su pronóstico de crecimiento para Brasil en 2021, de 3,7% en el informe de abril a 5,3% en la revisión de julio, similar a la mediana de la encuesta semanal Focus del Banco Central. Sin embargo, el crecimiento proyectado para 2022 se revisó a la baja del 2,6% al 1,9%. Hay dos aspectos relevantes en estas proyecciones: primero, el reconocimiento de que el desempeño esperado para el presente año debe superar las expectativas al inicio del año, cuando las proyecciones de crecimiento fluctuaron alrededor de 3,5%. En segundo lugar, la revisión de la proyección para 2022 indica que, en ausencia de los estímulos actuales asociados a las políticas para mitigar los efectos del Covid-19, el crecimiento económico tiende a desacelerarse a lo que se percibe como la tendencia de largo plazo, entre 1, 5 % y 2,5% por año (aa).

Es interesante contrastar la revisión de las proyecciones del FMI para Brasil y el mundo en 2022: para Brasil, como se ve, se redujo, mientras que para el mundo aumentó de 4,4% en abril a 4,9% ahora, principalmente por la reevaluación de la trayectoria de los países avanzados, especialmente EE.UU., cuya previsión de crecimiento para 2022 se revisó al alza en 1,4 puntos porcentuales respecto a la proyección de abril, hasta el 4,9%.

Las condiciones financieras externas tienden a seguir siendo favorables, incluso si la aceleración de la inflación en los países centrales puede anticipar el inicio de la normalización de la política monetaria, una perspectiva consistente con la reversión de parte del aumento en el rendimiento de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a 10 años durante el segundo trimestre, desde 1,7% anual a mediados de marzo al 1,3% anual en julio.

En este contexto, ¿por qué una proyección de crecimiento tan baja para Brasil en 2022, incluso frente a una tasa de desempleo aún alta, del orden del 15% de la población activa? La fuerte aceleración de la inflación desde el segundo semestre del año pasado y la respuesta del Banco Central explican parte de esta visión relativamente pesimista.

Ante la persistencia del proceso inflacionario, el Banco Central ya incrementó la tasa Selic en 2,0% anual al 4,25% anual entre marzo y junio, y enfrenta la perspectiva de tener que acelerar el ritmo de ajuste en las próximas reuniones del Comité de Política Monetaria (Copom), a partir de agosto. Las previsiones de mercado son para una tasa Selic del 7,0% anual a finales de este año.

El aumento de las tasas de interés tiende a frenar el crecimiento, pero se espera que la inflación caiga del 6,7% previsto para este año al 3,8% en 2022, dada la perspectiva de estabilización de los precios agrícolas y del tipo de cambio. Las expectativas, por tanto, siguen relativamente cercanas a la meta del 3,5% fijada para el próximo año, pero hay mucha presión acumulada sobre los precios administrados (energía y transporte), lo que debería complicar el trabajo del Banco Central.

Finalmente, y quizás lo más importante, existe un panorama político muy polarizado e incierto a medida que se acerca el año electoral de 2022. La política ya ha estado haciendo mucho ruido, especialmente en lo que respecta a las cuentas públicas y los compromisos que ha adquirido el gobierno en la búsqueda de apoyos para enfrentar una comisión investigadora del Senado sobre el desempeño del gobierno durante la pandemia, que puede ser prorrogado. al proyecto de reelección del propio presidente.

La trayectoria fiscal reciente ha sido favorable debido al aumento inesperado de la recaudación de impuestos y el crecimiento del PIB nominal, lo que reduce el denominador de la relación deuda-PIB, principal indicador de solvencia de un país. A pesar de ello, el reciente proceso de discusión del presupuesto federal para 2021 —aprobado recién en abril, luego de largas negociaciones que resultaron en un fuerte aumento en la participación de enmiendas parlamentarias en el ya muy estrecho espacio para el gasto discrecional (que incluye inversiones)— arrojan dudas sobre la sostenibilidad de las reglas fiscales vigentes, lo que lleva a un aumento de la prima de riesgo de la deuda pública.

Adicionalmente, el compromiso con las reformas (como la tributaria) y las privatizaciones, se ha debilitado ante intereses localizados que terminan prevaleciendo en nombre del apoyo al gobierno. Sin avances estructurales más significativos, es poco probable que se acelere el crecimiento.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados