ENTREVISTA

El gobierno debe decidir si hay que soltarle la mano a algún sector

En esta coyuntura, el gobierno debe priorizar las empresas que generan más cantidad de empleos y dirigir su apoyo a ellas.

Washington Durán - Presidente de la Comisión Asesora de Comercio Exterior, Cámara de Industrias. Foto: El País
Washington Durán - Presidente de la Comisión Asesora de Comercio Exterior, Cámara de Industrias. Foto: El País

La industria manufacturera arrastra dificultades desde hace varios años; la crisis económica derivada de la pandemia hundió la actividad industrial a nivel global en amplios sectores, mientras otros —alimentos, higiene, farma— han aprovechado un momento de auge. En Uruguay, sin embargo, en algunos casos esa ventana de oportunidad no fue tal, debido a la imposibilidad de competir con el producto importado o la baja demanda de sus mercados tradicionales. La era post pandemia genera importantes desafíos a varias ramas de actividad que el tiempo dirá si con capaces de sobrevivir. Para el Ing. Químico Washington Durán, asesor de la Cámara de Industrias, el gobierno tiene que elegir a qué empresas ayudar y quizás, a algunas haya que soltarle la mano. Pide medidas al Poder Ejecutivo, “pero no proteccionismo” para quienes no pueden competir. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cómo definiría el momento para la actividad industrial uruguaya?

—Desde antes de la pandemia veníamos con la industria muy castigada; ahora mucho peor, dado que no aparecen posibilidades de colocación en los mercados internacionales. De esto se salvan muy pocos sectores, una porción bastante baja del universo de actividades industriales que se llevan adelante en el país. Además, con las cadenas tradicionales en el país totalmente destrozadas.

—¿Por ejemplo?

—La cadena de la lana, que se ha reducido a la mínima expresión hace bastante tiempo, y ahora la del cuero. Dos sectores que a lo largo de la cadena generaban muchos puestos de trabajo con buenos niveles de remuneración y hoy no están. Hay razones globales y otras propias, que han llevado a perder su lugar en el mercado. Difícilmente puedan recuperarlo.

—¿Con qué tipo de industria se sale de esta coyuntura?

—El sector privado tiene que poner mucha creatividad para salir de este momento. Ya sabemos desde hace mucho tiempo que la agregación de valor en el país no es competitiva con la producción en otros países, incluso con algunos vecinos, hemos perdido industrias no solo con China u otros países asiáticos, también la hemos perdido a manos de Brasil o Paraguay.
Todo bien con nuestra seguridad jurídica y los indicadores que nos dan muy bien a nivel mundial. Pero si no somos competitivos no alcanza para nada. Hace dos o tres semanas fuimos convocados (Cámara de Industrias) a una reunión con el Canciller Francisco Bustillo y la Ministra de Economía Azucena Arbeleche. Y el tema central fue cómo podemos mejorar la productividad. El gobierno lo sabe y está muy limitado, pero es necesario que se tomen medidas rápidamente.

—De la última gran crisis (2002) la industria salió rápidamente; ¿hay posibilidades de tener una experiencia similar?

—La forma en que la industria creció después de aquella crisis muy profunda, fue gracias a una gran devaluación. La industria tuvo un salto de producción, generó empleo, invirtió… pero hubo un salto importante en la cotización del dólar. Entiendo que hoy pueden no estar dadas las condiciones para una medida de esa naturaleza, pero cuando se toman medidas tibias no conducen a nada. Miremos a Macri…

—¿Plantea que debería haber una devaluación así?

—Puse un ejemplo y no considero que esté en el menú del gobierno. Pero hay que pensar en medidas de ayuda fuertes, importantes. Hoy no tenemos atraso cambiario con el mundo, pero sí con la región. Debemos por lo menos tratar de fortalecer a la industria local para que abastezca al mercado interno, como primera medida.

—¿Qué medida creativa estima que se puede aplicar para que la industria local sea competitiva en las góndolas uruguayas?

—Eso lo tiene que decir el gobierno.

—¿Está pensando en medidas proteccionistas a la industria local?

—No, para nada. Pero sí debe haber, por ejemplo, medidas de defensa que hagan que las condiciones de competencia en el mercado interno sean iguales para todos, cosa que hace tiempo que no se da. Esto ocurre por ejemplo en el sector alimentos con el cumplimiento de requisitos sanitarios o bromatológicos. Ahí los controles fallan y cualquiera importa cualquier cosa y al otro día está en la góndola, mientras la industria local cumple con una serie de exigencias, que están bien, pero que no se reclaman de igual forma para el producto importado. Hay una preferencia por el importado que no es buena para la economía. No competimos en igualdad de condiciones y, además, necesitamos una ayuda del Estado porque de esta coyuntura, solos va a ser muy difícil.

—Pero, ¿cuál es la ayuda que esperan recibir?

—Necesitamos mejorar una competitividad jaqueada por las tarifas públicas, por procedimientos burocráticos, la rigidez laboral, entre otras cuestiones que la Cámara de Industrias ha plantado reiteradamente. En ese contexto, el gobierno tiene que buscar de qué forma resigna recursos a cambio de no tener que gastar más aún, por ejemplo, en seguros de paro u otros instrumentos de protección social que son imprescindibles para que la pobreza no crezca y haya cierta estabilidad social. La forma de evitarlo es ayudar a los sectores que lo necesitan. Es el bien especial en preservar, no se trata de subsidiar a los empresarios sino preservar el empleo.
Creo que el gobierno lo tiene claro, hasta ahora estaban ocupados en el armado del Presupuesto, pero ahora que la discusión se trasladó al parlamento, deberían pensar en herramientas de apoyo al sector privado que nos permitan generar más empleo. Y no hablo de generar inversión, sino empleo…

—¿No van de la mano una cosa con la otra?

—Sí, pero hoy hay mucha inversión ociosa en el país, con posibilidades de ponerse a trabajar y producir, si cuenta con los estímulos adecuados.

—La Cámara de Industrias ha apuntado a las compras públicas como un mecanismo de mejorar las condiciones para el sector, ¿cuál es el cambio propuesto?

—Lo que hay que hacer es que, en las licitaciones públicas, en el armado de la licitación, las condiciones no terminen excluyendo a la industria nacional. Por ejemplo, piden volúmenes muy grandes para ser entregados en plazos muy cortos en forma totalmente innecesaria, cuando se podría hacer con entregas programadas; que haya una posibilidad de ajuste de precios mediante una paramétrica de costos, contemplando los tiempos de entrega. También, que existan las mismas condiciones de pago para el oferente nacional que para el oferente extranjero. Hay mucha cosa que el Estado puede hacer en ese terreno, que no son solo el margen de preferencia para la industria nacional. Hay dos sectores que pueden desarrollarse mucho si se les da posibilidad en las compras públicas: vestimenta y calzado. Pero no se pueden pedir 30 mil botas o 50 mil uniformes para dentro de una semana, eso excluye directamente a las empresas locales de licitaciones del Ejército, la Policía o la Salud.

—¿Pero lo que usted plantea es que se beneficie al productor local, aunque no esté en condiciones reales de competir?

—No es así. Por restricciones presupuestales, el Estado a veces solo busca precio, en desmedro de la calidad. Terminan colaborando con generar empleo en China o en India, y no acá.

—¿Y qué pasa, en ese caso, con las exigencias en materia de compras gubernamentales que se plantean en las negociaciones comerciales con otros mercados?

—Es cierto, eso existe, pero hoy no tenemos en esa materia protocolos vigentes, solo tenemos uno con Chile; además, en los acuerdos de compras públicas, existen montos mínimos para ajustarse a esos protocolos. Las compras de menor valor del Estado, no están sometidas a ese trato nacional que hay que darle a la contraparte. Y ahí hay muchas oportunidades importantes para la industria nacional.

—Los industriales también han planteado exoneraciones tributarias…

—Está al salir un nuevo decreto reglamentario de la Ley de promoción de inversiones, que va a generar nuevas exoneraciones. Sucede que buena parte de esos beneficios se pueden ejecutar en la medida en que tengan renta, y hoy las empresas no la están teniendo. Por tanto, es un incentivo importante para el futuro, pero no en lo inmediato.
Para lo urgente, podríamos pensar en bajar las tasas de algunos tributos, como el impuesto al patrimonio, por ejemplo.

—Está claro que el mercado local no alcanza…

—Claro, la exportación es clave para el sector industrial. Directamente, o produciendo bienes intermedios o insumos. Para que esas cadenas funcionen, necesitamos condiciones de acceso.
En ese sentido, la región está complicada. En Brasil el problema es el tipo de cambio, en Argentina la incertidumbre del cobro y otras restricciones. Teníamos expectativas de avanzar más rápido este año con la Unión Europea, pero no se ha podido. Deberíamos pensar también en el Reino Unido post Brexit, pero no o veo en la agenda…

—¿Qué otro mercado debería estar en la agenda?

—A pedido de la cancillería, estamos haciendo un sondeo en los sectores industriales, pensando en la posibilidad de colocar producción en Centroamérica. Un mercado interesante para los volúmenes uruguayos, pero muy cerrado y fuertemente vinculado comercialmente a Estados Unidos y México. Puede ser un buen mercado para alimentos, arroz y lácteos, además de farma, tanto humana como veterinaria.

—¿Qué margen de recuperación de empleo hay en la industria, teniendo en cuenta la coyuntura actual junto con la acelerada automatización de procesos?

—En algunas cadenas de valor la pérdida de empleo es mayormente por la caída de actividad, más que por la automatización. Hay muchas empresas que directamente cerraron. La automatización sustituye puestos de trabajo, pero genera otros. Por otro lado, no hablamos de empleo en cualquier condición, no se trata de generar puestos de trabajo como se generan en otros países.
El nivel de salario lo determinan los costos de la economía, y un país donde los costos son altos, los salarios necesariamente tienen que ser más altos. ¿Los salarios altos pueden ser un problema?, sí, pero su reducción no es la solución. Hay otras cuestiones que inciden tanto o más que los salarios, que tienen que ver con rigidez laboral, ausentismo, certificaciones. Hay mucho para hacer en ese terreno.

—¿Cuándo los recursos son escasos, hay que mantener abiertas las empresas industriales a cualquier precio?

—En la medida en que la prioridad debería ser el empleo, los recursos deben ser dirigidos a aquellas industrias en las que, con los mismos recursos se consigan más puestos de trabajo. Y hoy, pensando en cantidad más que en calidad de esos empleos. Es bravo definir ayudar a unos y otros no, pero para eso está el gobierno, para laudar a favor del interés público. Y si en ese contexto es necesario soltarles la mano a algunos sectores porque no pueden generar empleo, producir y desarrollarse, es una decisión política que los gobiernos tienen que tomar.
El empresario destina toda una vida a un proyecto, está enamorado de él y a veces, no ve que ese emprendimiento puede no ser más viable y necesariamente tiene que acabarse. Deberá reestructurarse. En ese sentido, hay un buen instrumento, mal y escasamente utilizado, que las empresas deberían dejar de mirar con recelo y utilizarlo más: el concurso de acreedores. Bien utilizado permite rescatar empresas, que los trabajadores no pierdan su fuente de trabajo y los proveedores cobren. Hay que acostumbrarse a eso.

(*) Ingeniero Químico. Presidente de la Comisión Asesora de Comercio Exterior de la Cámara de Industrias, Director Nacional de Industria del MIEM (2000-2005); Negociador principal del Tratado Uruguay-México, entre otros procesos de integración; ex presidente de la Asociación de Ingenieros Químicos; ex presidente de la Asociación de Fabricantes de Pinturas industriales.

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