ENTREVISTA

Europa sin liderazgo en medio de un gran problema

A la Unión Europea no le basta un simple acuerdo de circulación de mercancías, quiere libre circulación de personas, algo que Reino Unido difícilmente acepte

Rafael Pampillón, director de Análisis Económico, IE Business School. Foto: El País
Rafael Pampillón, director de Análisis Económico, IE Business School. Foto: El País

Europa debería aprovechar el Brexit para reconvertir “el club” y tomar impulso a pesar del quiebre que representa el alejamiento del Reino Unido, asegura Rafael Pampillón, Dr. en Economía y Ciencias Empresariales y Director de Análisis Económico del IE Business School de Madrid. Para el académico, no es claro que se aproveche la oportunidad, ante la gran falta de liderazgo en la Unión Europea. A su vez, las negociaciones del Brexit establecen plazos “extremadamente cortos” para la gran cantidad de asuntos complejos que están pendientes.

Pampillón entiende que la mejor salida sería poder alcanzar un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Reino Unido, que hoy parece poco probable dado que Europa incluye en sus condiciones varios aspectos que rechinan al gobierno británico, como la libre circulación de personas y someterse a su disciplina jurídica y fiscal. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué dejan entrever estas primeras semanas de la puesta en marcha del Brexit?

—Hay una enorme incertidumbre. Hay algo menos de año por delante para firmar el acuerdo, hasta el 31 de diciembre, y la gran pregunta es qué tipo de acuerdo saldrá de estas negociaciones con un plazo tan apremiante, a juicio de la Unión Europea.

Hay enorme preocupación sobre qué va a pasar con el comercio. La Unión Europea representa el principal mercado de los productos británicos. Como para hacernos una idea, el mayor volumen de comercio de bienes desde un país a un mercado determinado es México hacia Estados Unidos, después Canadá hacia EE.UU. y en tercer lugar viene Reino Unido hacia Europa. Colocan en la UE el 50% de lo que venden al exterior -representa el 8% del PIB-, y en el sentido inverso, de UE a RU, se exporta un 18% del total de volumen de bienes colocados fuera del bloque. Eso demuestra una gran dependencia de los británicos, en una relación que para nada sería igual si hablamos de un comercio con aranceles, con el Reino Unido fuera de la Unión. Tener que pagar aranceles por el 50% de sus exportaciones, le supondrá al Reino Unido una enorme pérdida de competitividad, perdiendo las ventajas que hasta ahora podrían tener sobre otros proveedores de los países de la UE.

—¿Cuál es el clima para alcanzar una salida negociada y con el menor daño posible?

—Esperamos una razonable salida, que siente las bases de un acuerdo de libre comercio y permita superar un cúmulo de situaciones que se generan en múltiples planos de la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea.
Se supone que Gran Bretaña buscará alcanzar, a partir de su nuevo estatus, acuerdos comerciales con los socios que le interesen. Sin someterse a la disciplina jurídica y social que existe en el bloque, y salir de un proceso de desindustrialización que, alegan, se generó con la Unión Europea, ante la competencia de los países del Este, donde muchas fábricas, por ejemplo de vehículos, se instalaron y producen en condiciones más ventajosas de mano de obra e impuestos. Las empresas migraron hacia allí y ese es un punto en el que han hecho mucho hincapié los partidarios del Brexit. Aunque, a corto plazo, nada hace pensar que con salir de la UE puedan recuperar ese estatus.

La mejor jugada que tiene por delante Boris Jhonson es estrechar sus vínculos con Estados Unidos, algo que Donald Trump estimula. Eso puede darle el oxígeno que RU necesita, en un contexto de grandes costos que tiene por delante, producto de la decisión de alejarse de la Unión.

—Estados Unidos parece muy dispuesto a una jugada así…

—Sabemos que Estados Unidos tiene diferendos con la Unión Europea. Por ejemplo, la aplicación de impuestos a las tecnológicas norteamericanas. Hace pocos días se aprobó en España la “tasa Google”, lo que supone que productos de empresas como Microsoft, Google, Amazon, entre otras, serán menos competitivos en la UE. Trump seguramente responda con más aranceles, ya lo ha hecho con aceite de oliva, vino, citrus de mesa, asuntos que en volumen son pequeños, pero han sido gestos que molestan. Y eso se repite con otros países europeos. Para Trump, avanzar en un acuerdo con un aliado como Jhonson, pero además aprovecharse de un mal paso de los europeos, es la jugada perfecta.

Es altamente probable que Trump sea presidente de Estados Unidos por otro período; ¿qué hará con su política arancelaria?, ¿seguirá actuando como hasta ahora?, ¿cómo utilizará un eventual acuerdo con RU?, ¿y qué responde China ante todo esto? Son muchas las incertidumbres, además del Brexit.

—¿Cuánto perjudica a Europa un acuerdo entre Trump y Johnson?

—Un acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y RU no tiene porque pegarle muy duro a los europeos. Siempre y cuando se abra la posibilidad de que también exista un acuerdo de los británicos con la UE. Lo primero es casi seguro, lo segundo no sabemos. Porque para nada es sencillo, ya que los británicos no están dispuestos a poner sobre la mesa las condiciones que requiera la Unión Europea. Como se ha dicho otras veces, quieren “lo mejor de la unión, pero sacándose de encima lo que les molesta”. Y así no es muy viable.

Los acuerdos que tiene la Unión Europea con otros países, como Noruega o Suiza, llevan consigo someterse a jurisdicción, una cierta libre circulación de personas que RU no quiere, también el pago a la Unión para que las instituciones europeas funciones. Países que no forman parte del bloque, tienen un estatus que Gran Bretaña no sé si estaría dispuesto a asumir.

—En el caso particular de España, hay una gran preocupación...

—Es que para nuestro país, la relación con el Reino Unido es clave, veamos: hay unos 250 mil británicos con residencia en España, que reciben pensiones desde su país, por ejemplo, y gastan aquí. Además, son la principal fuente de turistas que visitan España, 19 de los 85 millones de personas que hacen turismo en nuestro país anualmente.

A su vez, es el principal socio comercial: el 7% de las exportaciones españolas van al Reino Unido, como país, sin tomar en cuenta el bloque, es el primer destino. Estos ejemplos demuestran que el cambio de estatus va a ser un problema muy importante para la economía española.

—Del mismo modo, lo será para el Reino Unido...

—El Reino Unido, para seguir siendo competitivo, deberá permitir una depreciación de la libra esterlina. Someterán a su economía a una debacle, con una contracción del PIB, según diversos estudios, del 8% o 9%. Ese impacto de lo comercial es extremadamente fuerte y las empresas británicas lo sentirán, también el mercado de trabajo.

El éxodo de empresas desde las islas británicas al continente se viene dando desde que se aprobó por parte de los británicos el proceso de Brexit.

Muchas compañías multinacionales -no necesariamente británicas- a las que le da lo mismo buscar otra sede porque su objetivo son los países de la Unión y asar a pagar un arancel del entorno del 7%, que es lo que el bloque tiene hoy para socios comerciales como Estados Unidos o Turquía, no tiene sentido. Es más ventajoso mudarse. En estos momentos, hay un gran congelamiento de las acciones de las empresas. “Wait and see”. Están esperando cómo evoluciona. Hay varias firmas españolas, como Santander, Iberdrola, etc, que están interesadas en un buen acuerdo para seguir en el Reino Unido, pero de no ser así, se lo pensaran, seguro. Todo aquello que es a largo plazo, está paralizado.

Y en materia de movimiento de personas, la situación no es mejor…

—El gobierno británico ha anunciado restricciones de futuro…

—Así es. No habría problemas para quienes están allí. Se ha abierto una suerte de registro para los extranjeros que ya están en las islas y al parecer no habría dificultades para que permanezcan con el actual estatus. Ese fue un paso positivo, una buena señal para con la UE. Pero tras cartón, anunció limitaciones al ingreso de más extranjeros en el futuro, estableciendo una serie de condiciones que deberían cumplir para que se les permita el ingreso.

Johnson no quiere las políticas migratorias de la Unión Europea, y ese no es un tema menor a la hora de negociar: a la UE no le basta con un acuerdo de libre circulación de mercancías, quiere que también lo sea de personas. Para la UE es un solo paquete de negociación. Ahí hay un gran escollo difícil de salvar. Y en un plazo demasiado estrecho.

Un año para negociar todo lo que implica las nuevas relaciones entre el Reino Unido y sus socios europeos, es muy poco tiempo. Imagínense que se decidan trabajar en nuevos acuerdos comerciales, con cada socio es un tema en sí mismo. El ejemplo de Alemania, donde su industria automovilística, que representa un 12% del PIB, tiene en el RU uno de sus principales compradores. Dos países que en otros planos tienen enormes diferencias, como en políticas migratorias. Es un juego muy complicado.

—¿La Unión Europea está en condiciones de negociar en bloque, sin fisuras?

—Sí, eso es exactamente así. Más allá que el nivel de afectación es diferente en cada país y que en el bloque existen gobiernos de distinto signo, en algunos casos con miradas similares a las de Jhonson, todos entienden que deben salir de este atolladero juntos. Es una buena cosa para el bloque. Los movimientos más conservadores, anti inmigrantes y antieuropeístas, no creo que sean capaces de torcer eso, pero generan dificultades. Polonia, con una presencia importante, le ha quitado a otros países -como España- cierto protagonismo, operando junto a la derecha francesa y alemana, esta última en gran ascenso. Merkel está muy complicada, pagando caro una muy laxa política de inmigración. No se puede dejar de prestar atención a esa realidad.

—¿Cuánto cambia éste Brexit la realidad europea?

—Debe ser tomado como una oportunidad, un momento de revisión. ¿Qué pasó que en el club donde todos quieren entrar hoy hay uno, muy importante, que se quiere ir? Es momento de sacar enseñanzas de eso. Una Unión donde se avance, entre otras cosas, a una política fiscal común, con un Tesoro común, con un ministro de Finanzas que esté por encima de los respectivos ministros de los países, y que estemos en condiciones de competir de igual a igual con Estados Unidos. Todos están de acuerdo en lo que hay que hacer, pero a la hora de negociar, cuesta avanzar. Es hora de hacerlo. Pero falta visión, liderazgo y explicar las ventajas de hacerlo, eso es un gran problema de Europa.

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