OPINIÓN

El enfoque de un cambio de época, su impacto en el sector energía y el medioambiente

En el sector de la energía, no podemos pensar en una salida sin la construcción de una nueva época que integre las acciones de privados y del Estado de forma colaborativa.

Foto: AFP
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En lo que va de la crisis, he leído muchos artículos sobre la pandemia; no soy médico, tampoco soy sociólogo, pero dirijo un organismo internacional que de alguna manera debe integrar el conocimiento bajo un enfoque holístico, fundamentalmente para interpretar y entender la serie de eventos sin precedentes que estamos viviendo y que notoriamente tienen y tendrán un impacto directo en el sector energía y en nuestra región.

En ese marco, sin lugar a duda, un artículo de José Luis Lupo es uno de los más precisos en su abordaje que he leído en este tiempo de confinamiento. El concepto detrás de su artículo es que nos enfrentamos a un cambio de época y no a una época de cambios, siendo este simple juego de palabras una idea fuerza que entiendo resume de forma muy acertada lo que hoy la humanidad está transitando. Su enfoque también aborda las implicancias del rol del sector privado en una nueva normalidad que incluye un mayor compromiso y responsabilidad social de las empresas, la necesidad de una participación activa y efectiva del Estado en el establecimiento de políticas públicas más avanzadas y orientadas al bienestar y la salud, así como la búsqueda de un nuevo contrato social en el cual la “angustia de la muerte y el sufrimiento humano” serán elementos presentes en el camino hacia una vida más saludable y estable que directamente influirá en los patrones de consumo de una nueva normalidad.

Nos enfrentamos a una crisis global que es diferente a cualquier otra después de la segunda guerra mundial. Hemos observado crisis a nivel de demanda y crisis a nivel de oferta por separado; sin embargo, esta crisis es una crisis de oferta y de demanda con un alcance global, pero a la vez se instala como una crisis que pone en tela de juicio el modelo de desarrollo que veníamos observando. Está de moda hablar de las innovaciones disruptivas y aplicar el término “disrupción” en ese contexto, posiblemente abusando y aplicando la palabra con extrema generosidad para sobrevalorar la nueva “era tecnológica” y su impacto en nuestro estilo de vida y confort.

Pero este concepto de disrupción en innovación que hemos utilizado se aplica a un cambio inesperado con impacto en una industria determinada con efectos, posiblemente importantes, pero limitados a un mundo que conocemos y en términos generales dominamos. Hoy nos enfrentamos posiblemente a la disrupción de nuestro modelo social, de estilo de vida y de desarrollo y, factiblemente, con la necesidad de establecer un nuevo contrato social como bien advierte Lupo, en un contexto de total incertidumbre respecto al futuro.

En la misma corriente conceptual me interesa aportar algunos elementos adicionales con foco en el impacto de este cambio de época en el sector energía. Ya esta pandemia nos enfrentó a un cambio de paradigmas en el rol que le damos al petróleo como un producto clave del desarrollo de las sociedades modernas. Nos encontramos en una situación de exceso de oferta y una contracción sustancial de la demanda que ha llevado a una caída abrupta de los precios del petróleo, con precios inclusive negativos.

De este modo, industrias clave de la economía global se enfrentan a una situación crítica y en la cual no se observan soluciones inmediatas que permitan regresar a la normalidad tal cual la conocíamos. Aun cuando retomemos las actividades en una nueva normalidad, la demanda se verá afectada con nuevos patrones de consumo y esto tendrá un efecto directo en el consumo de combustibles fósiles y, por tanto, en la industria petrolera a lo largo de toda su cadena. Definitivamente, no observaremos a futuro la desaparición del petróleo, seguirá siendo relevante en el contexto energético global, pero probablemente ya no tendrá el peso geopolítico al que históricamente estábamos acostumbrados. Por eso refuerzo el concepto de que nos enfrentamos a una nueva época, y en ese contexto tendremos un petróleo con menos injerencia en la geopolítica global.

El vínculo entre esta pandemia y otros preocupantes procesos de destrucción de nuestro ambiente estará necesariamente presente en una nueva normalidad. Tengo confianza en que esta conciencia colectiva será el motor de los cambios, y será la sociedad en su conjunto la que demandará a sus líderes ese compromiso en temas cruciales como el cambio climático; requiriéndose cambios sustanciales en dos de los factores: por un lado, la demanda a las empresas de un mayor compromiso con la sociedad en la cual están insertas y, por otro, el entendimiento del rol del Estado en el establecimiento de políticas públicas activas y efectivas que respondan a esta demanda social creciente.

Posiblemente en el futuro cercano observaremos la socialización de las pérdidas de sectores clave de nuestra economía y la intervención del Estado para asegurar la continuidad de muchas actividades esenciales; pero también, el cambio de condiciones de contrato que observarán las empresas y que, para asegurar su continuidad, deberán contribuir solidariamente para articular una salida a esta crisis generalizada. Por eso, definitivamente estamos ante una nueva época en la cual las empresas que pretendan subsistir en una nueva normalidad ya no serán exclusivamente agentes maximizadores de ganancias, sino que deberán integrar una visión ética y de compromiso social que vaya más allá de una retórica hueca y que sea percibida a través de elementos tangibles y efectivamente valorados por el colectivo.

Este armado de un nuevo rol de los agentes privados y una mayor acción del Estado en la construcción de políticas públicas involucra de forma directa también a los actores del sector energía. Entremos en un ejemplo: las empresas reguladas observarán la caída en su demanda, las tarifas posiblemente no se ajustarán a la evolución de los costos durante la crisis, el tipo de cambio afectará la ecuación económica; sin embargo, el servicio se deberá mantener sin interrupciones y asegurando su calidad. El Estado será el responsable de actuar en el ajuste de las políticas y regulaciones vigentes para asegurar y permitir esa continuidad y contemplando los aspectos sociales vinculados a un servicio público. No podemos pensar en una salida sin la construcción de una nueva época que integre las acciones de privados y del Estado de forma colaborativa y modificando radicalmente ese antagonismo entre un modelo estatista y otro privatizador que yace sobre argumentos ideológicos fuertemente polarizados que no aportan a una solución pragmática.

Por otro lado, en esta nueva época, el Estado deberá internalizar la deuda en materia ambiental que la sociedad en su conjunto reclama, ajustando y modificando lo que hoy conocemos como normalidad. Se requerirán acciones más asertivas en materia de reducción de gases de efecto invernadero, ya no hay espacio para las negociaciones estériles, se nos termina el tiempo y la nueva época se inicia con esta emergencia climática que coincide con una pandemia global. Una nueva época en la cual la agenda medioambiental se encuentre dentro de las prioridades de cada Estado, como una demanda genuina de sus contribuyentes. Pero sin duda, la nueva época presentará una serie de importantes desafíos, no fáciles de salvar y el tema de fondo es cómo lograr cambios reales y mayores oportunidades para el desarrollo solidario y comprometido de la humanidad, respetando derechos básicos como el acceso a sistemas de salud, el cuidado del medioambiente y el acceso a la educación.

Este “bicho” metió casi todas las bolas al bolillero de nuestra existencia nuevamente y se está iniciando un nuevo juego. Hoy, este cambio de época nos da la oportunidad única de jugar un rol más responsable con nosotros, con el medioambiente y con las generaciones futuras. No lo desperdiciemos, tal vez sea la última vuelta en este bolillero de la humanidad.

(*) Secretario Ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade). Columnista invitado

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