OPINIÓN

Economía local: buen punto de partida post pandemia, ante un marco externo que luce complicado

¿Cómo aparece en el horizonte de 2022, el escenario externo que acompañará nuestro transitar a partir de ese punto satisfactorio en el que nos deja el final de 2021?

Foto: Getty Images
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El año se termina y si bien no tenemos los números finales, hay, como siempre, algunos indicadores que dan mejor y otros que dan peor. También, según cómo se los evalúe, las mismas variables pueden mostrar lados positivos y otros no tanto. La recuperación de la economía y del empleo es indudable. Pero recién se están alcanzando los niveles de hace dos años, cuando veníamos de cinco, “planchados” y perdiendo puestos de trabajo de a miles. En realidad, estaremos terminando este año apenas un 3% por arriba del final de 2013, por lo que sólo habremos crecido eso en ocho años. Y en materia de empleo, se habrá recuperado la mayor cantidad de los empleos perdidos en 2020, pero aún estaremos más de 60 mil puestos por debajo de los de 2014.

En el sector externo, como es habitual en nuestro país, no tenemos problemas: actualmente la inversión extranjera directa excede con holgura al déficit de la cuenta corriente. Por el lado fiscal los números han mejorado: el déficit ajustado por algunos factores extraordinarios notorios (incluido el “efecto COVID”) está en torno a 3,5% del PIB, pero una parte sustancial de la mejoría es transitoria, pues reposa sobre la caída de los salarios públicos y las pasividades en términos reales, que se habrá de recuperar, según lo prometido, desde aquí hasta el final del período de gobierno. Mientras tanto, en el caso de la inflación se termina 2021 casi igual que terminó 2019: con la subyacente en torno al 8%. Sólo cabe destacar, como mejoría, que ahora las expectativas son mejores que entonces, si bien todavía están muy lejos de las metas oficiales.

Como punto de partida post pandemia, es satisfactorio. Pero no hay que olvidar que los indicadores apuntan a promedios y que en los promedios se ahogan los petisos. Y vaya si los hay, tanto a nivel de sectores como de hogares. Unos y otros van a seguir requiriendo de apoyo desde el sector público y esto también será “efecto COVID” y no por poco tiempo ni por poco dinero, aun cuando la pandemia pudiera llegar a su fin.

¿Cómo aparece en el horizonte de 2022, el escenario externo que acompañará nuestro transitar a partir de ese punto satisfactorio en el que nos deja el final de 2021? Complicado, tanto en el frente global, como en el de nuestro vecindario.

En el frente global, parece que finalmente se ha comprendido que la mayor inflación en el mundo desarrollado es más permanente que transitoria. Esto va a complicarle las cosas a los emergentes, en particular a aquellos más vulnerables, pero no sólo a ellos, porque cuando se trata de flights to quality, nos ven más parecidos que distintos.

Ahora parece que, más temprano que tarde, veremos una normalización monetaria que conducirá a mayores tasas de interés, un dólar más fuerte y en alguna medida, materias primas menos valorizadas. Como todo shock externo negativo, traerá como consecuencia una caída en el ingreso local, con efectos sobre el crecimiento, la masa salarial y la recaudación fiscal.

Además, el costo de renovar la deuda pública que vaya venciendo, se verá incrementado.

Lo que describo va a empezar a pasar en 2022, a esta altura ya no caben dudas.

Mientras tanto, en el frente regional (en Uruguay los economistas llamamos región a nuestros vecinos, que con ellos nos alcanza y nos sobra) el panorama es aún menos alentador.

Por un lado, tenemos un imperio venido a menos y por otro un país enfermo grave de peronismo desde hace siete décadas. Y no nos dejan mudarnos de barrio, lo que de algún modo sería posible si pudiéramos negociar acuerdos comerciales libremente con terceros países. Así que deberemos seguir padeciendo sus peripecias.

En lo inmediato, el panorama es complejo, porque ambos crecen poco y están muy baratos, y no hay indicios de que esto vaya a cambiar en 2022 e incluso más allá de ese año.

Brasil presenta riesgos fiscales y políticos que se traducen en un tipo de cambio volátil y muy alto, lejos de los promedios históricos. Crece muy poco, con relación a sus compañeros de clase, los emergentes, desde hace añares. Y ahora, con una inflación alta, el endurecimiento de la política monetaria llevará su crecimiento a cero en el año que viene.

De Argentina hablamos bastante hace dos lunes, pero en definitiva hay dos caminos desde aquí y hasta el próximo cambio de gobierno. Uno, con acuerdo con el FMI, por más light que resulte, podrá facilitar el transcurso de estos dos años de manera relativamente ordenada, sin mayores deterioros. Otro, sin ese acuerdo, sería complicado, y quedaría indeterminada la tasa de inflación que sería necesaria para “cerrar” el programa financiero, pudiendo llegar a ser bastante más alta que la actual, que está en torno al 50%. En este caso, la brecha entre los tipos oficial y paralelo se mantendría muy alta.

La apertura de fronteras nos dará beneficios netos porque se parte de la nada, es decir del cierre de las fronteras, pero a poco que comparemos la incipiente temporada con las previas al cierre, que ya habían sido pobretonas, veremos la justa perspectiva. Y si la pandemia finalmente se disipara y viajar volviera a ser “como era antes”, nos encontraríamos con un invierno que no solo lo sería de manera literal, para nuestros comerciantes y sus dependientes ni para nuestras cuentas fiscales.

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