OPINIÓN

Dilemas de la recuperación global

La disponibilidad de vacunas y la cobertura de la inoculación hacen la diferencia, tanto en materia sanitaria como en la recuperación del crecimiento.

Foto: Pixabay
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Los impactos económicos de la pandemia ubican al mundo en una coyuntura compleja similar a la que hubo con la gran crisis del petróleo de principios de los '70. En aquel momento, la disrupción estuvo centrada en el alza del precio de un solo producto que exportaban pocos, lo que generó realineamientos geopolíticos entre exportadores y no exportadores de petróleo y saldos positivos abultados en las cuentas corrientes de los primeros, hecho que culminó en flujos de capital que fueron absorbidos por el resto del mundo no exportador de petróleo.

América Latina fue uno de esos destinos, y lo que parecía una panacea para financiar su crecimiento culminó en una crisis de endeudamiento generalizada, cuya resolución consumió toda la década siguiente, agregando a su pobreza endémica, más penurias sociales.

Hoy, el devenir económico del mundo parece estar centrado en una sola rueda, cuyos rayos son la disponibilidad de vacunas, la velocidad de inoculación, el grado de retorno a la normalidad cotidiana y la reacción de las administraciones de los países desarrollados, desmontando las medidas políticas extraordinarias empleadas para resarcir los embates de la pandemia.

En esta realidad se entrelazan temas sanitarios, sociales y económicos, que a veces pujan en sentidos opuestos cuando se plantea resolverlos, hecho natural de un fenómeno que tiene caras diversas y que también expone las posibilidades distintas de cada país en la instrumentación de correctivos.

Una primera constatación es que la disponibilidad de vacunas y la cobertura de la inoculación hacen la diferencia, tanto en materia sanitaria como en la recuperación del crecimiento. Los aumentos en las proyecciones del nivel de actividad respecto a las de un semestre atrás, están concentrados en los países donde coinciden ambos aspectos, poniendo a Estados Unidos y China a la cabeza de esa tendencia, seguidos por la Eurozona y el Reino Unido.

La línea divisoria en materia de crecimientos entre quienes tienen y no tienen vacunas suficientes, queda reflejado en proyecciones del Banco Mundial, que muestran que a los 10 países con mayores tasas de vacunación se les estima una tasa de crecimiento promedio del 5,5% para este año. Para quienes tienen porcentajes más bajos de inoculación, se les calcula solo el 2,5%. Y para las 29 economías más pobres del mundo, donde solo el 0,3% de su población ha sido vacunada, sus proyecciones de crecimiento han sido reducidas respecto a las de un semestre atrás.

Mirando hacia delante, esta dinámica implica la ampliación de la brecha en los niveles de desarrollo entre zonas del mundo, hecho que desembocará en mayor pobreza en países que ya son muy pobres. Y en aquellos que se encuentran en la faja intermedia, en la cual se encuentra prácticamente toda América Latina, la pandemia agrega un nuevo lastre a su desempeño económico, en momentos que encuentra a sus sociedades frustradas y desazogadas ante lo que entienden como falta de respuesta de los partidos políticos en colmar sus expectativas de mejora o la consolidación de su bienestar. Sin duda, un combo de situaciones diferentes que se retroalimentan, inéditas en la historia reciente del continente, sobre cuyo futuro aun es imposible discernir un camino de salida, salvo que será más largo que lo deseado.

De todos modos, la recuperación acelerada en algunas partes relevantes del mundo, de la mano de la vacunación masiva, es una buena noticia.

Este hecho plantea una ronda nueva de problemas centrados en cuándo y cómo desarmar los programas de estímulos extraordinarios que ya existían pre pandemia y que a su vez se profundizaron con ella.

Para dar solo una idea del impacto de algunos instrumentos, la Reserva Federal compra mensualmente 120.000 millones de dólares de bonos privados con garantías hipotecarias, lo cual promueve el alza de la vivienda.

Ese fue uno de los caminos transitados previo a la crisis del 2008, y ya vimos como terminó. Se puede decir que esta vez es distinto, pero hay límites que no están trazados para saber cuál es la situación verdadera. Grecia, con un endeudamiento que duplica al monto de su PIB (200%) y que hace apenas una década debió ser rescatada, acaba de emitir un bono a 5 años con tasa de interés negativa. Le cobra a su acreedor para tomarle fondos a un quinquenio. En este caso el acreedor es el Banco Central Europeo, que viene haciendo lo mismo por montos abultados con Portugal, España e Italia.

Es decir que los efectos positivos de la vacunación sobre el crecimiento, están retroalimentados por políticas monetarias y fiscales expansivas inéditas que plantean riesgos cuando se las retira prematuramente, hecho que ocurrió en 2013 cuando se comenzaron a revertir las apoyaturas extraordinarias, resultado de la crisis financiera del 2008-9, lo cual provocó desplome de cotizaciones bursátiles e inestabilidad en el sistema financiero global. Como en el arte de la guerra, la retirada es una de las operaciones más complejas.

Además, tiene consecuencias tanto locales como globales.
Sus gatillos son la aparición de inflación y la recuperación del mercado de trabajo.

En detectar lo primero hay desconcierto, incluso en la propia Reserva Federal de Estados Unidos. La inflación anualizada de mayo pasado, fue del 5%. Si la medición fue un cambio de precios relativos es un hecho temporal y se debe esperar. Si fue un aumento en el cerno básico del índice de precios se disparan las alertas, y sería tiempo de actuar cambiando el cariz de la políticas actuales. ¿Pero en qué dosis? Cuando el mercado de trabajo a su vez no muestra signos claros de recuperación, sugiriendo que la economía está necesitando todavía de estímulos extraordinarios, hasta que logre una senda robusta y permanente de crecimiento.

Sobre lo qué hacer, hay opiniones divergentes, que por su autoría deben ser respetadas. Pero no hay consenso mayoritario, aunque parecería ser que el riesgo de inflación es subsidiario al de mantener el nivel de actividad, lo que auguraría que la Fed por el momento no haría cambios en su postura; menos se haría en Europa.

Para América Latina, un riesgo relevante de una demora en actuar, es el que obligue a una reversión drástica de las políticas actuales a través de una suba importante de la tasa de interés. La historia muestra que eso implica una reversión del financiamiento externo, encareciéndolo y llegando incluso a detenerlo. La consecuencia es una crisis de balanza de pagos, devaluación y lastre en el crecimiento externo. Riegos que se exacerban cuando al mismo tiempo se necesita cicatrizar los daños de la pandemia.

Por ello, la cautela en materia fiscal es la mejor política para tiempos de enorme incertidumbre global.

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