OPINIÓN

Crece el PIB, ¿y qué pasa con la masa salarial?

Los tres motores de la economía se encuentran encendidos, pero los trayectos recorridos por ellos muestran disparidades.

Foto: Getty Images
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La difusión de las cuentas nacionales del segundo trimestre permite destacar numerosos aspectos de la coyuntura. Más allá de las novedades, que son pocas, en general los nuevos resultados confirman lo que ya se sabía e intuía. Las novedades consisten en una contribución considerable de la cosecha de soja y en el final de la incidencia de la sequía, que explican un crecimiento, en el trimestre, algo mayor al esperado por todos (MEF y analistas) y que lleva a ajustar hacia arriba la proyección de crecimiento para todo 2022.

Veamos algunos números. Del crecimiento registrado en los últimos cuatro trimestres (7,7%), sólo un séptimo se dio en el segundo trimestre de este año. Desde otro punto de vista, tres cuartos del crecimiento interanual se dieron en la segunda mitad de 2021 y sólo un cuarto en la primera mitad de 2022. Por lo que la desaceleración del crecimiento es clarísima. Ya no estamos en la etapa post pandémica de crecimiento extraordinario por rebote. Ahora estamos en la normalidad uruguaya de un crecimiento tendencial apenas mayor al 2% anual, que puede verse afectado, en un sentido o en otro, por buen o mal tiempo, por una buena o mala cosecha, o por cosas por el estilo.

Esa desaceleración del crecimiento queda en evidencia en algunos indicadores de avance, que en lo que va del año han frenado sus crecimientos: el volumen físico de producción del núcleo de las industrias manufactureras y el empleo, que, según sus últimos indicadores, se muestran en retroceso.

Del crecimiento que finalmente tendremos en este año (¿5,5%?), la gran mayoría no habrá sido de este año sino de 2021 (3,6%) por el “arrastre estadístico” debido a que en ese año el PIB terminó muy por encima de su promedio. Y, por el contrario, la menor parte habrá sido crecimiento propio de 2022, “a lo largo” de este año.

El comportamiento de la economía en el segundo trimestre estuvo en línea con los de nuestros vecinos, Brasil (1,2%) y Argentina (1,0%). También en esos casos se viene de sendos rebotes tras la pandemia y de sendas desaceleraciones a posteriori de ellos.

Los tres motores de la economía se encuentran encendidos, pero los trayectos recorridos por ellos muestran disparidades. La inversión en activos fijos se ubicó, en los 12 meses a junio, un 23% por encima de 2019.

Mientras tanto, las exportaciones de bienes y servicios estuvieron 5% por arriba en esa comparación. Finalmente, el consumo de los hogares todavía estaba, en los 12 meses a junio, 1,8% por debajo de 2019.

Esto último no puede sorprender cuando, entre los mismos períodos, el ingreso de los hogares (de Montevideo, sin aguinaldos ni valor locativo) cayó 1,9%. Coherentemente, el sector de comercio, restaurantes y hoteles es de los más rezagados en su recuperación, estando afectado, además, tanto por el menor turismo receptivo como por el mayor turismo emisivo. Hay que tener en cuenta, en momentos de traslados masivos de uruguayos hacia Argentina, que los gastos en servicios turísticos y las compras de bienes que ellos realizan, son efectivamente consumo de los hogares uruguayos, pero que están siendo abastecidos por oferta de importaciones. Se trata de erogaciones que pagan salarios e impuestos en Argentina y no acá.

Un aspecto directamente vinculado a los resultados en materia de crecimiento económico tiene una indudable arista política, como de hecho ya se ha observado: ¿qué ocurre con la masa salarial mientras la economía se recupera? La masa salarial es el conjunto de salarios que se pagan en la economía, por lo que a ella contribuye tanto la evolución de los salarios como la de los empleos. En 2020, cuando apareció la crisis sanitaria, ambos componentes cayeron y también lo hizo el PIB. Pero en 2021 la situación cambió y mientras que el PIB se recuperó, el empleo subió y los salarios volvieron a caer. Algo similar a esto ha estado ocurriendo en este año, dado que la aceleración imprevista de la inflación conducía inexorablemente a una nueva caída del salario real. Sin embargo, medidas promovidas por el Poder Ejecutivo en abril y vigentes desde julio, obligatorias en el sector público y sugeridas para el sector privado, pueden terminar modificando ese panorama con los salarios mostrando una leve recuperación en el año en curso.

Si volvemos a comparar los resultados del año 2019 con los del año terminado en el segundo trimestre de 2022, el PIB creció 1,7%, el empleo (en cantidad de personas) subió 2,2% y los salarios reales privados y públicos cayeron respectivamente 4,6% y 2,8%.

¿Cómo habrá de seguir esta historia? Hay varios aspectos a tener en cuenta.
Primero, el compromiso del Poder Ejecutivo, que consiste en terminar el período de gobierno con los salarios reales al menos en niveles similares a los de 2019.

Segundo, la expectativa de crecimiento de la economía que, grosso modo, se encuentra en torno al 3% anual para el próximo bienio.

Tercero, la política salarial. En el caso del sector privado, con la etapa final de los convenios vigentes y la inicial de los próximos. En el caso del sector público, con las decisiones que adopte el Ejecutivo en las próximas rendiciones de cuentas.

Cuarto, la inflación. Que por ahora sigue muy lejos de las metas (3% a 6% en general y 5,8% en 2024 en particular), pero que va a empezar a recibir impactos de signos diversos y opuestos a los recibidos hasta ahora: menos inflación “importada”, más tipo de cambio, más incidencia de la “recuperación” salarial.

Empleo, salario real, inflación… Una vez más, lo de siempre, aquello de la diversa cantidad de objetivos e instrumentos. ¿Se podrá cumplir con todos?

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