OPINIÓN

El contexto para la negociación salarial

Se avecina una negociación entre agremiaciones sindicales y empresariales que tendrá un contexto insatisfactorio tanto para trabajadores como para empleadores.

Foto: El País
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En los doce meses hasta febrero, el salario real ha caído 1,93%. En igual período, el desempleo ha subido de 10,5% de la población económicamente activa a 11,1%, y la tasa de empleo ha caído 2,7%. El país tiene 198 mil desocupados frente a los 179 mil que tenía en febrero del año pasado, según el Instituto Nacional de Estadística. En este contexto, que puede modificarse aunque difícilmente para mejorar en los meses que vienen, se llevarán adelante en julio las nuevas reuniones entre sindicatos de trabajadores y agremiaciones empresariales, para definir los ajustes salariales que regirán en el mediano plazo.

Por un lado, el citado es el contexto que afecta a trabajadores; pero por otro, también se realizarán las negociaciones en un escenario que no es bueno para las empresas. La producción de bienes y de servicios ha caído el año pasado y es probable que el PIB –que es el valor agregado por el trabajo, el capital y por otros factores de producción—, haya seguido declinando en el primer trimestre de este año, situándose por debajo de lo producido en el primer trimestre del año pasado.

Las empresas son las que contratan mano de obra y su demanda por servicios de trabajo depende del precio de la contratación —léase salario—; del precio de las alternativas que existan para contratar sustitutivos del trabajo —que hagan con igual o mayor eficacia pero sobre todo más eficientemente tareas de trabajadores—, y de lo que vienen siendo sus necesidades de incorporar personal ante la demanda por sus productos, que depende de la actividad económica del país, de lo que viene siendo su PIB y en definitiva, del ingreso de la nación. Existen otras variables que pueden jugar al momento de la contratación de mano de obra, pero en general, las citadas son las más importantes.

Demanda derivada

Las empresas derivan la necesidad de personal de lo que ocurre con la demanda por los bienes y servicios que producen, lo que a su vez depende de los precios de los productos que venden; del precio de los bienes sustitutivos que elaboran; del ingreso de los consumidores —del PIB y valor agregado de la economía— y de otras variables por el estilo, como pueden ser los gustos, la edad, el sexo, etc. Para la satisfacción de esa demanda por sus productos, las empresas deben elaborarlos contratando insumos y factores de producción, como por ejemplo servicios de trabajadores, de bienes de capital, de distintas formas de capital humano y de otros por el estilo. Es decir que, como consecuencia de la demanda por sus productos y para la producción de ellos, se da la demanda derivada por servicios —entre otros— de trabajo. No se debe dejar de reconocer que la contratación de mano de obra responde, ineludiblemente, a la demanda que enfrentan las empresas de parte de los consumidores. Ninguna empresa va a contratar trabajadores de diversa calificación para producir algo que no va a vender.

Tampoco va a demandar trabajadores por ejemplo, si el resultado final de su producción y ventas es o será negativo, si la actividad termina en pérdidas que alguien —los dueños— deben financiar.

En definitiva, la negociación salarial entre agremiaciones sindicales y empresariales que se avecina, tendrá por un lado a un contexto que, explicado en muy buena medida por la pandemia del virus de Wuhan y sus similares, es insatisfactorio tanto para trabajadores como para empresarios.

Unos y otros vienen sufriendo las consecuencias de una disminución de la demanda agregada —sobre todo del consumo, pero también de la inversión y de las exportaciones—, y de los efectos adversos que sobre el empleo y los salarios esa disminución impulsa.

La negociación

En julio se juntarán quienes quieren aumentar los salarios con quienes deberán evaluar cuánto de eso incide en el resultado de su actividad. De acuerdo con lo visto arriba, estarán por un lado quienes quieren ganar más y trabajar y, por otro, quienes quieren no perder en su actividad productiva.

La negociación será, como ocurre siempre en el caso de monopolios bilaterales —cuando existe un único representante de cada parte procurando lograr objetivos individuales no comunes—, sumamente dura y no habrá una única solución al enfrentamiento que sea aceptada por ambas asociaciones. La negociación llevará a una solución que no será de equilibrio sino de desequilibrio en el mercado laboral, que puede tener efectos negativos para la situación económica.

En efecto, el mercado dirá con la respuesta que brinde al cabo de cierto lapso, si el ajuste salarial será satisfactorio tanto para trabajadores como para empresarios. Si el ajuste estuviese por encima del que los empresarios pueden pagar en función de la actividad que desarrollan y le generan resultados que no son los deseados como pérdidas —lo que en buena medida depende de lo que el mercado de su producto a su vez le permita por precios y cantidades que puedan vender—, entonces el desempleo será aún mayor que el actual y el empleo menor al presente. Si el ajuste estuviese por debajo del que los empresarios pueden pagar, la situación sería la contraria: aumentaría el empleo y la producción, así como la ganancia de las firmas, que es el estímulo para invertir.

Lamentablemente hoy se vive una situación que no permite anticipar una situación de equilibrio entre las partes. En este caso de monopolio bilateral, ambas agremiaciones deben reconocer que viven un momento en el que deben negociar para no empeorar la situación, algo muy difícil de lograr en función de los objetivos individuales de ambos monopolistas. El mercado laboral será el que dará la respuesta al resultado de la negociación.

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