OPINIÓN

Los cambios en el mundo del trabajo: ¿cómo se posiciona Uruguay y por dónde avanzar?

El promedio de años de educación alcanzado por los adultos jóvenes en Uruguay ha venido aumentando menos que el promedio de América Latina desde hace décadas.

Foto: Getty Images
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Uno de los desafíos más importantes para el futuro del trabajo es el potencial mismatch entre las habilidades (cognitivas, socioemocionales, digitales) que los trabajadores tienen o tendrán y las habilidades requeridas para transitar los mercados laborales del siglo XXI. En un contexto de rápidas transformaciones tecnológicas, se hace necesario una continua actualización de saberes y competencias, lo cual coloca la necesidad de sentar las bases y generar mecanismos para el aprendizaje a lo largo de la vida, tanto para las generaciones que están transitando por el sistema educativo (niños, niñas, jóvenes) como para los que ya son parte de la población activa.

¿Cómo se posiciona Uruguay frente a este desafío? Si tomamos los años de educación acumulados como un proxy de habilidades adquiridas y nos enfocamos en la población adulta, como lo señalábamos en El País el 8 de Noviembre de 2021, el promedio de años de educación alcanzado por los adultos jóvenes ha venido aumentando menos que el promedio de América Latina desde hace décadas. En particular, la fracción de personas que completan el nivel secundario o más se ha ido estancando para las personas nacidas desde 1950 en adelante, y actualmente el porcentaje que completa la secundaria llega a apenas 42,7% de acuerdo al último Informe sobre el Estado de la Educación de Uruguay publicado por el INEEd. A su vez, no se ha logrado avanzar en el cierre de brechas educativas en la medida que lo ha hecho el resto de la región. La brecha de años de educación acumulados entre adultos jóvenes del quintil más alto y el más bajo de ingresos se ha mantenido en alrededor de 60%. Una baja acumulación de habilidades de la población activa puede indicar una menor capacidad de adaptarse a los cambios que impone la transformación tecnológica, especialmente para las personas de contextos socioeconómicos más desfavorables.

Pero las habilidades no solamente se forman en el pasaje por los sistemas educativos; además de la familia y el entorno, el propio mundo laboral es un ámbito importante donde se desarrollan. No obstante, sin completar la educación media se reducen las probabilidades de insertarse en un empleo formal y también, las chances de continuar el proceso de acumulación de habilidades mediante la formación en el trabajo. Por ejemplo, de acuerdo a la Encuesta CAF (2015) realizada en 10 ciudades de América Latina (entre ellas, Montevideo), el porcentaje de personas que declaran recibir capacitación en el trabajo en la región alcanza a 48% entre aquellos que completaron la educación superior, mientras que es de solamente 22% entre quienes no terminaron la secundaria.

Asimismo, existe evidencia que muestra que la calidad del primer empleo condiciona la trayectoria laboral posterior, y la primera experiencia laboral es bastante más precaria entre jóvenes que no terminan la secundaria respecto a aquellos que la culminan y avanzan hacia estudios terciarios. Por ejemplo, para América Latina la fracción de jóvenes que no terminaron la secundaria cuya primera experiencia laboral es en el sector informal triplica la de aquellos que completaron estudios terciarios. A ello se le agrega que en Uruguay la transición de los jóvenes entre la educación y el trabajo parece ser más dificíl que en el promedio de América Latina. La relación de la tasa de desempleo de los jóvenes respecto al promedio es de 2,5 veces en el promedio de la región, pero trepa hasta alrededor de 3,1 veces en Uruguay.

Todos estos aspectos que caracterizan la transición educación-trabajo marcan diferencias en las posibilidades para el aprendizaje a lo largo de la vida y pueden traducirse en que las brechas de habilidades continúen aumentando entre la población que logra avanzar y completar la educación terciaria y la (mayoría) que no logra terminar la secundaria. Finalmente, para facilitar el aprendizaje a lo largo de la vida, resulta necesario generar puentes entre las trayectorias educativas y laborales de las personas a través de mecanismos que permitan reconocer los aprendizajes adquiridos fuera del sistema educativo formal (inclusive a través de la experiencia laboral), acreditar esa formación y permitir la reinserción en una trayectoria de aprendizaje continuo.

En síntesis, para enfrentar los cambios en el mundo del trabajo del siglo XXI y facilitar el aprendizaje a lo largo de la vida, el país enfrenta desafíos en cuanto a: a) las bases de la acumulación de habilidades, que ocurren durante la etapa de pasaje por el sistema educativo formal (niños, niñas, jóvenes); b) las eventuales necesidades de capacitación (o recapacitación) de los que ya están en el mercado laboral, especialmente en ocupaciones en riesgo de ser sustituidas y con baja acumulación de años de educación; c) el fortalecimiento del tránsito educación-trabajo y el aseguramiento de tránsitos de aprendizaje continuo, considerando el reconocimiento de las habilidades adquiridas dentro y fuera del sector educativo formal; y d) tanto para las nuevas generaciones como para los adultos, atender especialmente a aquellos que no logran o no han logrado culminar la educación obligatoria y/o se encuentran en segmentos más vulnerables del mercado laboral (informales, en empleos de corto plazo, con bajos salarios, en micro y pequeñas empresas que no generan mecanismos in house para capacitar a sus trabajadores, entre otras características), con bajas chances de continuar una trayectoria de aprendizaje.

Las opciones de política para abordar todos estos desafíos son vastas y abarcan especialmente a la política educativa y de formación profesional, pero también a otras áreas, como las medidas de protección social necesarias para asegurar las condiciones básicas que permitan a los niños, niñas, jóvenes y adultos con necesidades de recapacitación continuar el proceso de aprendizaje. Sin pretender abarcar todas estas áreas, aquí ponemos brevemente el foco en tres líneas de acción que CAF promueve desde su agenda educativa y en el apoyo a Uruguay para impulsar la continuidad educativa y mejorar el tránsito hacia el mundo laboral de jóvenes, así como facilitar la continuidad de los aprendizajes a lo largo de la vida.

Una de ellas es extender y fortalecer programas que incorporen el trabajo como ámbito de formación, como los sistemas de formación dual o en alternancia, especialmente enfocados a jóvenes. Dichos programas, que combinan en forma coordinada parte de la formación en un centro educativo y parte de una empresa, procuran promover la adquisición de competencias y habilidades transversales y específicas y mejorar la transición educación-trabajo. Si bien la evidencia sobre su efectividad no es concluyente, se han encontrado efectos positivos sobre la empleabilidad de jóvenes en el corto y mediano plazo.

Otra línea de acción clave para un enfoque de aprendizaje a lo largo de la vida es avanzar en el desarrollo de un sistema de acreditación y certificación de competencias, ya que permiten reconocer competencias adquiridas dentro y fuera del sistema educativo formal y brindan la posibilidad de pasar de un trayecto educativo a otro de formación profesional o viceversa, facilitando la continuidad de la formación. Un sistema de este tipo debiera también contribuir a la articulación entre los diferentes subsistemas del sistema educativo (por ejemplo, entre la secundaria superior y las varias opciones de la educación media técnico profesional), y a facilitar la reinserción educativa de aquellos jóvenes que se desvincularon y también de adultos con bajos niveles educativos alcanzados y/o competencias adquiridas mediante la experiencia laboral no certificadas. Para ello se requiere, entre otros, avanzar en la estructuración de los currículums en base a competencias.

Finalmente, otro reto crítico es la falta de datos sistemáticos que ayuden a identificar las brechas de habilidades y sirvan para orientar recursos hacia programas de capacitación y formación profesional, así como también para la orientación laboral de jóvenes y adultos, de modo de reducir las asimetrías de información entre distintos actores que generan parte del desfase entre las habilidades que se enseñan y demandan. Por lo tanto, una oportunidad está en sistematizar y aprovechar mediante la utilización de ciencia de datos la información que se genera por distintas fuentes sobre las ofertas y necesidades de formación, incluyendo instalar un mecanismo regular de identificación de habilidades y perfiles profesionales que se necesitarán en el corto y mediano plazo.

(*) Líder/especialista técnica para proyectos de crédito, cooperación, asistencia técnica y gestión de conocimiento del área educación y protección social en países de la región sur de CAF (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay)

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