ENTREVISTA

La Bolsa de Valores de Montevideo y las alternativas para salir de la agonía

Genera amargura cuando se vencen bonos locales uruguayos en dólares y no hay otras alternativas para que esos capitales se queden en el país  

Patricia Torrado, Gerenta General de Bolsa de Valores de Montevideo. Foto: Francisco Flores.
Patricia Torrado, Gerenta General de Bolsa de Valores de Montevideo. Foto: Francisco Flores.

Patricia Torrado (Cr. Público en UdelaR, MBA en UM) es la Gerente General de la Bolsa de Valores de Montevideo (BVM). Teniendo en cuenta que nunca ha habido presencia femenina en el directorio de la institución, el suyo es el puesto más alto que ha ocupado una mujer en la sede de Rincón y Misiones. La BVM tuvo en 2019 un año mejor a 2018, que había sido el peor de los últimos años. Está muy lejos de la “primavera” que generaron los proyectos eólicos que buscaron financiación en este mercado y solo quedan 25 corredores activos. Asegura que el exceso de regulación, altos costos y baja rentabilidad de un mercado que no es la primera opción de financiación para los negocios en el país, pone en jaque su propia existencia. Ante ello, han propuesto cambios al sistema político. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Los últimos años del mercado de capitales no han sido buenos; ¿qué espera para 2020?

—Esperamos que sea un año bisagra, donde se comience a prestar atención al mercado de capitales, con una visión de reactivación y de oportunidades, en lugar de una visión temerosa, basada en la regulación excesiva. Hubo una etapa donde entendemos claramente que fue necesario poner énfasis en los aspectos regulatorios, como el año 2002 o en 2008, después de la crisis global a partir de Estados Unidos. Era prudente regular para evitar problemas, pero hoy ese exceso de regulación es claramente una condición que pone en riesgo la existencia del mercado.

—¿Está en riesgo la existencia de este mercado de capitales?

—En lo personal me planteo si el país tiene lugar para una bolsa de valores. Concluyo que sí, que la bolsa debe tener su lugar, es un mecanismo de inversión y financiamiento que nos da otra opción al sistema bancario. No es una cuestión de escala, hay países de menor porte que lo tienen y exitoso.
Pero nuestro mercado está totalmente adormecido, ralentizado, muy complejo y con escasas oportunidades. Los tiempos de concretar avances son demasiado largos para lo que son los tiempos de los negocios...

—¿A qué se refiere?

—Un corredor de bolsa que compra su paquete accionario, puede estar haciendo el trámite de habilitación durante un año y medio o dos, sin poder ponerlo en actividad.

—¿Cómo califica la actividad en 2019?

—Un 30% mejor que el año anterior, pero es el segundo peor año de la bolsa, después de 2018. Fue un año con menos emisiones, pero con un aumento importante en el mercado secundario, De todos modos, estamos muy lejos de lo que supimos ser, cerca de un 50% por debajo de 2016, con el último gran impulso de los eólicos.
Por otra parte, hubo un cambio en operativa que nos perjudicó. Los corredores, para comprar letras de regulación monetaria del Banco Central ya no pueden participar directamente en la licitación, sino que ahora se debe hacer por otros caminos que no son de cotización pública, y eso nos ha mucho la exposición de operativa pública de la bolsa.

—Más allá de aspectos regulatorios y cuestiones culturales, con las tasas de interés bajas como hay hoy día, quienes buscan inversión van al sistema bancario...

—Es cierto. Particularmente en Uruguay, donde los organismos multilaterales financian los grandes proyectos con tasas muy bajas. Es una coyuntura difícil, en la que debemos buscar la forma de sostenernos para seguir siendo una alternativa dentro de los mecanismos de inversión y financiamiento.

—Pero si no hubiera existido el financiamiento de los multilaterales, ¿esos recursos podrían haberse ido a buscar a la bolsa de valores?

—Sí, en los hechos, el financiamiento a los parques eólicos es un claro ejemplo. Tuvimos sobredemanda, muchos inversores. Hay dinero, hay interés en proyectos...

—Por ejemplo, ¿el FFCC Central podría haber pasado por la BVM?

—Podría haberse presentado a través de la bolsa, ¿por qué no? Todo depende de cómo se estructure. Obviamente que el perfil de un institucional es diferente al de un inversor individual. Entonces, en proyectos a largo plazo, donde el inversor no tiene la seguridad de que va a tener una salida durante la vida del proyecto, que es lo que moviliza la bolsa a través de un mercado secundario, es muy difícil. Por tanto, hay que estructurar proyectos que viabilicen ese tipo de inversores.

—Cuando en la BVM se enteran de proyectos de gran porte que se preparan en el país, ¿se generan expectativas de participar en ellos?

—Ya no tanto, y eso nos produce amargura. Y más amargura aún nos genera cuando se vencen bonos locales uruguayos como el año pasado en dólares, y no hay alternativas de inversión en dólares en Uruguay y todos esos capitales salen fuera a buscar alternativas que acá no tienen. Sentimos que no tenemos producto para ofrecerles y es una mala cosa.

—El número de emisiones es muy bajo...

—Es verdad. En la actualidad tenemos 12 emisiones de Obligaciones Negociables y 22 fideicomisos, además de 7 empresas que cotizan acciones.
Y hay otro problema: si bien el BCU ha requerido que todas las emisiones tengan un tramo minorista y esa debería ser una buena noticia, en parte nos pone en una situación incómoda. Si se hace una emisión a largo plazo, en Unidades Indexadas, sin mercado secundario, el minorista no va a querer entrar. Por tanto, termina quedando desierto ese tramo de la licitación y la lectura es que no ha habido interés. Es algo a corregir, de forma de beneficiar al mercado.

—De los cerca de 80 corredores que había hace una década en la BVM, ¿cuántos hay hoy?

—Operando, unos 25. Es la cifra más baja en la historia y la tendencia no es para nada alentadora; no hemos llegado al piso. No es un negocio rentable, ya que subieron los cotos regulatorios y las exigencias, bajaron los márgenes de rentabilidad de las inversiones, surgieron alternativas y competencias. Hoy, para alcanzar el punto de equilibrio, se requiere una base de clientes y activos mucho mayor que la que se requería antes.

—¿La Comisión de promoción del Mercado de Valores creada por la nueva ley para el sector de 2009, funciona?

—La última reunión fue en diciembre de 2017. No fue convocada más por parte del Ministerio de Economía. Fue un ámbito voluntarista, y poco se puede hacer desde allí para promover el mercado. Tampoco tuvimos cambios relevantes a partir de la ley y los posteriores decretos.

—¿Y en la actualidad, qué esperan cambiar?

—Hemos recibido señales políticas de la necesidad de desarrollar el mercado como una alternativa de inversión como lo fue en el pasado. En su momento nos entrevistamos con los precandidatos a presidentes, y quien hoy es Presidente de la República fue el que mostró mayor interés en la temática. Estamos en conversaciones con gente de su equipo tratando de hacer llegar nuestras inquietudes. En primer lugar, que la comisión de promoción de la que hablábamos comience a funcionar. Y ese sea el ámbito para aplicar los cambios que el sector necesita.
Lo primero que necesitamos es flexibilizar procedimientos que entendemos excesivos, No descuidar la seguridad y las garantías, pero modificar aspectos que atentan contra la rentabilidad y el foco de atención de los operadores. Entre otros aspectos, necesitamos volver a participar del mercado primario de letras.
A su vez, es fundamental poder tener un ámbito donde discutir de estrategias con el regulador y buscar horizontes comunes.

—Sobre el mercado de valores hubo muy poco en la discusión electoral.

—Alguna mención muy vaga. Solo expresiones de deseo.

—Usted está en la bolsa de valores desde hace 26 años. Es gerenta general desde hace tres. Es poco frecuente ver mujeres en las finanzas y con cargos relevantes...

—Es cierto que somos muy pocas mujeres en la industria financiera. Es un debe la incorporación de la mujer en el mundo financiero.
Hay “techos muy fuertes” en ámbitos preferente e históricamente de hombres y eso lo hace muy cuesta arriba, lo suficiente como para desalentar a veces a las mujeres a emprender este camino.
En mi larga carrera puedo identificar que algunas cosas hubieran sido distintas si hubiese estado un hombre en mi lugar. Felizmente, eso ha ido cambiando. En sus comienzos, hace casi un siglo, no entraban mujeres. Cuando yo ingresé a trabajar, obligatoriamente debía venir de pollera. También este ambiente ha progresado y es importante que nos comprometamos con eso quienes tenemos la posibilidad de ocupar un rol en instituciones como esta.

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