JUAN SÁNCHEZ

Las barbas del vecino

"La religión es el opio de los pueblos", frase del filósofo alemán Karl Marx nacido hace 200 años. Desde entonces las sociedades han cambiado y la democracia con sus imperfecciones ha logrado dilucidar los problemas de discriminación y desintegración más evidentes, pero nos va dejando otros.

La evolución de las sociedades globalizadas abrió grietas grandes y complejas que ni las más avanzadas lograron eliminar. En las latinoamericanas, los signos de desintegración y delincuencia son muy potentes y empezamos a advertir que el poder está tan asociado a esos males que termina constituyéndose en "el opio" de sus gobiernos, con tres consecuencias lamentables: abuso, corrupción y justificación de fines por cualquier medio. Esto afecta la credibilidad y debilita las instituciones y también la economía.

Estimaciones realizadas sobre costos de la corrupción la ubican en una magnitud similar o superior a los déficit de infraestructura y puede diferir según se consideren o no los costos directos.

La crisis se importa.

A principios de los 2000, Uruguay estudió con las multilaterales introducir cambios, hoy ya incorporados a los mercado financiero y de capitales (Fideicomisos, UI, desdolarización), a pesar de ello tuvimos que entrar en crisis para que se impusieran por la fuerza de la realidad y las condiciones de los acreedores. Resistencia al cambio y cierto chovinismo en la creencia de que lo que se vivía en la región desde fines de los ´90 nos era ajeno. El ex Presidente quiso creer que los males venían de la Argentina, pensamiento pueril. Si hoy pensamos que lo que le pasa a los vecinos es un tema también lejano, tarde o temprano nos sorprenderemos. Estos errores y omisiones más algunas irregularidades, terminaron en comisiones parlamentarias sin consecuencias. Hoy el entorno regional desborda de inestabilidad y no es un buen consejo repetir el error de minimizar el impacto de esa inestabilidad regional y menos suponer que estamos blindados.

Moctezuma.

En un diálogo poco usual en Nueva York tuvimos la oportunidad de entender un poco mejor la vinculación entre dirigentes y delincuentes a través de la historia de un colombiano con nombre épico, Moctezuma, Teniente de un cuerpo de elite de la logística del combate al narcotráfico y lavado que trabajaba conjuntamente con los servicios secretos de Estados Unidos y al que finalmente le concedieron asilo en este país. Responsable por la detención de jerarcas políticos vinculados con estos crímenes por lo que recibió condecoraciones y una extraña destitución .

La sociedad entre jerarcas, narcotraficantes y otros actores interpela la conciencia colectiva frente a la irresponsabilidad inexcusable de la ausencia de Justicia o la pasividad legislativa en algunos países.

Ley del Marconi.

En Uruguay, lejos de esa realidad, igualmente existen actividades y ciertas zonas o barrios donde se imponen otras lógicas de convivencia y no siempre la ley. La escala no es comparable, pero la lógica de los grupos es similar.

La teoría económica y la ideología política han quedado huérfanas de ideas para interpretar esta realidad y con el tiempo se desdibujaron. Hay una vinculación inexplicable entre delincuentes y dirigentes y entre actividades legales e ilegales, lo que antes era una rareza, hoy lo estamos viviendo en algunos barrios. "Líderes" a todo nivel imponen reglas de juego, dan o quitan autoridad y seguridad. No se discuten sus condiciones ni sus decisiones sobre lo que está bien y lo que está mal.

Una nota del periodista Luis Majul a la Diputada Carrió y un editorial posterior aportan cierta luz sobre las razones de la gran corrupción en la Argentina de los últimos años. Apuntan a una motivación pseudo-filosófico-política para justificar el cohecho, la corrupción y otros delitos. La muerte de Kirchner habría marcado cambios en la estrategia que hizo esto más evidente. Es la misma lógica que justifica el accionar terrorista y no es patrimonio de Argentina.

Evitar que la resignación ante la violencia y el delito se imponga en Uruguay debería ser una preocupación de los líderes políticos para no dañar la imagen de país serio y seguro que por suerte todavía tenemos. La lógica de patota de ciertos grupos que golpean un médico, un chofer de Uber o presionan al Presidente debe desestimularse.

Comienzo quieren las cosas, pero esperemos que estas conductas no sigan prosperando, por el bien de todos.

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