Argentina: un avión en emergencia en el que se pelean los pilotos

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En el gobierno argentino siguen profundizándose las diferencias entre el cristinismo y el albertismo, si es que tal cosa existe. Ya es una guerra total por la cual el kirchernismo quiere despegarse del fracaso económico del gobierno argentino, siendo que en gran medida la estampida inflacionaria que se está viendo en estos meses responde al plan “platita” del segundo semestre de 2021, cuando el kirchnerismo quiso dar vuelta el resultado electoral inundando el mercado de emisión monetaria que hoy genera huida del peso.

A partir de julio, el gobierno empezó a emitir a marcha forzada para establecer el plan “platita” de cara a las elecciones. Septiembre tiene una trampa estadística porque muestra contracción monetaria, pero en realidad fue cuando ingresaron los DEG del FMI por aporte extraordinario dada la pandemia. Esos DEG el gobierno los usó dos veces: 1) una para cancelar la deuda que tenía con el BCRA por Adelantos Transitorios que luego le permitió emitir de nuevo para financiar al tesoro y 2) para cancelar parte de los vencimientos que tenía con el FMI hasta enero. De manera que la expansión monetaria para financiar al tesoro que aparece en las estadísticas del BCRA es engañosa.

En concreto, buscando revertir el escenario electoral, el déficit fiscal se aceleró a partir de mediados de año, generando la expansión monetaria comentada anteriormente. En particular diciembre 2021 fue el peor mes, con un déficit fiscal que significó que por cada peso que gastó el tesoro, 50 centavos se financiaron con emisión monetaria y 50% con impuestos. Así que ahora el impacto está, y todavía falta ajustar las tarifas de los servicios públicos y el tipo de cambio oficial.

Efectivamente, el tipo de cambio oficial viene creciendo muy por debajo de la tasa de inflación desde hace 1 año. Tomando los tipos de cambio promedio mensual, el dólar oficial aumentó el 18,4% entre marzo de 2022 y marzo 2021, en tanto que la inflación aumentó el 55%.

El 6,7% de inflación de marzo es récord e incluso supera al máximo que tuvo Macri en septiembre de 2018, en plena corrida cambiaria, cuando fue del 6,6%.

Si bien en el mundo hay mayores presiones inflacionarias por la guerra en Ucrania y por la emisión monetaria que lleva adelante EE.UU. que acaba de acumular un 8,5% de inflación interanual con un aumento del 1,3% en marzo, la realidad es que nuestros vecinos no tienen problemas tan graves como nosotros en el tema inflacionario. Chile fue al que peor le fue en la región y tuvo una inflación del 1,9% en marzo.

Si tomamos los precios de alimentos y bebidas que en Argentina aumentaron el 7,2% en marzo, en Uruguay subieron el 2,4%, en Brasil 2,4%, en Chile el 3,9% y en Paraguay el 0,9%.

En el rubro educación, que en Argentina tuvo un incremento del 23,6% en marzo, Chile tuvo el 6,6%, Uruguay el 1%, Brasil el 0,2% y Paraguay 0,3%.

El desmadre inflacionario es nuestro y es consecuencia de toda la emisión monetaria que se hizo a partir del segundo semestre de 2021 para sostener el “plan platita”.

La inflación acumulada en el primer trimestre del año es del 16,1% lo cual da un promedio mensual del 5,1%. Esa tasa promedio mensual del primer trimestre da un proyectado para todo el año del 81,7%. Estamos a un paso de una inflación de 3 dígitos anuales considerando que todavía falta el ajuste del tipo de cambio oficial y de las tarifas de los servicios públicos.

La tranquilidad del mercado de cambio marginal o blue, se debe a que nuevamente se produce el arbitraje tasa versus dólar. En estos meses en que entran los dólares de la soja, los inversores apuestan a la tasa vendiendo dólares, comprando pesos devengando una tasa de interés en dólares monumental. El problema es cuando los apostadores frenan el juego y deciden realizar la ganancia devengada. En ese momento se van por el capital invertido más los intereses ganados, con lo cual se produce un fuerte impacto en el mercado de cambios y un típico efecto “puerta 12”: todos quieren salir al mismo tiempo, pero terminan ganando los que salen primero.

En síntesis, el gobierno está totalmente partido. Dividido y enfrentado entre Alberto Fernández y Cristina Fernández, al punto que el pasado miércoles, Cristina Fernández dio un discurso dando a entender que Alberto Fernández no tiene poder. Tiene el bastón y la banda presidencial, pero no tiene poder.

Con este lío político y la ausencia de un plan económico consistente, es imposible pensar que la situación pueda mejorar en los próximos meses. Aunque Alberto Fernández se pelee con el kirchnerismo y La Cámpora, ya no tiene credibilidad alguna para revertir la situación económica. Lo máximo que podría conseguir es pisar el freno lo más que pueda para no caerse en el precipicio antes de terminar su mandato. Ese sería su mayor logro de gestión, no ser él el que tire el auto al precipicio.

Mientras tanto, Guzmán aparece más como un secretario de finanzas que como un ministro de Economía, que tiene un plan en la cabeza y un equipo que lo ejecuta con respaldo político. Guzmán se ha limitado a refinanciar la deuda con poco éxito; Feletti, el secretario de Comerio, se encarga de los precios, fracasa y encima le echa la culpa al gobierno. Es la primera vez que un gobierno le echa la culpa al mismo gobierno de sus fracasos. Guzmán ni siquiera controla a un subordinado suyo como es el secretario de energía, que maneja las tarifas a su antojo. Y como corolario, el ministro de Producción se hace el desentendido en tanto que el ministro de Agricultura ignora las propuestas del impuesto imprevisto de Guzmán.

Argentina es un avión cuyo piloto y copiloto se pelean en el medio de una emergencia área, mientras los pasajeros escuchan atónitos los gritos en la cabina del piloto. Una locura solo vista en el gobierno peronista de la década de los ´70, en que estaba dividido en dos y hundió al país en una catástrofe.