OPINIÓN

América Latina en otra encrucijada

Un continente aletargado con viejos temas pendientes a resolver.

Foto: Pixabay
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América Latina aparece en el firmamento mundial como un continente sin norte. El debilitamiento de su crecimiento económico es uno de sus causales, pues alimentó el descontento en sus clases medias bajas temerosas del retorno a la pobreza o de expectativas postergadas de ascenso social.

Lo que al principio fueron movimientos de protesta social larvarios, luego provocaron crisis políticas, cambios de regímenes de signos ideológico opuestos o propuestas populistas corruptas, todo lo que retroalimentó el descreimiento en la política y en la propia democracia.

En suma, América Latina es un mosaico complejo que lo perfila como un continente aletargado con temas pendientes a resolver, y no como un ámbito pujante de crecimiento. Esto lo expone a una situación internacional difícil cuando entran a jugar la lucha de liderazgos entre Estados Unidos y China.

El ascenso del gigante asiático fue un elemento disruptor en el relacionamiento de América Latina con el resto del mundo y en particular con Estados Unidos. Y también expuso su despreocupación creciente hacia la región a lo largo de las últimas décadas.

El proceso comenzó a partir de 1995, cuando la administración Clinton ayudó a México a solventar su crisis bancaria doméstica. Desde ahí se fue apagando su involucramiento en los temas del continente. Sin dudas, la oposición del Partido Republicano fue determinante, ofreciendo a cambio, a través de la administración Bush, una iniciativa de integración comercial a escala continental que no tuvo andamiento por falta de apoyo doméstico y la oposición de varios gobiernos de la región. A su vez, el episodio de la Torres Gemelas, centró su atención en la guerra al terrorismo, dejándole a la administración Obama la obligación de resolver la crisis subsiguiente en el Medio Oriente. En paralelo, buscó encapsular el ascenso creciente de China montando una iniciativa comercial en la cuenca del Pacífico, que incluye a casi todos los países ribereños excepto China. Trump cambió de estrategia enfrentando a China a través de una guerra comercial que hasta el día de hoy sigue, a la cual la administración Biden le agregó una dimensión ideológica basada en el incumplimiento de valores democráticos. En ese devenir, América Latina siempre estuvo en un segundo plano.

En tanto, China adquirió estatura de socio comercial principal de países importantes como Argentina, Brasil, Chile, Perú y también Uruguay. Hecho cardinal, logrado sin negociaciones previas, que les permitió crecer a tasas inéditas pero que también sembró expectativas de bonanza permanente, derrumbadas luego por las limitaciones de este tipo de shocks externos, si no son acompañados por estrategias que promuevan formas de crecimiento permanente robusto.

A pesar de todo, América Latina sin la presencia de China hubiera sido hoy más pobre, aunque su irrupción poderosa no fue suficiente para colmar sus deudas sociales insatisfechas.

Asimismo, se convirtió en un competidor de América Latina, atrayendo desde los países centrales empresas de punta que además de generar empleo y mejorar su perfil exportador, constituyeron un canal de transferencia tecnológica.

Es decir, que América Latina quedó fuera de ese proceso por razones que vale la pena preguntarse. Entre ellas, porque fuimos incapaces de subirnos al mismo proceso de captación de cadenas de valor de empresas líderes a escala mundial, para quedarnos solo como proveedores de alimentos y minerales. Más en momentos de un crecimiento del producto bruto mundial sin parangón, de cambios tecnológicos inéditos, de caída de costos de transporte y comunicación que facilitan la operación de cadenas de valor dispersadas geográficamente.

Entretanto, solo el mes pasado se aglomeraron casi 190.000 inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos, mostrando otra dimensión de la angustia humana provocada por la falta de crecimiento y su rémora, el desempleo. Ello cual nos dice que los tiempos se están agotando.

América Latina no puede continuar en esta situación de desasosiego creciente que no reconoce fronteras. Para revertir esta tendencia, es necesario buscar los caminos para refrescar una postura de Estados Unidos, más comprometida con la región. Podremos ser molestos, pero nunca como región pusimos en duda los valores que nos unen y nos dieron la razón de ser como naciones. Y esto valoriza la pertenencia a una escala de valores similar. Lo mismo vale para Europa, que también tiene relegada a la región, más interesada en expandirse hacia Oriente y también África.

Y en nuestro relacionamiento con China, profundizarlo en todo lo que sea de beneficio mutuo, bajo en entendido que pertenecemos a culturas distintas con identidades propias irrenunciables que vienen del fondo de la historia.

Por último, sin reproches y con humildad, preguntarnos qué hicimos mal, o que nos faltó por hacer. Probamos todos los modelos en boga del siglo XX, hubo gobiernos de todos los signos políticos y, la verdad, América Latina no pudo desatarse de su bajo crecimiento secular y alto desempleo, y menos resolver los temas de pobreza. Estas son las encrucijadas a resolver en un mundo que todo anticipa será menos benévolo que el del pasado reciente.

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