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¿Cómo está el talante de los uruguayos para 2019?

Un psicólogo social, un semiólogo y una especialista en nuevas tecnologías analizan nuestro estado de ánimo, en particular el que se evidencia mediante las redes sociales, con frecuentes agresiones y poca tolerancia.

El humor social de los uruguayos parece cada vez más crispado.
El humor social de los uruguayos parece cada vez más crispado.

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Cada vez más crispados. El talante de los uruguayos parece tender cada vez más a la confrontación. Los comportamientos agresivos y la intolerancia parecen estar a la orden del día. Ello se hace evidente, sobre todo, en las redes sociales donde las manifestaciones ante cualquier acontecimiento o declaración de otro son inmediatas.

Si este clima ha sido manifiesto durante este año, cabe esperar que se pronuncie más el que viene, caracterizado por la campaña electoral.

Los llamados a la tolerancia han sido una constante, sin embargo a la menor ocasión surgen las asperezas.

“Si bien todos hablamos de tolerancia no todos nos referimos a lo mismo. Sólo se puede hablar de tolerancia cuando la ejercemos activamente aún a pesar de que los comportamientos que estamos juzgando colidan con algunas de nuestras creencias o convicciones”, señala el psicólogo Juan Fernández Romar, director del Instituto de Psicología Social, de la Facultad de Psicología.

“Básicamente toleramos aquellas ideas o acciones que tienen otras personas y que entran en conflicto de algún modo con las nuestras”, explica.

Esto puede quedar en evidencia, por ejemplo, en relación con las opiniones políticas, pero sobre todo ante algunos fenómenos sociales. Sin embargo, el uso de la tolerancia demuestra, según el experto, una cierta firmeza de carácter.

“Sólo ejercemos la tolerancia cuando tenemos poder suficiente para no hacerlo y renunciamos a este. Una persona es tolerante cuando tiene la opción real de no serlo y renuncia en forma deliberada a ese poder”, reflexiona Fernández Romar.

Un mundo cada vez más interconectado, donde la posibilidad de viajar está cada vez más alcance de las personas contribuye también a un conocimiento de primera mano de las diferencias, de la multidiversidad del mundo.

“Tener mayores posibilidades de entender el mundo desde la perspectiva de los otros, de los que son diferentes a uno en opciones y elecciones de vida, enriquece nuestra existencia pero todo ese abanico de extrañeza se torna muy difícil de asimilar socialmente”, apunta el psicólogo social.

El proceso al que alude Fernández Romar parece cargado de tropiezos. “La aceptación de la diversidad requiere primero reconocer al otro como un semejante digno del mismo respeto y derechos que el que uno tiene… y además tratar de entender cómo se ve el mundo desde esa perspectiva”, propone.

Cambalache emocional.

El semiólogo Fernando Andacht ha consagrado su carrera a descifrar el bosque de signos en el que se mueve la sociedad. Desde hace años, el académico ha visto cómo el talante de los uruguayos se ha vuelto más afilado e intolerante.

“Sí, estamos junto al resto del mundo a bordo de esta imparable globalización y horizontalidad comunicacional que revive la metáfora del Cambalache discepoliano” -reflexiona Andacht-, “y le confiere un sentido de enorme vigor: no hay paciencia para soportar al Otro que opina tan suelto de cuerpo como uno mismo opina, y no parecería haber margen alguno de espera para ejercer lo que en filosofía se conoce como ‘comprensión caritativa’, que significa hacer un esfuerzo por entender lo que otro dice del modo más generoso, abierto... En fin, para imaginar que ese que no soy yo: es alguien tan racional y humano como lo soy”.

Para el semiólogo el papel de la tecnología y su enorme poder de penetración en la sociedad ha dejado al descubierto estas actitudes.

“De nuevo, el inglés me sirve para describir ese talante que no nace ahora, claro, pero que sí se potencia por la tecnología barata y ubicua de las redes sociales. Se desarrolla una actitud más que polemista, diría beligerante y que cabría describir como la de take no prisoners, es decir, tan implacable como el mandato de no tener clemencia alguna con el vencido (discursivamente) en el campo de batalla retórica, pues eso quiere decir esa frase imperativa y feroz: ‘¡No tomar ningún prisionero!’.”

“Parece muy difícil resistir la tentación de subirse a ese potente vehículo todo terreno de la opinión vociferada e inclemente que busca terminar con ese adversario”, añade.

Foto: Archivo El País
Foto: Archivo El País

En los prolegómenos de un año electoral, los contenidos políticos o ideológicos seguramente formen parte del menú de las discusiones cotidianas.

“Sin duda, las ideologías -como otras formas de vida- tienen gran resiliencia y, al igual que el teatro, la ópera y diversas manifestaciones estéticas cuya muerte es declarada o decretada de modo más o menos regular, consiguen seguir con vida, y captar adeptos, no sin antes someterse a toda clase de esfuerzo adaptativo, en el mejor estilo de supervivencia darwinista”, señala el académico.

La facilidad que han brindado las redes sociales, por ejemplo, para saltar la valla del “fuero íntimo” en la que antaño solían quedar los juicios lapidarios parece tener mucho que ver.

“Y llega entonces el corolario previsible del estado de la cuestión anímica potenciada o motorizada por la existencia de esa disponibilidad tan tentadora y potente que son las redes”, señala el investigador.

Andacht cita el término acuñado hace casi un siglo por el psicólogo estadounidense J.J. Gibson, el difícilmente traducible affordance, que señala “algo así como un encaje y una perfecta disponibilidad, tanto de tipo natural como las aletas de los peces y el agua”.

“Creo muy difícil resistir el impulso de no ejercer ese golpe internético y semiótico a diestra y siniestra cuando parece tan fácil hacerlo, cuando se puede operar, como lo hacen los drones de guerra, a una distancia reaseguradora de que no seré, literalmente, tocado por las iras que pueda desatar mi postura agresiva e intolerante”, opina Andacht.

Como contrapartida, el experto advierte que nada de esto contribuirá a desarrollar dotes autocríticas, con las consecuentes trabas para alcanzar un pensamiento crítico.

Las redes sociales sirven para dar rienda suelta a lo intempestivo.
Las redes sociales sirven para dar rienda suelta a lo intempestivo.

Fenómeno global.

La docente y licenciada en ciencias de la comunicación, especializada en el impacto de las nuevas tecnologías, Laura Corvalán, no tiene dudas. El fenómeno excede largamente el talante de los uruguayos.

“No hay mayor crispación e intolerancia en los uruguayos. La hay en todos los seres humanos... Y como ya hemos dicho, las redes sociales a veces sacan cosas buenas de nosotros pero actualmente en general sacan lo peor”, apunta Corvalán.

“Y una de esas cosas es el no filter. Le metemos pila de Photoshop y filtros a las fotos pero se trata de nuestras opiniones le sacamos todos los filtros y vamos al hueso: que si la crisis de tal momento fue la peor, que si se gastó mucho la construcción de equis cosa, que si tal político está mal, que si gana tal gobierno o tal otro, que si tal premio fue injusto, que si el partido se debería haber suspendido o no”, ejemplifica.

En opinión de la docente, las redes sociales han tenido un importante papel sustitutivo de las manifestaciones populares. “Ellas lograron que nos manifestáramos online. Nadie sale a la calle con pancartas, es más fácil insultar desde el ‘anonimato’ de la red. Es el momento del revolucionario en pijama y chinelas... mucho más ligero y fácil”, señala.

Corvalán también coincide en que ahora somos menos receptivos a las críticas en general, y recuerda una viñeta humorística que representaba bastante bien la idea. “¿Vieron esa viñeta donde los padres antes iban con su hijo a la escuela y la maestra les decía que era un vago y se querían comer crudo al hijo y que cuando sucede ahora y la maestra les dice que es un vago, se quieren comer cruda a la maestra?”, pregunta.

“Bueno, sí, ahora aceptamos menos críticas, somos menos receptivos, creemos que nuestra verdad es la verdad y no solo eso, que todos deben pensar como nosotros y si nos respaldan 300 likes -ponele- somos intocables”, concluye Corvalán.

“El problema hoy es que la tolerancia se ha disfrazado y es difícil encontrarla. El peor lugar para encontrarla es en redes. Ahí tiene tantos disfraces que ya creo que no existe”, opina.

Más crispados, más prontos a disparar los dardos de la crítica demoledora a la menor ocasión, menos dados a recibir críticas de otros, más lapidarios en los juicios, más intolerantes en general. Con este talante llegarán los uruguayos a un año que promete estar cargado de controversias de todo tipo.

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