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Parejas que comparten profesión: ¿cómo impacta en la relación?

Compartir la misma profesión o trabajo con la pareja puede tener muchos puntos a favor: la empatía, la comprensión, el sostén. También puede generar conflictos o discusiones. ¿Cómo se separa la vida laboral de la afectiva? 

Paola Venditto y Jorge Bolani han compartido muchos escenarios
Paola Venditto y Jorge Bolani han compartido muchos escenarios

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Ellos dicen que es más sencillo, que quizás hay más empatía, que se entienden más que nadie. También dicen que en situaciones difíciles siempre uno ha sido el sostén del otro; que han sido un soporte que además de sostener, comprende. Hablan de proyectos y de sueños juntos, de motivarse el uno al otro, de hacerse la vida más sencilla. También hablan de límites, entre la casa y el trabajo, en lo que hace cada uno, en no perder nunca la personalidad y la esencia en lo profesional. Hablan, sobre todo, de compartir una misma pasión.

Darío y Sarita son veterinarios, Catalina y Federico, comunicadores; a Paola y a Jorge los une el teatro, a Florencia y a Guillermo, la fotografía. Todos ellos son parejas que además comparten una vocación, una profesión y, en algunos casos, el trabajo. ¿Cómo afecta eso a su relación? ¿En qué momentos les ha hecho las cosas más sencillas y cuándo les ha generado un conflicto? ¿Pueden dejar el trabajo fuera de casa? 

En el escenario 

Su relación ha estado, desde el comienzo y hasta ahora, atravesada -literalmente- por el teatro. Paola Venditto llegó a la escuela del Teatro Circular de Montevideo en 1989 y Jorge Bolani ya era integrante de esa institución. La primera vez que actuaron juntos fue en la obra Ángeles en América, en el Circular, en 1994. Un año después empezaron a ensayar una versión de La tregua, la novela de Mario Benedetti que cuenta la historia de Martín Santomé y su relación con Laura Avellaneda. Como ellos, Paola y Jorge se conocieron trabajando. O ensayando, que es lo mismo. “No sé cómo es en otras profesiones, pero en esta que requiere de tanto tiempo y tanta entrega, y tanto trabajo con el otro, que los dos seamos actores influyó mucho en nuestra relación; y más en nuestro caso que somos tan pasionales en la forma de entender la profesión. El tipo de entrega que tenemos en el trabajo nos llevó a encontrarnos como pareja”, dice Paola.

A veces piensan en que si uno de los dos no fuese actor, quizás las cosas serían más difíciles: los ensayos a la noche, las funciones cada fin de semana, la entrega a cada personaje —sea cual sea— la exposición, las críticas. Para ellos, compartir la profesión pero además la forma de entenderla y de vivirla, ha sido clave. Para ellos, ser actores que creen en lo que hacen, los ha salvado. “Somos muy parecidos en ese sentido: en la entrega, en la obsesión, en la concentración en el trabajo, en la forma de encararlo”, cuenta Paola. “De ahí creo que también surge otro elemento, que es la admiración por el otro, todo se leuda en la misma masa”, dice Jorge.

Han compartido escenario muchas veces y Jorge incluso ha dirigido a Paola otras tantas. La última vez fue en 2017, con la obra Flor nueva de antiguas risas, con cuentos de Fontanarrosa.

Pero para Paola y Jorge, a pesar de la pasión y de la entrega, a pesar de que casi todo en su mundo sea teatro, el ensayo nunca llega a su casa. “Creo que podemos separar la profesión de la vida diaria. Al ensayo lo dejamos en la puerta y listo. Alguna cosa siempre viene como comentario de lo que ocurrió, pero nada más”, cuenta Jorge. “Nunca terminamos un ensayo y llegamos a casa pensando en acomodar algo que no salió. Sí conversamos mucho, pero nada más”, agrega Paola.

El 2018 no los encontró en el escenario pero ahora tienen ganas de volver a hacer algo juntos, de juntarse desde otro lugar, de compartir, una vez más, eso que los atravesó. No saben muy bien qué quieren hacer, pero cuando hay convicción, eso es lo que menos importa.

Juntos pero separados 

Sarita y Darío son veterinarios pero nunca compartieron un trabajo
Sarita y Darío son veterinarios pero nunca compartieron un trabajo

Sarita Miceli y Darío Hirigoyen son de Montevideo pero ahora viven en su granja en Nueva Helvecia, Colonia. Se conocieron en la Facultad de Veterinaria cuando ella era estudiante y él ayudaba en una cátedra.

Para Sarita, aunque la carrera ayudó a que se encontraran, lo que los unió no fue la disciplina. Si ella hubiese sido dentista, dice, hubiese sido lo mismo: lo que los unió fueron los valores, una visión de la vida, una forma de entenderla. Además, cuenta, los dos se dedican a ramas diferentes dentro de su profesión: ella trabaja con pequeños animales y Darío se dedica a la parte de laboratorio.

Ese, cree Sarita, ha sido el éxito de 25 años de casados: comparten la profesión, pero nada más. “Yo nunca podría compartir un mismo trabajo con Darío, porque tenemos personalidades diferentes. Capaz que si él trabajara en lo mismo que yo no sé si seguiríamos juntos. No sé cómo será en las otras profesiones”, dice Sarita.

Sin embargo, a pesar de nunca compartir trabajo, ser veterinarios los ha unido siempre y los ha llevado a tomar decisiones juntos que les cambiaron la vida. Para ellos, ser parte del mismo ambiente, conocer cómo funciona, saber cuándo una oportunidad es algo que no se puede dejar pasar o cuándo se pueden evaluar otras posibilidades, ha hecho todo un poco más sencillo. Muchas veces, uno fue el sostén del otro y viceversa.

Eso fue lo que sucedió cuando todavía vivían en Montevideo y a Darío le surgió una oportunidad laboral en Nueva Helvecia, una ciudad que era totalmente desconocida para ellos. “Entre los dos decidimos venirnos a vivir acá sin conocer absolutamente nada, no teníamos dónde vivir, no conocíamos a nadie. La verdad que fue sumamente difícil para los dos pero sobre todo para mí, porque tenía tiempo libre, estaba embarazada y no hacía absolutamente nada”. Después todo fluyó y Sarita pudo abrir una veterinaria con una colega.

Ahora Nueva Helvecia es su lugar. Viven en su granja que es, a la vez, un emprendimiento que tienen, aunque cada uno sigue teniendo su propio trabajo. “Algo que me parece importante a nivel de parejas que comparten profesión, es que a nosotros en Nueva Helvecia ya nos conocen a cada uno por separado. Es decir, yo no soy la señora de Darío Hirigoyen ni él es el marido de Sarita Miceli. Somos yo y él, nos conocen indistintamente en nuestra profesión a cada uno. Es importante mantener tu identidad como profesional”.

Socios

Catalina Ferrand y Federico Buysan se sienten bien compartiendo profesión
Catalina Ferrand y Federico Buysan se sienten bien compartiendo profesión

Siempre ha sido fácil entre ellos. Los dos disfrutan de estar tranquilos en su casa pero también comprenden siempre los tiempos del otro, lo que pueda surgir de imprevisto, los viajes por trabajo, los fines de semana de función. Siempre ha sido fácil entre ellos. Menos al comienzo. Catalina Ferrand y Federico Buysan se conocen desde siempre pero la primera vez que compartieron un proyecto juntos fue en 2010, en Día perfecto, el programa de Teledoce del que ambos formaban parte. “Creo que nuestra relación se fue dando en la medida en que empezamos a convivir todos los días. Cuál es el quiebre es muy difícil saberlo, sé que fue con el paso del tiempo, que obviamente más que la parte física me empezó a interesar el compartir ratos con ella; veía que era mutuo”, cuenta Federico. “Me parece que en realidad empezamos a darnos cuenta después del Mundial de Sudáfrica 2010. Cuando volví, nos dimos cuenta de que algo nos pasaba”.

Los dos son comunicadores —Catalina además es actriz— y ambos tienen una carrera en la televisión que los ha construido como figuras públicas. Eso fue lo que, quizás, al principio hizo que todo fuera un poco más complejo. “Siempre hay gente que opina sin saber. Yo hoy miro nueve años para atrás y miro la familia que construimos con Cata y digo ‘valió la pena, vale la pena’. Pero sí, en el comienzo fue difícil. Porque me estaba separando, por mis hijos chicos, por la exposición. Este es un mercado y un medio muy chico. Y la gente habla sin saber”, cuenta Federico. “Lo que molesta de las críticas es la hipocresía. Cuando vos sos conocido, te exigen algo que no es real”, dice Catalina.

Pero ellos saben que las críticas y los insultos son solo parte de las redes sociales. Que eso no es la vida real. Ahí Catalina y Federico dicen que son muy tranquilos, aunque por su profesión pueda parecer que no. Que organizan sus rutinas de tal forma de poder estar presentes para sus hijas, Cayetana y Simona, y de poder compartir con los hijos de Federico, Joaquín y Florencia. Dicen, también, que el hecho de que ambos sean personas públicas, de que conozcan el medio en el que trabajan y la forma en la que funciona, los hace sentirse, además de pareja, socios.

“En este momento de nuestras vidas”, dice Catalina, “creo que lo que más nos gusta es sentir que somos socios y que también formamos una familia; nos queda cómodo estar en el ambiente familiar y profesional de la misma manera, pertenecemos a los mismos mundos. Creo que si me lo hubieses planteado antes, te hubiese dicho que no: que quería mantener separado el trabajo de la familia. Y Fede lo mismo. Sin embargo, en este momento, por cómo nos elegimos, nos encanta”. Y como compartir la profesión también es soñar juntos, Catalina y Federico tienen un proyecto que les gustaría poder concretar cuando sus hijas sean más grandes: trabajar viajando juntos por el mundo.

florencia y guillermo

Gracias a las fotos

El mismo día que Guillermo volvía a Uruguay después de haber estado por diez días en Perú, Florencia hacía el camino contrario: se iba por diez días de Montevideo a Perú. Todavía no se conocían personalmente pero sí se seguían en Instagram. Si bien profesionalmente Florencia se ha dedicado más al audiovisual y Guillermo es fotógrafo, a los dos les apasiona la fotografía y en sus cuentas compartían parte de su trabajo.

La noche que Guillermo se iba a Perú hablaron por primera vez. Y después tuvieron que esperar 20 días para conocerse. La excusa de la primera cita en un bar era mirar las fotos polaroid que Florencia había sacado en su viaje a Perú.

“En realidad, ninguno de los dos estaba viviendo ese primer encuentro como una cita. Los dos creíamos que era juntarnos a ver las fotos, sin que eso tuviera algún tipo de proyección más allá”, cuenta ahora Florencia. Fue así hasta que llegó el momento de mirar las fotos. “En todo ese rato, aunque suene cursi, fue la primera vez que vi a Guille siendo él. Recién cuando lo vi mirando las fotos, totalmente abstraído y sin que le importara nada más, fue la primera vez en toda la noche que lo vi siendo él mismo. Siempre le digo que esas fotos fueron las que hicieron que le hablara al día siguiente, más que la cita en sí”, dice Florencia. Hoy esas fotos están encuadradas en la casa de Guillermo, aunque pronto planean irse a vivir juntos.

A Florencia, haber encontrado a alguien con quien compartir la pasión por contar historias a través de imágenes le dio más libertad. A Guillermo lo ayudó a jugársela por lo que quiere; le dio más seguridad.

“Hay algo muy importante para mí y es la motivación. A mí en ese sentido me da la sensación de que es una profesión que necesita mucho de la motivación de los demás o al menos de los que están cerca, y Flor en ese sentido es una persona que siempre está ahí motivándome para que sacar fotos sea mi actividad de todos los días”.

Tienen muchos proyectos en mente para hacer juntos y algunos que ya concretaron.

Uno de ellos, por ejemplo, fue salir a recorrer Montevideo el día de las elecciones internas con una cámara, una libreta, una lapicera y una pregunta, “¿Votamos?”. Lo hicieron solo por el amor y la pasión de hacer; y porque cada trabajo que hacen juntos les confirma lo que sospechaban: que son un gran equipo.

Cuando el trabajo se lleva a la casa
Cuando el trabajo no se puede separar de la vida, puede generar conflictos

Compartir la profesión con la pareja puede no ser un problema e incluso, puede tener muchos beneficios. El tema es, claro, cuando además de la profesión se comparte el lugar de trabajo.

¿Qué pasa cuando no es posible dejar los problemas del trabajo afuera de casa? ¿Y cuando hubo un mal día a nivel laboral?

Gail Kinman, profesora de psicología en el área de salud ocupacional en la Universidad de Bedfordshire, en Inglaterra, realizó una investigación sobre parejas que comparten profesión.

“Con el tiempo, las parejas en el mismo trabajo pueden tener dificultades para lograr un equilibrio entre la vida laboral y la vida personal. Y el trabajo se puede convertir en la gran cosa que une la relación”, desplazando otras motivaciones.

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