Los humanos son espías
Los humanos hablan todo el día de cosas obvias de los humanos. Por Washington Abdala.
Los humanos quieren agradar. Lo necesitan. Desesperadamente buscan likes, votos, aceptación, aplauso. Lo hace Dua Lipa y Joe Biden.
Los humanos no siempre saben cómo conseguir esas metas intermedias para que los amen, pero se desesperan por alcanzarlas; esa es la verdad.
Algunos creen que mostrando su ser a cara descubierta pueden lograr semejante objetivo. Otros entienden que poniendo distancia sobre otro humano, algo mágico pasará y ganarán respetabilidad y luego aceptación.
Unos empalagan, otros le planchan una patada al que se arrima. Otros sonríen y otros tienen cara de James Gandolfini (Los Soprano).
Los humanos, muchas veces, confunden sus objetivos, y producen miedo para generar respeto y solo logran que se los rechace. La gente no es boba. Maquiavelo no siempre tuvo razón. (Por suerte). Los humanos no siempre dicen la verdad con tal de agradar, temen que sus verdades ofendan a otros humanos y por eso esquivan la sinceridad y se contornean como la serpiente. Demasiados humanos esconden su sentir. Son pícaros y mareadores. El zorro de Maquiavelo, ahora sí. (Está lleno de ellos). Los humanos que más sinceros son, no siempre los aceptarán (es cierto) pero viven un poco más tranquilos que los otros que se cansan dribleando la bocha.
Los humanos desde siempre buscan las mismas cosas: afecto, amor, comprensión, estar con otros humanos, reproducir la especie, progresar, ayudar, sentir que hay algún sentido por fuera de lo básico de sus necesidades, mirar las estrellas y comer galletitas Bridge.
Los humanos miran a otros permanentemente, aunque lo nieguen, los escudriñan, miran cómo viven, qué dicen, qué piensan y qué desean. Los humanos son espías. Y se copian casi todo a toda hora: comidas, narrativas, deseos, enojos, amores, sombrillas y paraguas.
Los humanos no siempre son racionales y por eso la locura no es una excepción en ellos, sino que aflora más seguido de lo que creemos (defino “locura” como derrape, movimiento imprevisible, inconsciencia liberada, no como enfermedad psiquiátrica).
Los humanos son buenos y malos. Algunos se creen buenos y no lo son, otros se creen malos y tampoco lo son. O sea, hay de todo. Y hay gente buena y mala al mismo tiempo. Son bravos los humanos. (Extraño a Quino).
Los humanos duermen por las noches y sueñan con ellos mismos y otros humanos y esa es otra vida que tienen adentro de sus vidas. Como un bonus track. Dos tercios es una vida y un tercio es otra vida soñando cualquier cosa. Los humanos juntos, de a montones, son un solo cerebro que de manera misteriosa piensa por ellos, o sea, se sintonizan y se transforman en masa, barra o turba. Acá el más mojigato se trasforma en Drácula. Un peligro, lo tengo claro.
Los humanos hablan todo el día de cosas obvias y las cuentan como si fueran la gran cosa y todos casi siempre sabemos lo que dirán los otros humanos. Pero igual nos gusta sentir el repetitivo cuento humano. Raro. (¿No te contaban el mismo cuentito todas las noches de niño? Bue).
Los humanos aman que les hablen de esperanzas que les cambiarán sus destinos, desconfían, pero al final aman a quien los seduce. Los humanos son más seducidos que seductores. Los seducidos tienen buena fe casi siempre. De los seductores se sospecha que muchos no son del todo transparentes. Los humanos se mueren y es todo un tema porque a partir de ese final, muchos no lo quieren creer, otros lo aceptan y se angustian. Pocos permanecen por fuera. (Mi amigo Ricardo y yo no nos vamos a morir, lo lamento, es una decisión).
Los humanos le han hecho más bien que mal al mundo. Los humanos se cuidan y cuando se rayan, se matan, pero no es la regla. Los humanos -en principio- son el mejor bicho de la escala zoológica para los propios humanos. Sospecho que otros animales no dirían lo mismo.
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washington abdala
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Los humanos son espías
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