VIDAS

La historia de Walter Fleitas, el dueño del avión de la Ruta Interbalnearia

Desde hace casi 30 años, el chatarrero tiene un Fokker F-27 en su casa de Neptunia. La historia de la aeronave y de su particular propietario.

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Walter Fleitas es conocido por muchos como "el dueño del avión".

Desde hace casi 30 años el avión que se encuentra en el kilómetro 35 y medio de la Ruta Interbalnearia es la postal más representativa del balneario Neptunia. Incluso para quienes viajan en ómnibus es una parada referencial, al punto que se llegó a poner la inscripción “el avión” en algunos boletos, por la familiaridad que los pasajeros tienen con el sitio. La vieja aeronave de la Fuerza Aérea Uruguaya pertenece a Walter Fleitas (75), una figura muy popular en la zona, a la que todos conocen como “el dueño del avión” más que por su nombre o apellido.

Fleitas se crio en la calle y tuvo que aprender a ganarse la vida desde muy joven. No sabe leer ni escribir, pero sí contar. “Me ponés una montaña de dólares y te los puedo contar toditos”, asegura. “Mis padres me faltaron a los 14 años. En esa época yo andaba con un carro de mano por la calle, comprando botellas. Después me dediqué a las antigüedades y me fue bastante bien. Junto con un socio, que después falleció, puse una casa de antigüedades en Paysandú y Barrios Amorín. Y hace 34 años que estoy acá en Neptunia, donde vivo con la familia, recolectando cosas y haciendo lo que se puede”, señala a Revista Domingo.

El dueño del avión” se dedicó durante muchos años a recuperar automóviles antiguos, pero hoy se ha retirado de ese oficio, aunque sigue trabajando con su chatarrería. Fue boxeador y se reconoce como “alcohólico crónico”, aunque admite que ya no toma como antes.

“Cuando tomaba no tenía límites. Traté de parar y de decir ‘hasta acá llegué’. Mi señora y mis hijos me llevaron a Alcohólicos Anónimos, donde me devolvieron la vida. Son cosas que hoy valoro”.

Tiene cinco hijos, pero solamente mantiene el vínculo con uno de ellos. El motivo del distanciamiento, dice, fue el dinero: “Querían la herencia en vida. Lo mío será todo para ellos, pero mientras tanto, yo soy el dueño”.

Antes fue dueño de un avión más pequeño, un Cessna que vendió a un desarmadero de Camino Maldonado. El que tiene desde entonces se lo compró a la Fuerza Aérea, que lo puso a la venta en un remate en el que nadie ofertó. Terminó negociándolo después por US$ 9.000, el valor de la base, y puso como única condición que se lo llevaran a su casa. Dice que tuvieron que quitar una cabina del peaje para trasladarlo y que le cobraron otros US$ 1.000 por el flete. Cuando llegó, fue necesario maniobrarlo con cuidado para pasarlo por debajo de los cables, porque la UTE no quiso cortar el tendido eléctrico.

“Lo desarmé, le saqué las alas y lo traje para acá por Pando en un ‘lagarto’ (una chata para contenedores). La cola la cargué en una camioneta Chevrolet”, recuerda. Originalmente pensó en utilizarlo como su oficina, colocándole una pantalla en el fondo para mostrarles videos a “los gringos” que fueran a comprar antigüedades, pero esta idea no se concretó.

Acumulando anécdotas

Entre tantas historias que atesora el veterano chatarrero, se encuentran las de conocidos jugadores de fútbol que le han comprado antigüedades (entre ellos Gustavo Munúa, el “Mota Gargano” y el “Cacha” Arévalo Ríos), o las de partidos políticos que le han pedido pintar el fuselaje en tiempos electorales. También la de una visita que, asegura, le hizo Donald Trump mucho antes de ser presidente de Estados Unidos. Fleitas le vendió partes de la fragata “25 de Agosto”, que había comprado poco antes, para decorar emprendimientos que el millonario tenía en Punta del Este, como el Hotel del Puerto. “Vino en una camioneta Cadillac color cremita que está en El Torreón y vale US$ 280.000”, recuerda. Tampoco olvida que Ruben Rada estuvo filmando durante tres días escenas para la película El Chevrolé, de 1999.

“Marcelo Tinelli también lo mandó a buscar para grabar una presentación de su programa en Colonia, pero al final compraron otro que estaba hecho pelota. Él lo veía siempre cuando se bajaba en Carrasco y se iba a su casa de Punta del Este”, agrega “el dueño del avión”.

Fuselaje
Su idea era la de colocar su oficina en el interior, pero nunca lo hizo.

Parecido, pero no igual

Hay muchas historias sobre este avión, que se encuentra bastante deteriorado. Una de ellas dice que se trata del mismo modelo que cayó en los Andes en octubre de 1972 con 45 uruguayos a bordo. Otra, que el fuselaje fue alquilado para grabar algunas escenas del premiado documental La sociedad de la nieve, de Gonzalo Arijón, que relata la historia de los 16 sobrevivientes de la tragedia. Consultado por Revista Domingo, uno de ellos, Roberto Canessa, dijo no recordar que se hayan grabado escenas en el kilómetro 35,5 de la Ruta Interbalnearia, aunque sí que se hicieron tomas en la playa, a pocos kilómetros del lugar, simulando la nieve con arena. En el documental de 2008, se ven algunas tomas interiores del fuselaje y de sus ventanas, que se “quemaron” ex profeso para darle más dramatismo y una mejor ambientación a las escenas. El autor del libro La sociedad de la nieve, Pablo Vierci, confirmó que se rodaron escenas en la chatarrería, aunque dijo que no sabe si finalmente se utilizaron en la edición final.

El director del Museo Andes 1972, Jörg Thomsen, explicó que el avión que desde hace décadas se encuentra sobre la ruta es un Fokker F-27 de origen holandés y no un Fairchild Hiller-227 como el que cayó en la montaña. “Se usaron básicamente las ventanas ovaladas del fuselaje para la grabación. Y no se llevó ningún avión a la playa”, aclaró.

El Museo Andes 1972 tiene un Fairchild en el aeropuerto de Melilla que se asemeja más al de la tragedia, en el que otro de los sobrevivientes, Carlos Páez, grabó hace poco tiempo un especial de televisión. “Este avión vino a Uruguay en una situación jurídica irregular y después se privatizó. Es mucho más parecido al de los Andes que el que está en la Interbalnearia”, indicó Thomsen a Revista Domingo.

Según el experto en la tragedia de los Andes, el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en la montaña fue comprado junto con el 570, del cual el museo conserva el timón de cola. Del original, que sirvió de refugio a los sobrevivientes durante 73 días, se exhiben varias piezas que fueron recuperadas del sitio del accidente. Con el seguro que se cobró por la pérdida del 571 se compró el 572, el último de la serie de tres Fairchild Hiller-227 que había en el país y que, desde hace años, se exhibe frente al aeropuerto.

Cuando se le hace la pregunta del millón, Walter Fleitas responde: “Sí, el avión está a la venta, solo hay que dar con el precio justo”.

El veterano chatarrero de Neptunia sabe que cuando el Fokker F-27 se vaya, con él se irá parte de su propia identidad.

Lo vendió a US$ 10.000, pero no se lo llevaron

Fleitas dice que muchas veces le han pedido utilizar el avión para películas o documentales como La sociedad de la nieve, sobre la tragedia de los Andes. O incluso para quinceañeras que van al lugar a sacarse fotos, a las cuales no les cobra nada. También asegura que hace muchos años se lo vendió a un brasileño por US$ 10.000. El hombre lo pagó en efectivo, pero cuando se lo quiso llevar en un barco, le dijeron que el flete le costaría US$ 70.000, por lo que terminó dejándolo en Uruguay y perdiendo su dinero.

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Walter Fleitas tiene 75 años. La mayor parte de su vida vendió antigüedades o chatarra.
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