EL PERSONAJE

Francisco Ravecca: “En Excel somos todos multimillonarios”

Es abogado, pero a nivel laboral se ha destacado como emprendedor. Entre sus logros está haber cofundado la zona franca Aguada Park, que generó 3000 empleos.

Francisco Ravecca. Foto: Leonardo Mainé
Francisco Ravecca. Foto: Leonardo Mainé

"En mi casa siempre tuve un cartel con una frase de mi padre que dice: ‘Si todas las posibles objeciones se tienen que superar, nunca se va a intentar hacer nada’. Pensar que un posible proyecto no va a salir porque puede pasar esto o aquello es un pensamiento negativo, pero por naturaleza un emprendedor tiene que ser positivo. Yo creo que todo emprendedor, salvo que sea un inconsciente, tiene cierto resguardo. Pero no miedo”. Francisco Ravecca (50) viene tomando riesgos desde hace más de 20 años. El primero fue cuando a los 23, a dos años de recibirse de abogado y con un camino seguro, decidió que no quería dedicarse a las leyes.

Fue casi de casualidad. En una época en la que conseguir el primer trabajo era mucho más difícil, Ravecca reconoce que tuvo suerte. Empezó en el estudio de Adolfo Díaz Estape, y allí, revisando las actas para un cliente estadounidense que quería comprar un frigorífico uruguayo, hizo el clic: “Le erré de carrera”. Le interesaba mucho más todo lo que tenía por delante el empresario —desde el marketing hasta la financiación, la estrategia de negocio y exportación— que lo que él tenía para dar como abogado.

Terminó abogacía y se fue a estudiar una maestría en administración en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Se recibió y se mudó a Buenos Aires por un trabajo en BankBoston. Allí estuvo dos años, pero quería estar cerca de familia y amigos, así que cruzó el charco del todo, y se estableció de nuevo en Uruguay donde empezó su carrera.

Lo primero que hizo por su cuenta fue abrir un escritorio para colaborar con negocios de una sociedad de bolsa que tenía su padre. Pero no era lo suyo. Lo que quería era encontrarse con una buena idea y apostar por ella. Para eso le iban a valer los contactos y los amigos que había hecho en Harvard.

Entonces apareció un compañero argentino que había fundado DeRemate.com. Lo invitó a ser parte, a traer el sitio a Uruguay y se convirtió en gerente. Ese empleo le significó pasar un año entero viviendo mitad de su semana en Buenos Aires y mitad en Montevideo. “Después la burbuja de Internet explotó todo y cerramos DeRemate”, cuenta Ravecca.

Ese final se convirtió en otra apuesta, y en otra, y en otra. Entre las tantas cosas que desarrolló en su camino está Endeavor Uruguay, una organización con base en Estados Unidos que apoya emprendedores emergentes locales; la cofundación de Kinko, junto a su hermano Juan, actual director de la cadena de almacenes; y la zona franca Aguada Park, su mayor proyecto laboral, que labró junto a Roberto Yannuzzi.

Francisco Ravecca
Foto: Leonardo Mainé.

Ravecca reconoce que la palabra “emprendedor” se escucha por todos lados en estos días y recuerda que el gran planteo que tenían cuando fundaron Endevor en Uruguay era si encontrarían justamente eso, emprendedores, la materia prima que necesitaban. De eso pasaron 20 años.

  

—Para vos, ante este crecimiento, ¿qué tiene que tener un buen emprendedor?

—Es un tomador de riesgos. Vos me podés decir que el que va al casino es un emprendedor, pero no. Porque dentro del mundo empresarial emprendedor es el que puede soñar, tener una idea y tomar riesgos con tal de aterrizarla y llevarla adelante. Puede ser una idea propia o de terceros, pero hay que agarrar la pelota y salir corriendo, saber a dónde hay que llegar, y llegar. Y no hay que entregarse nunca.

Entre las claves para que todo funcione, además de la perseverancia, está el saber rodearse de las personas correctas, y por esto entiéndase “gente más capaz y complementaria”. Y claro: saber liderar un equipo y aprender a reconocer a las personas correctas, una destreza que se va afinando con el tiempo. “Ese dicho de que más sabe el zorro por viejo que por zorro es una gran verdad. Un emprendedor debe elegir bien a sus socios. Yo me he equivocado. En el momento te presentan una idea color de rosas y cuando te ponés a trabajar, te das cuenta de que es opuesto a lo que te vendieron. En Excel somos todos unos multimillonarios”.

No rendirse

La primera vez que Francisco Ravecca quiso tirar la toalla fue a los 26 años. Había vivido su niñez en Estados Unidos, hasta los 11 años, pero ahora estaba solo en un dormitorio de Harvard, en el invierno de Massachusetts oscurecía a las tres de la tarde y hacía poco había dejado el verano uruguayo. A eso había que sumarle que el Día de Acción de Gracias de ese país había terminado con la suicidio de un compañero de carrera que no aguantó la presión. “Fue duro. Me acuerdo que en ese enero casi abandono”.

Era una tarde oscura de domingo cuando decidió llamar a su padre para decirle que no daba para más. Todavía se acuerda que cuando llamó, su padre estaba pescando, sacando una corvina, y le dieron ganas de acompañarlo. “Sabiamente dijo que yo era grande, que había logrado entrar a la universidad que siempre había querido y que era mi decisión, que yo sabía qué hacer. Por suerte me quedé”.

Para empezar, el segundo año se casó con su novia María Noel y se fue con él para Estados Unidos. Ya no tenía que esperar con ansias el “You’ve got an email” de American Online para saber de ella. Alquilaron un apartamento pequeño, compraron un auto usado y la vida se hizo más llevadera.

La segunda vez que casi se rinde tenía 35 años y había empezado el proyecto de Aguada Park con su socio. “Robert tenía 40 años y cuatro hijos. Yo tenía dos (luego nacería el tercero). Él renunció a su trabajo en Zonamérica para dedicarse a este proyecto y en un momento, cuando demoraba la autorización, empezamos a preguntarnos hasta dónde llegar, porque seguíamos teniendo cuentas y teníamos que tener un trabajo para pagarlas. Pero de nuevo: aguantamos y acá estamos”. Hoy Aguada Park es, después de su familia, su mayor orgullo.

“Aunque hasta que no te estabilizás te preguntás qué vas a hacer a fin de mes, siempre digo que un emprendedor tiene la satisfacción de decir: ‘Lo hice yo’. Con mi socio a veces vamos en el ascensor y pensamos en lo bueno que armamos”. Entre 2005 y 2010, Aguada Park fue planes, negociaciones y esperas. Ahora esa zona franca está por cumplir los 10 años de actividad en el barrio que le da nombre y le da empleo a más de 3000 personas en empresas que antes no operaban en Uruguay. Además, están construyendo otro edificio que sumará 1000 puestos de trabajo. “Uruguay está pasando por un momento financiero que no es el mismo de hace tres o cuatro años, pero la competitividad se recuperó un poco con el dólar. Acá todavía se consiguen buenos recursos humanos, y creemos que el hecho de ser una zona franca y de estar cerca de las universidades lo hace una opción atractiva.

“¿Qué me levanta todos los días de la cama con ganas de hacer cosas? El desafío que tengo por delante que va variando, y que hoy es llenar el nuevo edificio. Además, cumplí 50 años. Si Dios quiere me quedan 20 años de vida activa, de trabajo fuerte, y mi objetivo es convertir Aguada en un nuevo centro financiero”, cuenta.

En las opciones de vida de Ravecca —las mismas que le plantea a su hijo mayor que ya anda en los 17 años— había algunas más seguras, pero le gusta el camino que siguió. Además, lo lleva en la sangre, viene de abuelo, tíos y padre emprendedor. El futuro laboral es algo a lo que no teme y reconoce que la primera vez que sintió miedo fue cuando tuvo en brazos a su primer hijo.

Es ambicioso y le gusta trabajar. “Mentiría si dijera que no me gusta el dinero”, admite, pero también es muy crítico y dice que la plata mal usada no sirve. Pone como ejemplo el derrumbe del San Rafael: “Estaba hecho pomada y había que arreglarlo, pero ahí se perdió historia”.

El objetivo de su vida es dejarle un legado a sus hijos, compartir con su familia y pasar buenos ratos con sus grupos de amigos. “Robin Sharma, un gurú que sigo, tiene la teoría de que tenés que vivir tu vida de manera que cuando vos nacés llorás y todo el mundo está alegre, pero que cuando te morís los demás lloren y vos estés alegre”. Ese es su lema.

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