SALUD

Anatomía de un ataque de pánico

Aunque se los asocia principalmente con el “terror” y la mente, en realidad son el resultado de una combinación de síntomas, tanto físicos como cognitivos.

El 15% al 30% de las personas tendrán al menos un ataque de pánico en su vida. Foto: Canva.
El 15% al 30% de las personas tendrán al menos un ataque de pánico en su vida. Foto: Canva.

La mayoría de los expertos definen un ataque de pánico como la aparición repentina de miedo intenso, a diferencia de la ansiedad que generalmente se manifiesta como una preocupación casi constante. Las personas que tienen ataques de pánico son bombardeadas por síntomas mentales y físicos, que pueden variar de una persona a otra: el corazón puede acelerarse y palpitar, sensación de no poder respirar, hormigueo en las extremidades, náuseas, sensación de ahogo, calor repentino acompañado de transpiración o alternativamente escalofríos. Y luego está el miedo agitado y desestabilizador. Pueden pensar que están teniendo un ataque al corazón o incluso que van a morir. La mayoría de las personas que experimentan ataques de pánico regularmente no experimentan todos estos síntomas, pero pueden tener muchos de ellos.

Y, casi tan repentinamente como aparecen los ataques de pánico, por lo general se disipan. Los síntomas aumentan en el transcurso de 10 minutos y generalmente desaparecen a la media hora.

Sin embargo, la experiencia puede ser traumática y las personas que tienen ataques de pánico pueden comenzar a temer sensaciones que les recuerden sus síntomas, como sentirse sin aliento después de subir las escaleras. También pueden evitar cualquier cosa que les recuerde el episodio: el supermercado donde su corazón latía con fuerza, la comida que estaban comiendo cuando llegó el pánico.

Algunas personas pueden desarrollar un trastorno de pánico, que los psicólogos definen como ataques de pánico repetidos e inesperados que interfieren con el funcionamiento diario.

Mientras que del 15% al 30% de las personas tendrán al menos un ataque de pánico en su vida, solo del 2% al 4% desarrollarán un trastorno de pánico. Un subconjunto de esas personas, aproximadamente una de cada tres, también desarrolla agorafobia, un trastorno de ansiedad que puede implicar un miedo extremo a los lugares públicos o llenos de gente, al transporte público, a hacer fila o a salir de casa.

Cuando las personas experimentan un estrés intenso, se activa el sistema nervioso simpático, una red de nervios que desencadenan lo que los psicólogos llaman la respuesta de “lucha o huida” al peligro percibido. El cuerpo libera sustancias químicas como la epinefrina, también conocida como adrenalina, y la norepinefrina, que hacen que el corazón se acelere, las pupilas se hinchen y la piel sude.

Otra red de nervios, llamada sistema nervioso parasimpático, devuelve el cuerpo a su estado original. Si no se activa después de un tiempo, un ataque de pánico puede suspender a una persona en ese estado elevado de excitación.

Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden ocurrir cuando el cerebro no puede enviar mensajes correctamente entre la corteza prefrontal, que está asociada con la lógica y el razonamiento, y la amígdala, que gobierna la regulación emocional.

Cómo calmar

Si uno ha tenido ataques de pánico en el pasado y se da cuenta de que está empezando a tener otro, estos consejos pueden ayudar a anclarse al presente:

- Analizar lo que te está pasando: Recordar que ya se ha sobrevivido a ataques de pánico en el pasado y, aunque da miedo, el pánico en sí no es peligroso.

- Llamar a un ser querido: Una persona de confianza puede ayudar a calmarse cuando siente que comienza un ataque de pánico. Simplemente hablar con alguien sobre lo que se está experimentando puede ayudar a estabilizarse en el momento.

- Nombrar colores: Decir colores en voz alta, o simplemente anotarlos en la mente, mientras se registra que la alfombra es azul o que la remera que se lleva puesta es de color rojo. Hacer esto puede ayudar a distraerse de la creciente ansiedad.

- Tocar algo frío: Agarrar del freezer un cubo de hielo o colocar una toallita húmeda y fría sobre la muñeca. El impacto del frío puede ayudar a centrarse en el presente; esto también ayuda a aliviar el calor y la sudoración durante los ataques de pánico.

- Respirar como un bebé: La hiperventilación, una característica común de los ataques de pánico, puede hacer que las personas se sientan mareadas, por lo que respirar lentamente puede ser útil.

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