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Alexandria Ocasio-Cortez, socialismo Made In USA

Hace dos años, fue la más joven en ser electa al congreso de su país. Hace poco fue reelecta y empieza a consolidarse como una integrante más del sistema político estadounidense.

Alexandria Ocasio-Cortez
Foto: AFP.

Si hay alguien que aglutine todas esas palabrejas que tanto irritan a la mitad de la población que adhiere a ideales de derecha como woke (término en inglés que designa a alguien “que se despertó”), “progre” o “feminista”, esa es Alexandria Ocasio-Cortez, o AOC. Desde que irrumpió en la escena política estadounidense hace dos años, AOC es una piedra en el zapato para todos aquellos que se quejan de lo políticamente correcto, la sigla LGBT, et al.

Sin embargo, AOC también es una molestia para el establishment de su propia agrupación, el  Partido Demócrata, y tiene en Nancy Pelosi —del mismo partido y con un larga y exitosa trayectoria como política en Estados Unidos— una de sus más complicadas adversarias.

Cuando irrumpió en el poder legislativo estadounidense, AOC fue una sorpresa hasta para ella misma. Principalmente, porque en primer lugar derrotó a quien había ocupado durante décadas el puesto que correspondía al distrito en disputa, Joe Crawley. Y también porque no provenía de un estamento más o menos privilegiado, sea social o económicamente. De hecho, antes de lanzarse como candidata trabajaba como moza en un local de comida.

Pero tampoco era una palurda. Descendiente de inmigrantes puertorriqueños, Ocasio-Cortez (nacida en 1989 en Nueva York) no solo se destacó como estudiante liceal sino que también de la Universidad de Boston se graduó con honores.

Otro factor sorpresa fue que AOC no se aminalaba ante los motes de “progresista” o “socialista”. Por estos lares esas definiciones ya no tienen una carga negativa. Luego de tres gobiernos consecutivos del Frente Amplio, esos rótulos medio solo “asustan” a los más obcecados. Pero en Estados Unidos —que hizo del descrédito de cualquier cosa que tuviera a aroma a izquierda una política de Estado que arrancó en la Guerra Fría y se mantiene hasta hoy— tanto “progresismo” como “socialismo” es casi tan tabú como la mención al Gran Cuco Rojo: el comunismo. Sin embargo, AOC ni se toca. Se define a sí misma como “socialista Demócrata”, lo cual no hace sino enfurecer aún más a sus detractores, tanto en el Partido Republicano como entre muchos de sus propios correligionarios.

Alexandria Ocasio-Cortez
Alexandria Ocasio-Cortez

Escasez de izquierda

Más allá de que el Partido Demócrata es, de los dos que dominan la vida política de Estados Unidos, el más progresista, el surgimiento de figuras como Bernie Sanders, la propia Alexandria Ocasio-Cortez, Elizabeth Warren y otros nombres, da cuenta que en ese partido había una escasez de izquierda. Antes de las últimas elecciones presidenciales -la primera ganada por Donald Trump y la segunda por Joe Biden- las internas de los demócratas estuvieron salpicadas por varias polémicas en torno a las candidaturas, y se comprobó que parte de la dirigencia conspiró para hacer que Bernie Sanders perdiera en las internas de 2016. Esas las “ganó” Hillary Clinton, quien luego perdió las presidenciales frente a Donald Trump. Esa estructura partidaria, encarnada en el Comité Nacional Democrático, será uno de los obstáculos más grandes de AOC si en el futuro decide lanzarse como candidata presidencial por el Partido Demócrata.

Eso, por supuesto, no impide que sus adversarios continúen en su labor de tildarla de “extremista”, algo de lo que ella es consciente. Pero en vez de negar que sea una “radical”, AOC afirma que quienes hoy son considerados figuras de consenso político —como Martin Luther King, por ejemplo— fueron calificados así mientras vivieron e hicieron política.

Lo que sí rechaza es que se la equipare a gente como Marjorie Taylor-Greene, una seguidora de Donald Trump que también es parte del Congreso de Estados Unidos. “Se ha dicho que ella es como mi equivalente en el Partido Republicano. Pero, en realidad, de las dos hay solo una que no cree en la democracia: ella”.

Cuando fue electa como la diputada más joven en la historia del Congreso de su país —no había cumplido los 30— AOC empezó a hacer ruido casi de inmediato. Y tuvo en las redes sociales aliadas importantes. En Instagram tiene más de 8,5 millones de seguidores. En Twitter, en tanto, anda por los 13,5 millones. No será mucho en comparación con Joe Biden (36 millones) u Obama (133 millones), pero ella va apenas por su segundo período como diputada.

Ocasio-Cortez es muy activa en ambas y si bien es de suponer que cuenta con un equipo que la asiste en la gestión de las redes sociales, no es menos cierto que muchas veces es ella la que está en pleno control de sus cuentas. Hace poco, salió a pedir disculpas por no haber puesto sus pronombres en Instagram (ponerlos es una señal de apoyo a la comunidad trans) y se filmó a sí misma para sus historias en Instagram. En esa cuenta mezcla el activismo político con posteos un poco más personales.

En Twitter, la red política por excelencia en el presente, se encuentra actualmente en un duelo con el nuevo dueño de la red, el megamillonario Elon Musk. Las ideas de Musk para Twitter no le cayeron nada bien a AOC y ambos han estado intercambiando chicanas y discutiendo sobre lo que Musk quiere introducir en la red, como la tarifa de ocho dólares mensuales por la verificación blanca y azul.

Y eso mientras hacía campaña para ser reelecta como diputada por uno de los distritos electorales de su ciudad, Nueva York. Lo logró por escaso margen y ahora va a encarar su segundo período como congresista. Es de suponer que seguirá adelante con su idea madre: el Green New Deal, un ambicioso proyecto que, por un lado, quiere imprimirle a muchas políticas públicas un sello ecológico y, por el otro, torcer esas políticas públicas hacia mayores beneficios para la clase trabajadora, las minorías y los inmigrantes (el término “New Deal” se popularizó como un resumen de aquellas políticas impulsadas en su momento por el presidente Franklin D. Roosevelt).

Un proyecto tan ambicioso como ese no encuadra en los esquemas de lo que es “realista” para buena parte del establishment y se la ha tildado de ingenua y utópica. Pero no parece importarle demasiado. “No hay que denostar a los grandes sueños. Comunidades como la nuestra se merecen todo. Todo. Y no es demasiado pedir”.

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