Reedición ampliada

Mariana Enriquez escribe desde el cementerio, y a veces se asusta

Son historias de famosos en los cementerios del mundo, y se titula "Alguien camina sobre tu tumba"

Mariana Enriquez
Mariana Enriquez por Ombú

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Alguien camina sobre tu tumba es un libro en progreso, de lectura atrapante, que pasea al lector por diversos cementerios del mundo y supone un grado más de atractivo a la obra de la escritora argentina Mariana Enriquez. En esta entrevista —en ocasión de la presentación en Montevideo de una reedición ampliada publicada por el sello editorial HUM—, Enriquez aborda aspectos de su creación. Lo hace con el mismo estilo frontal, apasionado y conciso de su literatura.

La tumba como "cama"

—Pese a ser escrituras de distintos y espaciados años, este libro mantiene un tono y un despliegue parejo. ¿Cómo fue el proceso de realización? ¿Tomaste notas, grabaste, apelaste a tu memoria?
—En general el proceso es muy “impresionista”: voy a los cementerios, de algunos sé ciertas historias o conozco ciertos monumentos o tengo un motivo para ir (por ejemplo: la tumba con busto enorme de Marx en Highgate, los árboles tan extraños de Punta Arenas, la estatua El Beso con un joven y la muerte sensual en Barcelona), pero el proceso fuerte suele comenzar después. En cada visita recojo materiales, desde brochures hasta entrevistas y visitas guiadas. Después investigo: es asombrosa la cantidad de libros que hay sobre cementerios, o textos de algún tipo. Y documento con fotos de una manera muy obsesiva, un poco porque me gusta y también para ayudar a la memoria en el recorrido.

—Fuera de lo estético y de las variaciones temporales (de los cementerios en medio de las ciudades a los asépticos “parques del recuerdo”, esos cementerios privados de hoy), ¿qué pensás de los cementerios en sí, de por qué existen, para qué, hasta cuándo?
—A mí me encantan como homenaje a la vida y en particular en Argentina y otros lugares de América Latina (pienso en México, pienso en Colombia) en los que la desaparición de cuerpos es tan trágicamente recurrente, me parecen una normalidad del proceso vital. Creo que existen porque es imposible despegarse del afecto al muerto y es una manera de honrarlo; pero en otras culturas el recuerdo funerario pasa por otro lado, en realidad muchas veces condicionado con el exceso de población (que también nos pasa a nosotros). No sé hasta cuándo, durante mi vida no desaparecerán seguro. Conozco (es asombroso) poca gente que quiere cremarse. Hay algo del espacio, de esa especie de “cama” que es la tumba, a lo que cuesta renunciar.

—Entre Bajar es lo peor, Las cosas que perdimos en el fuego o Nuestra parte de noche por un lado, La hermana menor por otro y Alguien camina sobre tu tumba, se puede ver el tránsito de ficción a no ficción. Y sin embargo creo que la narradora pura nunca se va, siempre está al acecho. ¿Cómo vivís esas escrituras, esos pasajes?
—Para mí están muy relacionados porque son un todo de mis obsesiones un poco demasiado amplio para definir, pero por supuesto lo macabro, la micro y la macrohistoria, el lujo y lo popular, lo ancestral, la muerte como algo de temer y al mismo tiempo atractivo. Los cementerios son uno de los tropos del terror más importantes también, aunque a mí no me dan miedo en general, salvo que pase algo.

Premios y legitimaciones

—A lo largo de Alguien camina sobre tu tumba das detalles de tu vida. De a poco esos datos (que no te gustan los perros, no tenés auto, tenés novio/marido) forman una especie de hilo que va uniendo las distintas visitas. ¿Lo hiciste adrede, fue saliendo? ¿Irías más a fondo por el camino de la autorreferencia?
—Me gusta la autorreferencia como está ahí, vestigios, confesiones medio banales, un poco de humor. No me sale la autorreferencia plena, no creo que haya algo personal que pueda contar demasiado importante o que no debiera estar relacionado con otra cosa, más interesante.

—Ganaste el Premio Herralde. Uno supone que los premios cambian un poco la vida, por lo menos hasta que se los recibe. ¿Cambió en algo la tuya? ¿Qué lugar le das a la legitimación de los premios entre tantas otras (los lectores, la crítica, las becas, los estudios académicos, la autovaloración, etc.)?
—El Herralde fue raro porque lo gané y empezó la pandemia así que ese cambio de vida fue global! Y no relacionado con el premio. No sé cuánto cambian, sinceramente. Dan más visibilidad por un tiempo y si vienen con dinero cierto alivio económico pero relativo, ningún premio literario salvo quizá uno o dos te cambian las condiciones en ese sentido. La legitimación que más me importa es la de los lectores, lo digo sin demagogia, porque no sólo es la que más me divierte sino la que hace que tus libros circulen y en consecuencia vendan. Debo haber pedido una beca en toda mi vida y no la aceptaron. No sé qué estudios académicos hay sobre mí salvo que se contacte algún tesista. La autovaloración es algo muy complejo, a mi me gustan mis libros y al mismo tiempo siento que les falta mucha calidad.

—¿Cómo medirías esa falta de calidad, a qué te referís exactamente? ¿A eficacia en algún rubro en particular?
—Bueno, me gustaría tener más destreza con el léxico, ser más lírica; leo mucha poesía y no soy poeta, creo que ahí hay algo que, cuando leo otros libros, digo “esta belleza no la alcanzo”.

—¿Económicamente podés vivir de la literatura? Hablo de lo estrictamente creativo.
—Aún no, pero eso está relacionado con vivir en Argentina. Quizá pronto pueda.

—¿Te ata la tarea de escribir? ¿Podrías llegar a convertirte en uno de esos “escritores del NO”?
—En absoluto. ¿Qué es un escritor del no? Creo que no escribo tanto ni tanto tiempo.

—Son esos escritores que renuncian, un día dicen “no escribo más” o no publico más (Rimbaud, Salinger, Rulfo), por decir algunos. Enrique Vila-Matas juntó a un montón en un libro, Bartleby y compañía, y los definió así. ¿Sentís que siempre vas a tener algo que decir?
—No lo sé, aunque creo que sí. Pero en todo caso no creo que dejar de escribir sea tan importante. El gesto, sobre todo en Salinger y Rimbaud (de Rimbaud soy fanática) me parece muy ampuloso; creo que tenían una relación con la literatura de enorme intensidad existencial (sé que Rimbaud la tenía porque leí mucho sobre él, por eso también después su rechazo fue tan grande). Rulfo me parece que sencillamente no tenía más que decir y dejó de escribir y ya, me parece una actitud mucho más parecida a la que yo tendría, sin querer compararme. Desaparecer también es una manera de llamar la atención.

—¿Leés con aprehensión a contagiarte de la escritura ajena, o todo lo incorporás sin drama, si te sirve?
—Para nada, leo mucho cuando escribo, durante antes y después, y creo que el escritor que no lee tiene un problema o no sé, no le gusta la literatura. No veo el problema en ningún sentido de incorporar influencias, al contrario, es absurdo pensar a esta altura que no va a pasar o no es deseable. Robarte un personaje o una trama es otra cosa, eso no es cita ni influencia ni referencia, sino ausencia de mundo propio. Todo lo demás es tamizado por la sensibilidad personal, así que siempre será diferente.

—Los conceptos de “políticamente correcto” o “inclusión”, ¿tienen algún peso en tu escritura?
—No. Desde mi primer novela tengo personajes “diversos” (gays), pobres, ricos, etc. Si no, también me parece válido. No se puede escribir con un policía en el hombro. La inclusión tiene que ver mucho con la experiencia, además: si conocés personas diversas, es más natural incluirlas en tu narrativa de una manera sencilla y natural, cuando es forzado se nota tanto que da vergüenza.

Llegar al terror

—Con la poca perspectiva que podemos tener hoy, ¿qué literaturas te parece que están pegando más fuerte en términos de calidad? (Sea por país, género, edad, etc.).
—A mí me parece que América Latina está en un muy buen momento y siempre me gusta la literatura de Estados Unidos, en especial la fantástica —de género.

—¿Por qué creés —si lo creés— que la literatura de género no goza del mismo “prestigio” que la literatura a secas?
—Para mí la ficción literaria, que es eso que se llama “literatura a secas”, también es un género. No solo el realismo: la ficción literaria. Supongo que el menor prestigio tiene que ver con que se asocia imaginación con inmadurez. Como si el género presupusiera cierta infantilización. De todos modos creo que los géneros están mezclándose cada vez más y que las categorías tienen cada vez menor pertinencia, supongo que lo del prestigio pronto irá por el mismo lado. Hoy mismo no estoy tan segura acerca de esa valoración además, creo que al contrario el género está prestigiándose con una velocidad inusitada (pienso en Margaret Atwood, Ursula K. Le Guin, Kazuo Ishiguro).

—Sos crítica literaria y escritora. ¿Le das importancia a las críticas sobre tu obra, te condicionan en algo?
—Como a todo el mundo, las malas reseñas no me gustan. Y me dejan pensando unos días. Pero eso es todo. Tuve muchas malas críticas al principio, cuando era muy joven, e incluso Los peligros de fumar en la cama lo destrozaron en un diario grande, en La Nación cuando salió, con el argumento de siempre, que era terror remanido —pero ya me olvidé de quién la escribió, qué se yo. No soy muy rencorosa.

—Y vos como crítica, ¿te podés desprender de tus gustos personales, de lo que sería tu manera de tratar y resolver un relato y juzgar con ecuanimidad? ¿Juzgás con la misma vara a un autor nacional que a un extranjero, a un vivo que a uno muerto, por ejemplo?
—No mucho, por eso tiendo a reseñar solo a extranjeros, o sea que no escriban en español, pienso a la lengua como nacionalidad. Y que en general me gusten.

—¿Sabés de dónde nace tu atracción por lo oscuro como creadora? ¿Te divertís, gozás plenamente cuando te metés en el terror psicológico, en esos mundos de fantasmas y miedos y aberraciones?
—Creo que nadie sabe eso con certeza, supongo que tiene que ver con lo que te atrae de joven: primeras lecturas (la novela de Emily Brontë, Cumbres borrascosas, lo gótico, Edgar Allan Poe, Sábato, los cuentos de Cortázar, Michael Ende), y después Stephen King y después el cine de terror y sencillamente vas buscando esa adrenalina. Sí, me divierto mucho. Algunas cosas me dan miedo, pero es un miedo absolutamente disfrutable. El miedo que provoca la ficción tiene esa ventaja, es un ensayo de lo “real” y al mismo tiempo es una especie de alivio, es como decir “si sobreviví a esto, tengo una armadura”. No funciona así, para nada de nada, como descubro una y otra vez. Pero uno no puede escapar de lo que le gusta, en definitiva, de lo que lo constituye.

Los libros

“Alguien camina sobre tu tumba” es una reedición ampliada del libro de la escritora argentina Mariana Enriquez (HUM, 2021), autora consagrada con libros como “Los peligros de fumar en la cama”, “Las cosas que perdimos en el fuego” y “La hermana menor”.

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