Novela policial griega

Mafias, violencia y hambre en la Atenas del comisario Kostas Jaritos

Petros Márkaris siempre vuelve. Ahora nos llega con un libro de relatos, tanto policiales como autobiográficos. 

Petros Márkaris
Petros Márkaris

Volver a leer los viejos policiales de Petros Márkaris, traductor, dramaturgo, guionista y narrador griego, es renovar la alegría de leer. Enterarse que uno nuevo llegó a librerías, Cuarentena, es elevar ese placer a un estado de gracia. Vaya a saber uno qué diosa griega mitológica nos tiene hechizados. Porque las historias del comisario Kostas Jaritos, protagonista de estas novelas, son capaces de convocar a lectores de latitudes remotas y culturas diferentes, a veces a miles de kilómetros, y hacerlos sentir como en casa. Esa familiaridad es cultural, dirán, pues en Occidente muchos llevan el adn de la Grecia clásica. Del bueno y del maldito. Márkaris optó por el último, retratando la podredumbre moral, la corrupción, la estupidez de la avaricia, con historias que, desde lo griego, resultan tan humanas como universales.

El último libro traducido al castellano, Cuarentena, no es una novela —algo a lo cual el autor nos había acostumbrado— sino una colección de cuentos, algunos policiales y otros no. A todos les corre entre líneas la pandemia del Coronavirus y sus efectos sobre los criminales, los policías, los jueces, pero sobre todo a los sin techo y los mendigos. Cambia el formato y la extensión, pero vuelve el mismo Márkaris, el preocupado por lo social, por las eternas víctimas del sistema que con la pandemia sufrieron más, y pasaron o pasan hambre. Es, así, un homenaje a la mejor tradición del policial negro, pues abreva en una sociedad rota, quebrada hasta la médula, con un Estado ausente que no protege a los más débiles y que no puede frenar la corrupción. Un Estado al que pertenece el comisario Kostas Jaritos como un engranaje más, muy a su pesar, y consciente de esa tragedia. Es parte del encanto del personaje.

Deudas y muertos

Márkaris no anda con vueltas. Deja en evidencia el comportamiento imbécil de sus compatriotas griegos, como también el desempeño voraz, propio de tiburones o barracudas, de los oportunistas que buscan lucrar con la crisis —sean banqueros poco confiables o criminales de variada estofa, tanto griegos como extranjeros, incapaces de percibir las consecuencias de sus actos. Gente cuyos diccionarios nunca registraron la palabra solidaridad.

La Trilogía de la crisis fue el mejor ejemplo. Las tres novelas se titularon Con el agua al cuello, Liquidación final y Pan, educación, libertad y trataron, en esencia, de crímenes ocurridos durante la terrible crisis económica y política que se instaló en Grecia a partir de 2010, provocada por un endeudamiento público y privado desmesurado que, como suele suceder, los griegos no pudieron asumir. Márkaris describió la estupidez de sus compatriotas, esos que se endeudaron sabiendo que no iban a poder pagar, pero también de los banqueros que prestaban plata con plena conciencia del riesgo desmesurado. La crisis posterior que hundió a Grecia instaló un ambiente propicio para los criminales, que el autor aprovechó. A la trilogía siguió Offshore, donde una serie de homicidios —meras ejecuciones, según Jaritos— tienen como trasfondo la invasión del dinero negro, es decir, muchísimo efectivo de origen desconocido que inundó a Grecia a través empresas fantasmas o bancos de las Islas Caimán. La que le siguió, Universidad para asesinos, pone a Jaritos tras un grupo de asesinos que considera traidores a los profesionales que abandonaron la “sagrada” universidad en pos de la “sucia” política, ocupando cargos ministeriales de gobierno. Luego vino La hora de los hipócritas, más picante que las anteriores, pues se ocupó de un grupo terrorista de reivindicaciones originales llamado a sí mismo “Ejército Nacional de Idiotas”, de una eficacia letal, pues asesinaban a los que ellos consideraban “hipócritas”, dando un tono conceptual y ambiguo a las reivindicaciones terroristas. Algo que, en general, no suelen tener. Es un caso difícil para Jaritos. Al final, luego de los golpes de efecto, las motivaciones resultan mucho más simples de lo que parecen, más humanas, universales, como si lo ocurrido en las empobrecidas calles de Atenas también pudiera suceder en la apacible Montevideo.

Contenedores de basura

El nuevo libro, Cuarentena, sorprende. El lector desprevenido se encuentra con una reunión de relatos cortos. El primer cuento, “Cuarentena”, trata del trabajo policial realizado en teletrabajo, con Jaritos recluido en su casa por razones sanitarias atendiendo un caso de alto perfil —el asesinato de una famosa periodista de noticiero de televisión. Lo hace vía zoom, mientras debe lidiar con Adrianí, su esposa —una convivencia que no es sencilla— y también con la tecnología que lo comunica con el mundo exterior. No es hombre de computadoras, es de la vieja guardia y eso también lo atormenta.

Le sigue el cuento “Me llamo Covid y mato”, ya con Jaritos liberado y en la calle. Va tras un asesino de motivaciones muy particulares. Este cuento pertenece a la época pre vacunas, por lo que la crispación del ambiente se suma a la tensión criminal de la trama.

Luego llega la sorpresa, el cuento “El arte del terror”, donde Márkaris aborda en plan autobiográfico aspectos de su infancia pobre, como también de su vida en pandemia. El lector descubre, tarde, que no es un relato policial; comienza con interés, pero luego se diluye. Sigue luego con el cuento “Centro de refugiados del Coronavirus”, y la cosa se pone picante, aunque sin volver todavía al registro policial. Trata de la vida en las calles de Atenas de dos vagabundos, Kosmás y Dimas, ambos sin techo que en plena cuarentena, con comercios cerrados y poca gente en las calles, la pasan realmente mal. Tienen hambre y el lector, tras empatizar, sentirá hambre con ellos; vaya que retrata el sufrimiento de los de abajo, los que están al margen, y cómo el entorno va perdiendo lazos sociales y referentes grupales, instalando el desierto. Ambos, Kosmás y Dimas, se quejan e ironizan con leve humor sobre cierta zona de Atenas que antes estaba atestada de restaurantes, aunque con limitaciones. Porque no todo es culpa del Coronavirus, como algunos insisten. “En esta zona, en la era a.C. es decir, antes del Coronavirus, los restaurantes contaban a sus clientes con los dedos de la mano”.

Le sigue “Los tres caballeros”, cuento que retoma el registro policial. Sus protagonistas, también sin techo, se llaman Platón, Sócrates y Pericles. El comisario Jaritos involucra a uno de los tres en la resolución del crimen mientras deambulan por Atenas, una ciudad peligrosa donde abundan las bandas mafiosas, los refugiados, los traficantes y otros interesados en los residuos de comida de los contenedores de basura. A esa población marginal hambrienta se suman los desempleados de clase media y los pensionistas, también acuciados por el hambre, pero con estrategias propias para revisar la basura sin exponerse y perder estatus. Es el mejor cuento del libro.

Los dos últimos, tanto “La taberna de Karaguiosis” —un relato de la rivalidad entre dos restaurantes, uno griego y uno turco— como el que cierra el libro, “Jalki: el vacío y la bicicleta”, muy autobiográfico, vuelven a sacar al libro del registro policial. El último instala un clima inolvidable. Remite a la infancia de Márkaris, ese paraíso perdido de la isla griega Jalki, en el mar de Mármara. Es un relato que evoca y provoca, pues el lector sentirá que, sea donde sea, los veranos de la infancia siempre huelen a sal, a camaradería, a deportes en la playa, a bicicletas y puestas de sol. Un mundo mágico al que siempre se quiere volver.

CUARENTENA, de Petros Márkaris. Tusquets, 2022. Buenos Aires, 232 págs. Traducido del griego por Ersi Marina Samará Spiliotopulu.

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