Secuelas de la violencia en Irlanda del Norte

Los desaparecidos del IRA, un tema universal

Jean McConville fue secuestrada por el IRA irlandés en 1972 delante de 9 de sus 10 hijos. Nunca volvió. Un libro de Patrick Radden Keefe devela ese misterio de crimen, desaparecidos y memoria.

Jean McConville
Jean McConville con sus hijos Robert, Helen, Archie y su esposo Arthur.

La cuestión de los desaparecidos por conflictos armados, y la dificultad para construir memoria, alcanzó una atención inusual en el hemisferio norte gracias a un libro de investigación ahora traducido, No digas nada, de Patrick Radden Keefe, subtitulado como “Una historia real de crimen y memoria en Irlanda del Norte”. Trata del secuestro de una madre recién viuda de su apartamento de Belfast, Jean McConville, por parte de un grupo de casi diez integrantes del Ejército Republicano Irlandés (IRA) Provisional en 1972, en presencia de nueve de sus diez hijos, casi todos menores (los más chicos, Billy y Jim, gemelos de seis años). Nunca más la vieron y la esperaron durante décadas. Sus últimas palabras fueron para Archie, el mayor allí (16), que intentó acompañarla: “mira a los chicos hasta que vuelva”.

El otro personaje central de este libro es Dolours Price, notoria integrante del IRA Provisional, quien junto a su hermana Marian llegaron a ser las guerrilleras más glamorosas de Europa. Ambas integraron el comando que colocó cuatro bombas en automóviles en el centro de Londres (marzo 1973), de las cuales sólo llegó a explotar una, sin víctimas directas. Fueron atrapadas en Heathrow al intentar escapar. En prisión, Dolours cobró notoriedad por una famosa huelga de hambre que tuvo jaqueado al gobierno de Margaret Thatcher. Se casó en 1983 con el conocido actor irlandés Stephen Rea, se retiró del IRA, y trabajó junto a su esposo en diversas actividades por la paz.

No digas nada está muy bien escrito y quizá se convierta en uno de los libros de crónica de la década, por su valor histórico y por su perfil de true crime, con evocaciones insospechadas hacia otras latitudes. Instaló el tema de los desaparecidos como crímenes contra la humanidad en un hemisferio que parecía inmune a ello. Mientras, en el hemisferio sur se estrenaba la miniserie Patria (HBO), basada en la novela homónima de Fernando Aramburu, y el libro de Leonardo Haberkorn Herencia Maldita se convertía en un éxito de ventas. El primero trató del dolor de las víctimas de ETA, el grupo guerrillero que promovía por la violencia la independencia del país vasco; en la ficción Bittori busca la verdad, es decir, saber quién del comando de ETA apretó el gatillo y mató a su esposo en la puerta de su casa, mientras recibe la indiferencia o el desprecio de todo el pueblo. El libro de Haberkorn, a su vez, buscó llegar a la verdad en numerosas historias sobre la violencia en Uruguay en los años 60 y 70. Propuso construir memoria auténtica, no relatos artificiales que buscan justificar posiciones de poder. La lucha por la memoria y por la apropiación del relato, entonces, unió de forma inesperada a tres comunidades pequeñas y marginales a los grandes centros de poder: a los norirlandeses, a los vascos y a los uruguayos.

Huérfanos

Para los niños McConville el sentimiento era ‘Mamá va a volver’. En los apartamentos Divis, donde vivían, un complejo gigante mal construido inspirado en Le Corbusier, en el oeste católico de Belfast, nadie los ayudó. La indiferencia era total. Habían llegado allí expulsados de su casa de un barrio protestante de Belfast, porque Arthur, el esposo de Jean, era católico. Pero Arthur falleció de cáncer y los vecinos no tardaron en saber que Jean era protestante. A fines de los 60 y comienzos de los 70, vivir en el barrio equivocado de Belfast podía significar una bala en la cabeza.

Los tiroteos de noche eran reiterados, y el temor a las balas perdidas llevaba a los McConville a dormir con sus colchones todos juntos en el centro del apartamento, el lugar más seguro. El consumo de tranquilizantes en Belfast era el más alto del Reino Unido, y se llegó a hablar del “Síndrome de Belfast” por vivir en un estado constante de terror. Una noche de 1972, el peor año de violencia en las tres décadas de enfrentamientos conocidos como los Troubles (Problemas), Jean y los niños sintieron un grito de ayuda atrás de la puerta. “Ayúdenme por favor” dijo una voz con acento no local. El ejército británico había estado a los tiros en los corredores con algún grupo guerrillero. Jean abrió. Era un soldado inglés herido, tirado frente a la puerta. Jean tomó una almohada, la acomodó tras su cabeza, intentó calmarlo, dijo una oración, y volvió a encerrarse en el apartamento.

Ahí para los McConville comenzó un pequeño infierno, antesala de otro mayor. Al día siguiente en la puerta del apartamento alguien pintó Brit lover, ‘amante de un británico’. Era una condena a muerte. Luego desaparecieron los dos perros de los niños, Provo y Sticky (“Provo” era el sobrenombre que recibía el IRA Provisional, “Sticky” el del IRA_Oficial, las dos facciones en pugna de la antigua guerrilla). En diciembre de 1972 se llevaron a Jean para siempre.

En esos meses los niños perdieron hábitos, ritmos de vida. Los ruidos hasta altas horas de la noche, en apartamentos con paredes casi de cartón, se hicieron insoportables. Comenzaron a robar para comer. Cuando la policía los capturó, Jim, uno de los gemelos, se defendió: “Mi papá murió y a mi mamá se la llevó el IRA”. Intervino la autoridad.

Pero el sistema de amparo católico de menores de Irlanda del Norte tenía fama de ser abusivo. Los separaron. Algunos terminaron en un hogar cerca de Kircubbin, “una auténtica pesadilla” según un testigo de la época. El abuso sexual era rampante. Los curas pedófilos, auténticos predadores, aparecían de noche en los dormitorios y sacaban a ciertos chicos de las camas. Solo uno de los McConville fue abusado sexualmente. Años más tarde la orden de los Hermanos De La Salle admitió que en ese período el abuso sexual en esa institución era muy extendido.

Contexto de un crimen

El libro No digas nada elabora, a partir de una desaparición emblemática, una historia de los Troubles, de esas tres décadas de violencia sectaria entre los años 70 y los 90.

Irlanda fue durante siglos parte del Reino Unido, hasta que un tratado de 1921 le dio la independencia al sur de la isla, hoy la República de Irlanda. El norte, con capital en Belfast, permaneció en el Reino Unido. Su población, dividida entre protestantes leales a la corona británica, y católicos que querían la independencia, nunca logró convivir pacíficamente. Los años 72 y 73, cuando secuestraron a Jean, fueron los más cruentos.

La violencia sectaria la protagonizaban varias facciones: el IRA católico ya dividido en dos, los grupos paramilitares protestantes leales a la corona, y el ejército británico, cuyo manejo militar de las revueltas coloniales nunca se caracterizó por ser sutil.

En aquella Belfast de 1972, una ciudad que no llegaba a los 400 mil habitantes y donde todos se conocían, no era fácil esconderse. Hallar a alguien del bando contrario ya identificado significaba dispararle on the spot, en el lugar. El MRF, una unidad de elite del ejército británico, asesinaba irlandeses de forma extrajudicial como un escuadrón de la muerte. También podía ocurrir que una madre encontrara a su hijo joven a la vuelta de la esquina cuando éste acababa de salir a cumplir una misión, con su rifle de francotirador;_lo tomaba de la oreja, furiosa, y rapidito para casa.

El libro No digas nada aborda un subproducto de los Troubles: la cultura del silencio. “Con las facciones armadas en lucha en las calles, un acto tan inocente como preguntar por un ser querido desaparecido podía ser muy peligroso”. Los niños McConville fueron amenazados. Paralelo a ello Radden Keefe dedica parte importante del libro a un aspecto miserable del conflicto: la guerra de inteligencia alimentada por informantes. Cuando el IRA descubría a un delator lo juzgaba y ejecutaba de acuerdo a un ritual. Los cadáveres eran arrojados a la calle o a una zanja para que sus familiares los encuentren. Pero en casi veinte de estos casos los hicieron desaparecer en tumbas anónimas. Cuando la violencia disminuyó los familiares de estos desaparecidos decidieron organizarse y actuar. Se inspiraron en las Madres de Plaza de Mayo.

La cultura del silencio comenzaba a ser derrotada. A comienzos del siglo XXI varios, entre ellos el periodista irlandés Ed Moloney, entendieron que debían recolectar la información antes de que sus protagonistas murieran. En secreto. Con pactos de confidencialidad mediante, muchos ex guerrilleros hablaron y grabaron sus testimonios durante horas, a veces días. Dolours Price habló. Las grabaciones, conocidas como El Proyecto Belfast, fueron archivadas en cajas fuertes en la biblioteca John J. Burns del Boston College, en Estados Unidos. Pero eran una bomba de tiempo.

Pistas falsas

Mientras, la búsqueda de los familiares continuaba. Aparecían pistas y se removían terrenos enteros. Comenzaron a aparecen los cuerpos. Gerry Adams, líder político del Sinn Fein, ex comandante del IRA (algo que nunca aceptó de forma pública, lo que le significó la condena de sus ex compañeros), y uno de los grandes constructores de la paz actual en Irlanda del Norte, pidió públicamente que quienes tuvieran datos los hicieran llegar. Los McConville recibieron pistas falsas, y pasaron largas horas presenciando excavaciones infructuosas. El cuerpo de Jean fue hallado en 2003 por casualidad, semi desenterrado, cerca de Carlingford en la República de Irlanda. Cuando los hijos vieron los restos de ropa tuvieron dudas; preguntaron si había un alfiler de gancho (que ella siempre llevaba, atenta a sus diez hijos), y allí estaba, tras un doblez de una prenda. Luego se obtuvo la confirmación por ADN. Su cráneo tenía un agujero de bala detrás.

El caso de Jean ya era emblemático de los excesos cometidos durante los Troubles, y un caso criminal abierto para la policía. La versión oficial del IRA, que Dolours y muchos históricos del IRA sostuvieron, era que Jean era informante del ejército británico y había sido ejecutada; su cuerpo no había sido dejado en un lugar público porque el movimiento iba a quedar expuesto por la ejecución (quedaban diez huérfanos). Las grabaciones del Boston College fueron pedidas por la justicia, y comenzaron las revelaciones. Dolours integraba un comando secreto del IRA, Los Desconocidos, cuya tarea era juzgar sumariamente a los informantes, trasladarlos hasta la República de Irlanda, y ejecutarlos. Dolours fue la que llevó a Jean hasta el otro lado de la frontera en un automóvil. Jean estaba convencida de que la llevaban a un retiro, y muy preocupada por cuándo se reencontraría con sus hijos, según recordó Dolours. El comando de ejecución lo integraban tres:_el jefe de Los Desconocidos, Pat McClure, Dolours y —he aquí la gran revelación del libro— su hermana Marian. Un auténtico trabajo detectivesco le permitió al autor llegar a este dato, que nadie desmintió, ni siquiera la propia Marian, la única aún con vida de los tres, y que no quiso colaborar con el libro protegida por sus abogados.

Los miembros del IRA que afirmaron que Jean era una delatora no fueron testigos directos de su secuestro. Manejaron versiones de segunda mano que decían que Jean se comunicaba por radio con los británicos, y que utilizaba a sus hijos para recoger información. Radden Keefe sostiene que Jean, como informante, no era muy valiosa, era muy poco lo que podía aportar (no pertenecía a organización alguna); no tenía sentido convertirla en informante. Los McConville, a su vez, negaron de forma rotunda estas versiones, y reafirmaron que fue asesinada por asistir al soldado inglés herido, es decir, que fue una venganza sectaria. La ombudsman de la policía de Irlanda del Norte reveló en 2006 un informe en el cual declaraba no haber encontrado reporte alguno que señalara a Jean como informante antes de su secuestro. “No hay registro alguno de que haya sido un agente” escribió Nuala O’Loan, para agregar: “era una mujer inocente que fue secuestrada y asesinada”. El IRA no se amilanó; afirmaron irónicamente que la ombudsman “no había buscado lo suficiente”. La lucha por el relato continúa, hasta hoy.

Llegados al sitio de la ejecución, los tres decidieron que le dispararían para compartir la responsabilidad. Dolours erró el disparo de forma deliberada. Según la reconstrucción de Radden Keefe, el disparo mortal fue el de su hermana Marian. Y_todo se desarrolló según el ritual. Condujeron a Jean hasta el borde de una tumba recién abierta, le pusieron una capucha, le ataron sus manos detrás, y la obligaron a arrodillarse en pasto blando para recibir los disparos en la nuca.

NO DIGAS NADA, de Patrick Radden Keefe. Reservoir Books, 2020. Barcelona, 544 págs. Trad. A. Font Prades. En Uruguay, por ahora, sólo en ebook.

No digas nada

Tupamaros

El libro de Patrick Radden Keefe hace referencia a un giro histórico del IRA. Cuando Gerry Adams salió de prisión en 1977, entendió que el IRA Provisional debía sufrir una reestructura profunda, pues siempre había imitado la estructura jerárquica del ejército británico, y eso la había debilitado. Entonces adoptaron la estructura de células al uso del MLN Tupamaros, donde cada integrante sólo conoce a los miembros de su célula, y a nadie más.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados