Poesía y naturaleza

Los bosques y pájaros de David Marín-Hincapié

El poeta construye un universo pleno de imágenes riquísimas en su valor simbólico.

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David Marín-Hincapié

La luna cambia de jardín de David Marín-Hincapié (Colombia, 1990) es un hermoso libro. Con un arduo trabajo de taller, como lo impone el tono, Marín tiene el talento para ocultar esa carpintería y presentar un conjunto de poemas que transparenta un universo pleno de imágenes riquísimas en su valor simbólico.

El escenario está lleno de verdes, de bosques, de flores. Su tiempo es la noche. Y el poeta invoca símbolos sin equivalencias, símbolos que reflejan un misterio inabordable pero siempre presente. El poema recorre las estaciones y el invierno marca el comienzo: “Tormenta de nieve. La luz ha envuelto el misterio del bosque. Los cuerpos tiemblan”. Y en esa atmósfera aparecen los cuerpos que quieren refundirse con todo: “soportar la desintegracioìn y aventurarse en el flujo vital de las plantas para merecer la perfección de las flores, vigilar el orden secreto de las crecientes en el más alto extravío de la especie. Raro destino el de la transparencia: llegar y ocupar el lugar sacro entre las bestias más sedientas”. Dos series de poemas en prosa cuentan una historia de amor que transcurre entre un invierno y un verano.

Las otras partes del libro, “Evocación de las formas sublevadas”, “La luna cambia de jardín”, “La noche refractaria” y “El beso incorruptible”, todas, mantienen el tono y el tema. Un universo de bosques, de pájaros, de bestias, unas equivalencias simbólicas entre la luz, la transparencia y la blancura, que se trasladan en las palabras del poeta al delirio de los cuerpos, a “la blancura insospechada en que un corazón irrumpe con su ruidosa existencia”. El ruido es el de la música, el de los insectos, la muda música que toca el silencio de la noche.

Y toda esa lista de mantras que son los seres que rodean el cuerpo, hace parte y se transforma, más que en escenario, en parte integrante de los actos amorosos que canta, que evoca y que, finalmente, justifican la voz de quien los canta.

LA LUNA CAMBIA DE JARDÍN, de David Marín-Hincapié. Pre-Textos, 2020. Valencia, 128 págs.

Un poema:

El beso incorruptible, I

Mis manos avanzaron sobre tu rostro. Se deslizaban como una pequeñísima serpiente entre las rocas. Como si descubrieran una apariencia refractaria a la destrucción hallaban el borde de las formas. Que quieres de mí, le pregunté a la sombra. Y distribuí en el aire, entre presagios y músicas de hojas, el gesto de ese rostro que nunca parece estar aquí, su silencio ininterrumpido. Entonces sucedieron las horas en el jardín. Y en el umbral de la casa, multiplicados los signos de una luz blanca, tú regresabas para darle un nombre al polvo.

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