Crímenes donde hace mucho frío

Arnaldur Indridason y el policial de Islandia

Un islandés, por cierto, que explica demasiado. 

Arnaldur Indridason
Arnaldur Indridason

Las noches invernales en Islandia son particularmente largas, y seguramente esa sea una de las razones que expliquen las tres principales adicciones de sus habitantes: el alcohol, el sexo y la lectura. Como esta es una página cultural, nos dedicaremos a la última: los islandeses tienen la tasa de lectura más alta del planeta, y se calcula que cada uno de ellos lee por lo menos ocho libros al año. A modo de ejemplo, las tiradas de Arnaldur Indridason (Reikiavik, 1961), escritor de novelas policiales, han alcanzado los 30.000 ejemplares en un país de poco más de 300.000 habitantes. El 10% de ellos, como si, desmelenados, en Uruguay habláramos de tiradas de 345.000 libros.

Siempre hablando del generoso tiempo nocturno, quizás también hallemos el motivo del por qué este autor explica tanto todo lo que pasa en sus historias, y además lo explica más de una vez por si el lector no se dio cuenta de algo. Incluso se llega a mostrar realmente empeñoso en que todo calce a la perfección y en que todo sea puntual y rigurosamente descrito, desde el volumen del pelo, la ropa y hasta el color de los zapatos que calza cualquiera de sus criaturas. El personaje con más fama de los que ha creado se llama Erlendur Sveinsson, un inspector de la Policía Judicial, divorciado, con una hija drogadicta y un humor de perros, como para completar el clisé.

La saga de Erlendur, que ya acumula una larga docena de entregas en las que casi siempre alguien encuentra un cadáver y entonces se dispara una investigación, se ha traducido a cerca de cuarenta idiomas y ha vendido diez millones de ejemplares, convirtiendo a Arnaldur en un hombre rico. Recién se acaba de traducir el primero de los títulos del inspector, Inocencia robada. En este caso, la trama comienza con el suicidio de un enfermo psiquiátrico y la muerte, a la misma hora y en un incendio provocado, de quien mucho tiempo atrás había sido su profesor. La pesquisa la llevan adelante Erlendur y un hermano del suicida, quienes siguen una pista donde hay condimentos variopintos: pedofilia, experimentación médica y clonación de humanos, con un final tan estrambótico que haría las delicias de alguien como Ed Wood.

Para colmo, la traducción está en manos de un ortodoxo, y resulta un verdadero esfuerzo imaginarse a dos islandeses hablando en segunda persona del plural e insultándose intercambiando términos como “capullo”, “chulo”, “cabrón” o “cachondo”. ¡Joder, tío, que eso no se lo cree nadie!

INOCENCIA ROBADA, de Arnaldur Indridason. RBA, 2019. Barcelona, 293 págs. Trad. de Fabio Teixidó Benedi.

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