EDITORIAL
diario El País

El derrame de Bergara

Mario Bergara es uno de los dirigentes políticos mejor formados y más capaces del Frente Amplio. Cuando uno analiza su perfil, tendría todo para ser un líder destacado de esa fuerza política.

Profesional universitario con un doctorado en la prestigiosa universidad de Berkley, pero alguien que parece disfrutar del contacto humano, la diversión, y que logra aterrizar conceptos complejos al nivel de la gente de a pie.

De forma llamativa, según las últimas encuestas apenas concita un 2% de los apoyos en la interna del Frente Amplio, en contraste con un 5% que todavía insiste con Daniel Martínez, o el 7% que apoya a alguien como Oscar Andrade.

¿Por qué ocurre esto? Difícil saberlo, pero una extensa entrevista publicada la semana pasada en El País, pone el énfasis en cierta tendencia de subestimación de la inteligencia del interlocutor de turno, y la apelación excesiva a eslóganes que ya no “llenan el ojo” casi que a nadie.

Por ejemplo, Bergara insiste con un tema que supo ser favorito de la dirigencia izquierdista en toda la región hace años. Según el economista, el gobierno actual apuesta demasiado al sector privado, en vez de que el Estado sea el gran articulador de la economía y la sociedad. “El enfoque del derrame nunca se verificó en ninguna parte del mundo en ningún momento de la historia”.

Empecemos por señalar que el concepto derrame ya de por sí es bastante panfletario y desvía el foco del tema profundo, en vez de ayudar a entender mejor las cosas. El economista Bergara, con su formación y experiencia profesional, debería poder argumentar de manera más elevada sus conceptos políticos.

Las ideas liberales, las que han contribuido a adaptar y volver más eficientes todos los sistemas económicos del mundo (al menos los exitosos), lo que plantean es que si se liberan las energías creativas de la gente, de los emprendedores, de los individuos, la riqueza crecerá de forma genuina y pujante, permitiendo que los beneficios alcancen a mayor número de personas.

Por el contrario, los países que apuestan a un estado omnipresente y que representa una carga pesada sobre los hombros de los contribuyentes, la creación de riqueza se va ralentizando, y llevando a que la pugna por las migajas decrecientes que genera en esos casos la sociedad, se vuelva más avinagrada y violenta.

Para seguir, la afirmación de Bergara es simplemente falsa, y alcanzan un par de ejemplos bastante simples para comprobarlo. El primero, contrastar dos recientes rankings internacionales. Por un lado, el índice de libertad económica del Fraser Institute, que en Uruguay apoya el Centro de Estudios Para el Desarrollo. Y por otro, el ranking de desarrollo humano de las Naciones Unidas.

Si usted compara el “top 10” de los países con más libertad económica, y el de quienes tienen mayor desarrollo humano, verá que más de la mitad de los países son los mismos. Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Dinamarca, Irlanda, Australia. Por lo visto, existe una correlación indudable entre los países que apuestan más a la pujanza de la persona, a dejar crecer a quienes tienen más empuje y condiciones, y aquellos que logran una mejor calidad de vida para su gente en general. O, por decirlo de otra forma, no existe una oposición entre apostar al crecimiento del “malla oro”, y lograr mejores condiciones de vida para todos los habitantes de un país. ¿Será que Bergara no se enteró de esto? Que raro.

Alcanza ver los rankings globales para percibir que los países que más apuestan a la energía y pujanza de la persona, en vez de concentrar todo en el Estado, son aquellos en los cuales hay un mejor nivel de vida de la gente.

Casi tan interesante como esto es ver lo contrario. Y es cómo les va a los países que prefieren centrar todo el poder de decisión en una sociedad, que entregan la capacidad de definir éxitos y fracasos en la misma al Estado. Y allí vemos que quienes hacen eso, suelen estar en los lugares menos auspiciosos del índice de desarrollo humano. Incluso países que se solía usar como ejemplo de este “estilo” en nuestra región, como Cuba o Venezuela, año a año se despeñan en el ranking. Cuba está en el lugar número 83 y Venezuela en el 120 en el mundo.

Desde ya que este tipo de rankings suelen tener errores. Pero alcanza salir a la calle y ver desde dónde vienen inmigrantes a Uruguay, y a dónde se van los uruguayos que emigran, para tener claro que quienes buscan mejor calidad de vida, van a los países con más libertad económica. Algo que cualquier persona común entiende de manera meridiana.

Tal vez allí está el dilema de por qué a alguien con la formación y capacidad de Bergara, no termina de irle bien en la política. Como dicen los publicistas, “la mejor campaña no logra vender un producto defectuoso”.

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