Tomás Linn
Tomás Linn

Saturación repetida

Tantos cuidados y un relativo encierro tiene sus efectos. Se que no estoy solo cuando digo estar saturado por el repetitivo ciclo de lamentos, reclamos, quejas, información y hasta exigencias que se ven en los medios todos los días.

Es siempre lo mismo. Largas entrevistas en los informativos donde se dice hoy lo mismo que ayer, o interminables discusiones en los programas de panelistas, a veces a los gritos. Siempre la reiterada intransigencia, el reclamo, la versión que contradice lo anterior.

Hay una pandemia y sobre ella se da todo tipo de información día y noche, de frente, de reverso y hasta de canto. Sin embargo, a la misma vez hace ruido una cantinela que insiste en que no se informa ni se comunica bien.

Hace algo más de un mes, ante el creciente número de casos, se anunció el cierre de fronteras y eso incidió en el movimiento turístico. Es inevitable que así sea. Sin embargo desde entonces y hasta hoy en todos los noticieros, los del mediodía y de la noche, y en todos los programas los operadores turísticos se quejan como si se tratara de algo novedoso, sorpresivo e inesperado. Mientras ellos piden abrir las fronteras, algunos médicos insinúan que debería cerrarse no ya la frontera internacional sino la departamental (en Maldonado) para frenar a los contagiados montevideanos.

Todos los días algún sector pide fondos, subsidios o determinada prestación como si el país fuera rico y diera para todo. El Frente insiste en poner una “renta básica universal”, que no es tal sino tan solo otra forma más de asistencialismo.

A su vez, se protesta porque el presidente no explica lo suficiente ni sale a decir lo que hay que decir. Eso dicen algunos los lunes, miércoles y viernes y son los mismos que martes, jueves y sábados cuestionan al presidente por abusar de sus conferencias de prensa. Los domingos no dicen nada porque el presidente se fue a practicar surf. ¿O también eso le critican?

Todos los días hablan expertos en vacunación. Da la impresión que el resto del mundo, menos Uruguay, está ya plenamente inoculado. Hasta que uno empieza a leer la letra chica de los diarios y comprueba que la realidad lejos está de ser así. Los pocos países que empezaron a vacunar, solo cubrieron un porcentaje aún muy bajo de su población. Algunos trajeron la primera dosis pero la cantidad es poca y el proceso lento. El resto, un amplio resto, ni siquiera empezó.

El gobierno anunció sin dar detalles, que está negociando y se le cuestiona tanta parquedad. Sin embargo es preferible no decir lo que todavía no está resuelto, a hacer promesas grandilocuentes que luego se cumplen mal.

Se entrevista en forma constante, a expertos en psicología adolescente. A veces son los mismos que pasan de canal en canal, de tarde en tarde. Asesoran sobre como tratar el duro trauma de vivir en pandemia y recomiendan no estigmatizar a los jóvenes: “se cumple 15 años una sola vez en la vida”, dicen. Y es verdad. También se cumple 30 años o 50 o 70 una vez en la vida. Hay gente que se casa una vez en la vida (tal vez ya no tanta…) y los seres queridos se mueren una vez en la vida. A los hijos y nietos que residen en el exterior no se los puede visitar. Hay abuelos que saben que entraron en los descuentos y solo a distancia ven a sus nietos dar esos primeros, irrepetibles pasos. Los jóvenes que iniciaron su cursos universitarios por zoom, perdieron esa única experiencia de lo que es el primer año de vida académica. Los que tenían pensado probar suerte en el exterior quedaron varados, sin suerte allá y sin suerte acá. Todos de alguna manera están pagando caro esta larga pandemia. Si se saca la cuenta, los estigmatizados somos todos.

No hay noticiero ni programa donde no aparezca un nuevo virólogo, un epidemiólogo, un neumólogo. Alguien me preguntó de donde habían salido tantos. En Uruguay se reciben cerca de 400 médicos por año y basta recordar como celebró la última generación su graduación: en medio de la pandemia hicieron una gran aglomeración sin tapabocas ni distancia en el Parque de los Aliados.

Todo indicaría que buena parte de ellos son virólogos e infectólogos, porque también, día por medio, nos enteramos de que hay muchas camas en los CTI pero poco personal especializado. Se gradúan casi 400 médicos al año pero no alcanzan para cubrir los CTI.

Una confusa noticia habló de un hospital que se quedó corto de personal desde la tarde del 5 de enero a la tarde del 6. Ese preciso día, por cierre de fronteras no entraron los Reyes Magos, lo cual seguramente recicló el eterno y metafísico debate de si los padres son o no los reyes.

Cada servicio estatal consultado argumenta que no puede hacer más porque no tiene recursos ni personal suficiente. Este argumento obliga a preguntarse si la histórica cifra de empleados públicos en Uruguay es exagerada o si están todos escondidos en un búnker subterráneo.

Por muchos y sobrados motivos cada uno de nosotros querría que esta pandemia pase. Y uno de ellos es para terminar con esta repetitiva y saturadora cantinela. De una buena vez.

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