Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

De diálogos y debates

Sonó positivo que Fernando Pereira, Presidente del FA, haya propuesto reunirse con los representantes de los otros partidos para mejorar el clima político y fortalecer la convivencia democrática.

Fue un bien haber atendido la invitación para afirmar buenos propósitos, pero quedó a la vista que el planteo fue insuficiente y tuvo ribetes erróneos.

El socialismo -el partido más antiguo de la izquierda-fustigó la iniciativa como un “gol en contra”, “señal confusa… en plena imposición de un proyecto de clase con fuertes retrocesos para la clase trabajadora”. Lo cual confirmó que el mayor obstáculo para el diálogo civilizado no finca en el lenguaje o las acusaciones, sino en la cerrazón mental con que sobreviven dogmas rancios como la guerra de clases. En esa cerrazón se enclava el fanatismo, que a algunos les impide enterarse de que lo bueno y justo palpita más allá de los intereses.

Para erradicar cerrazones y fanatismos no basta pactar buenos modales y ponerle sordina a las acusaciones. Para fortalecer la paz en libertad se requiere que le demos nueva fecundidad a la matriz liberal del pensamiento.

Si queremos obedecer a la Constitución, hace falta retomar el camino de esclarecimiento y enseñanza que supieron recorrer los clubes políticos y hoy está al alcance de medios y redes, a condición de usarlas para iluminar ideas, encender convicciones y reclamar esclarecimientos duela a quien duela.

Si eso depara incomodidades, no es razón para acallar cuestionamientos ni para temer que los debates se personalicen. Si la reciedumbre de las polémicas hacen retumbar nuevos ciudadanos que estudien y mediten, inyectarán sangre nueva a partidos que sólo con rigor conceptual y debate volverán a elevarse a respiraderos públicos, dejando de ser agrupaciones de candidatos merodeados por fervorosos.

Tampoco hay que temer que la política se judicialice. La Justicia es la garantía última que tenemos todos. Aun con las fallas del Código del Proceso, la indagación y el juzgamiento penales logran certezas que son de primera necesidad. No hay que opacarlas a pretexto de convivencia.

Para realzar el clima político, más que pactar la no agresión hay que enriquecer el pensar, evitando que el ciudadano siga reduciéndose a receptor de encuestas y buscando entrenar a la ciudadanía en diálogos y debates auténticos. Y sobre todo, hay que plantear los temas de filosofía de vida que nos angustian en silencio porque nos acostumbramos a callarlos para no chocar.

Ricardo Lombardo -economista, futbolero y ciudadano lúcido- acaba de señalar que “El Homo Sapiens (el Hombre Sabio), que se distinguió de las demás especies por su capacidad de pensar, parece experimentar una regresión hacia el Hombre Que Pensaba.” Y agrega: “El infierno no son los otros como creía Sartre. El infierno somos cada uno de nosotros mismos y nuestra terca vocación por no utilizar el cerebro para pensar y construir nuestra convivencia, en lugar de sólo pergeñar originalidades para alimentar nuestro ego… y ahondar la grieta que como un cráter gigantesco vamos abriendo día a día.”

Para salir de ese infierno, debemos reconstruir el alma liberal de la República.

Y para eso, urge más librar batallas por ideas y responsabilidades que apalabrar dirigentes para que se traten bien aun cuando detecten y denuncien males.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados